Publicado el: 02 Nov 2015

[Tribuna] A vueltas con el ‘ho’

Un retrato de Juan Carlos Avilés

Un madrileño en la Corte de Pelayo

Por Juan Carlos Avilés

Aturleño: Dícese del madrileño residente en Asturias/ Fam. Mezcla de astur, o sea, lo de antes, y de leño (manzanillo, gaznápiro, indocumentado, palurdo). Pues eso, para situarnos, ye un servidor. Uno, desde tiempos inmemoriales, aprovechaba las vacaciones estivales para venirse a Asturias a refrescar huyendo de la brasa mesetaria y de paso tentar unas buenas fabes. Y de tanto ir el cántaro a la fuente acabas al final con alma de fuente o, lo que es peor, con alma de cántaro. Así que teniendo en cuenta que Madrid es un lugar con escasa identidad (lo del ‘casticismo’ fue un invento de Arniches y el género chico) a donde se acude para ir al médico, hacer papeles o a medrar, si se puede, decidí sentar los reales en tierras de Don Pelayo, a caballo entre los carbayones y los osos de la senda, donde mi santa regenta un restaurante mu apañáu. Casé, pues, con ella para ratificar afectos, cobijo y pitanza. Y heme aquí –va para siete años– entre potas y sartenes, y con triple nacionalidad: madrileño, ovetense y proacino, que ye en este último término donde se encuentra la hostería en la que pasamos temporada. Asturianu en Madrid y madrileño en Asturies, o sea, ni chicha ni limoná. Pero como no se es de donde se nace, sino de donde se pace, ya me considero más asturiano que madrileño y hasta ando haciendo mis pinitos con el bable: pingarata, afayadizu, furacu, gochu, fame, fesoria… Poco a poco voy incorporando a mi acerbo lingüistico asturianaes que ya hasta me salen solas, como un paisanu. Todas menos el dichoso ‘ho’ al final de la frase que en Asturies ye una muletilla inevitable. Y mira que lo intento, pero nada: “¿A qué andes, ho?” “¿Qué tal, ho? Y una vez, y otra, pero no logro darle el tonillo ni la cadencia, que es como axuntau a la última palabra, como dexáu caer de manera natural, espontánea y certera. Así que asumiré la condición de ‘asturleño’ para los restos, que una cosa ye pacer y otra parecer. ¡Cago’n mi mantu!

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