Publicado el: 08 Jun 2016

[Un madrileño en la corte del rey Pelayo] Como pegollos

Por Juan Carlos AVILÉS

Aún le recuerdo encaramado en la banqueta del chigre componiendo esa figura noble de aldeano aristócrata que le caracterizaba, con su camisa impoluta, sus tirantes, su boina, su bastón y su inseparable Chuli, compañero de fatigas y soliloquios.

juan-carlos-avilc3a9sA todos, en casa, nos encantaba charlar con él porque, a pesar de sus casi noventa tacos y los carajillos de más, tenía la cabeza bien amueblada y el fuste inalterado. Va para un mes que Evaristo, “Varistu”, el “güelo” de Teverga, el único habitante de Las Ventas, fue a parar con su coche al río dejándonos un hueco difícil de llenar y el corazón encogido. Era, como tantos otros “güelos” amarrados al paisaje y al paisanaje, un hombre de raíz, fiel hasta el final a la tierra que es su tierra y a la casa que es su casa. Y, también como tantos otros, los únicos y últimos reductos y salvaguardas de infinidad de pueblos pequeños anegados por las aguas de la indiferencia y el abandono. Y allí están, o estaban, aferrados a la fesoria y al carretillo, a las pitas y al escañu, a la berza y la patata, hasta que les llega su hora, hasta el último segundo de aliento mientras el panaderu siga pasando por su desvencijada puerta y el río por el valle. Y así Varistu en Las Ventas, Anselma y Josefa en Caranga Baxu o Vinda, la célebre, divertida e incombustible Vinda, en Caranga Riba. Eso en lo que a mí me alcanza, que uno ye un infiltrau de la capital, aunque casi ni me acuerde. A todos, y a muchos más, habría que hacerles un monumento como ellos lo fueron de la raigambre y el apego. Sólidos e indestructibles baluartes, como los pegollos, de lugares que se desmoronan igual que los hórreos y que tanto dieron, en otro tiempo, de hablar y de vivir. De seguir así, pronto se verán envueltos en maleza y escallos. Y nosotros en la estupidez cuando nuestros entrañables y soberbios guardianes de la memoria se vayan al otro barrio.

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