Publicado el: 17 Mar 2016

Los recortes dejan a oscuras a un pueblo de Trubia

El municipio apagó todos los puntos de luz salvo los cercanos a las casas, y los vecinos andan con linternas

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Rita Gómez y Nieves García, junto a uno de los puntos de luz.

Los vecinos de El Picayo, en las cercanías de Perlín (Trubia), andan con linternas en cuanto oscurece, «como si estuviéramos en los años cuarenta». Desde hace ya tres años los recortes llegaron a la pequeña localidad trubieca, con el apagón definitivo de al menos nueve farolas, las que iluminaban los caminos. El Ayuntamiento ovetense sólo deja encendidas las que están junto a las casas, pero los caminos quedan como boca de lobo. Rita Gómez, que vive en el pueblo desde hace cuatro años, va todas las tardes a casa de su amiga Nieves García, que reside allí «de toda la vida». Entre sus casas hay unos 500 metros, y ninguna luz. «Vamos varias allí a tejer y a estar un rato, y la verdad es que no vemos nada. Un día nos pasa algo», asegura Rita, que en un reciente viaje a Benidorm se compró un bastón con linterna, con el que anda por el pueblo. «Y me han regalado una linterna para llevar en la cabeza, pero así no podemos seguir. Somos personas mayores y no podemos estar sin luz», critica. Nieves García destaca que en otros pueblos cercanos se mantienen todos los puntos de luz encendidos «sólo para una casa, o para viviendas en las que sólo hay gente los fines de semana. Aquí están habitadas cinco casas. Nosotros colaboramos como todos, pagamos impuestos como todos, pero nos quitan la luz, y sólo se acuerdan de nosotros una vez al año, para desbrozar el camino. Y ni siquiera limpian la cuneta», lamenta. Hace dos meses a su marido le dió un infarto y como las vecinas no le cogían el teléfono acabó corriendo por la carretera a oscuras. «No sé cómo no me maté, no se veía nada de nada. Y yo soy muy miedosa, por si sale un jabalí, o algo».

Los vecinos de El Picayo piden que se restituyan los puntos de luz. «Están instalados, es sólo encenderlos. Si quieren ahorrar, que los apaguen a las doce de la noche, que ya no andamos por ahí. Pero aquí el invierno es muy largo y no podemos pasar todas las tardes a oscuras».

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La Voz del Trubia