Publicado el: 17 Abr 2016

[El valle escondido] Una historia de chalgas

Por Toño HUERTA, geógrafo

Revisando artículos anteriores me he dado cuenta que hemos visitado diversos lugares de los Valles del Trubia, hablado de muchos elementos históricos, culturales, naturales…incluso de alguna historia. En estas últimas me quiero centrar hoy, pues la cultura va mucho más allá de lo material. La memoria inmaterial de nuestra tierra, las tradiciones orales, son parte fundamental para entender lo que somos. Para ello me tomaré la libertad de transcribir, de manera textual, algunas de las leyendas narradas en una obra imprescindible para conocer la historia de Quirós; hablo de La Casa de Quirós, escrita por Vicente José G. García en 1958.

La sierra del Aramo (foto de Toño Huerta)

La sierra del Aramo (foto de Toño Huerta)

Las historias de tesoros, chalgas y chalguerus son muy frecuentes en todo el territorio asturiano, también en nuestros valles. Una de ellas fue narrada por un vecino de Chanuces, que cuenta como hace años, cuando la opulenta casa de Valdés Peón era, si bien noble, en modo alguno rica, vino un azar de la suerte a darle una enorme fortuna, tan grande como inesperada. Venía por el collado del cordal que separa Lena de Quirós, camino de Chanuces, una pareja de bueyes arrastrando un sardón o carretera cargada de espigas, cuando una “calzadura” arrancó con su parte delantera una losa del suelo, dejando al descubierto una caja cuadrada de piedra que contenía siete barras de oro. El carretero ocultó el hallazgo entre las espigas pero era tal su peso que a mitad de camino murió un buey.
En otra ocasión, un criado de la misma casa observó que una vaca parda, después de haber estado echada sobre la pradera de Los Pitos, se levantaba pintada por el lado que había estado en contacto con la tierra, y que al aparecer era el izquierdo. Al día siguiente se echó sobre el derecho y se levanto pintada de aquel costado. El señor, al conocer el extraño hecho, mandó excavar en el lugar y halló un tesoro cuya verdadera cantidad no se recuerda.
El Pozo de los Gancios
Entre los pozos y cuevas del Aramo, uno de los consideramos más profundos por los vecinos es el de los Gancios, llegando a decir la leyenda que comunica con el mar. En cierta ocasión un riosano quiso explorarla, para lo que se ató una soga que sus compañeros fueron dejando correr, encargándose él de avisarles mediante un tirón cuando quisiese subir. Pasaron las horas, después de haberse agotado la cuerda, sin que diese señal, y hasta tres días estuvo encerrado sin dar indicio de vida. Entonces los que tenían la soga comenzaron a izarla y con ella salió el hombre en estado inconsciente. El riosano quedó loco desde entonces, y en el resto de su vida sólo pronunciaba estas palabras, cuando alguien le preguntaba que había visto en el pozo: ¡Vi santos y cabezas de santos! Desde entonces, nadie ha repetido la azaña.

El Lago de los Tochos de la Cardosina
Entre los lagos que brotan en las praderas del pueblo del Aramo, existía antiguamente uno llamado de los Tochos de la Cardosina, por ser éste el nombre de la región donde estaba enclavado, el cual se haya hoy seco. Es fama que un criado de las casa de los Valdés Peón mandado por sus amos no bajar del puerto mientras hubiese agua para el ganado, y estando ya solo allí por ser el otoño bastante entrado, tuvo el ardid de secar el lago, que era el único que por aquella época tenía agua en cantidad suficiente. Para ello, fue minando un túnel a tal altura que fuese a dar al fondo de la laguna, por el cual pudiera discurrir las aguas y secarse la misma. Con tal acierto dirigió su excavación, que al poco tiempo el líquido elemento dejó de aflorar a la superficie, y nadie pudo saber jamás a dónde iba a desaguar. Aun hoy no ha vuelto a estancarse el antiguo lago, y en los Tochos de la Cardosina no hay agua para el ganado que en verano sube a buscar los pastos.

La fuente de doña Aldonza
Un vecino de Rodiles contaba la historia de una moza de Vil.lasante que todo los días tenía que ir a cuidar unos bueyes de su padre a Vallina el Lago. El padre observaba que los bueyes, todas las tardes, llegaban fatigados y como si no hubiesen comido nada; tras preguntarle a su hija, ésta le decía que nada más llegar al lago salía del agua una buey mucho mayor que los suyos y se peleaba con ellos todos los días. Ante esto, el padre le dijo: pues mañana vas poner un buen obreiru en la aguiyada y cuando salga lo pinchas bien. Así lo hizo la moza pero el toro, echando humo por las narices la cogió entre los cuernos y desapareció en el agua. Días después encontraron los corales que siempre llevaba en la fuente de doña Aldonza, así llamada en recuerdo de la hija de la señora de Vil.lasante.
Hoy nos llama la atención la inocencia de estos relatos, pero no debemos obviar que son parte de nuestra memoria y que, durante siglos, acompañaron a nuestros antepasados en sus noches ante el llar. He aquí este pequeño reconocimiento.

Comentarios:
  1. xixon dice:

    Historias que antaño se contaban al calor de la lumbre, cuando no había tantos canales de TV ni Internet. Una forma de cultura que, como tantas, se acaba perdiendo.

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