Publicado el: 24 Jul 2016

[Un madrileño en la corte del Rey Pelayo] Fábula del oso y del guaje

Por Juan Carlos AVILÉS

Andábanse Paca y Tola
dormitando en su cercado
mientras Furacu, cansado
de no dar ni pie con bola
rascábase zozobrado:

“¿Será verano o invierno,
porque si atiendo a este muermo
que me tie paralizado
debe ser más bien enero,
por más que diga el letrero
horario continuado”.

Y en eso llega un chaval
que de lo altu de la valla
le lanza, cual si metralla,
un pedrusco traicionero
que le da donde un paisanu
calaríase el sombrero.

“¡Cagu´n mi mantu, pendejo!
¿Que no ties más que facer
que mancarme el entrecejo?”
“¡Ah, mísero de mí!”,
clamaba cual Segismundo en la torre,
“con lo tranquilu que estaba
fartucándome de rabas
en otros tiempos mejores…”

Y es que no es lugar, lectores,
para tres osos de casta
que en vez de andar por el monte oteando el horizonte
y campeando a sus anchas
están cual mujer barbuda,
hombre bala o elefante
como en un circo ambulante
recreándole la vista
al ocasional turista
y haciéndoles la puñeta.
¡Pues menuda papeleta!

Moraleja:
En este mundo fangoso
Aun si plantígrado no eres,
Hombres, guajes y mujeres
No cansan de hacer el oso.

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