Publicado el: 25 Feb 2017

La importancia del relato

Por Ceferino FERNÁNDEZ SÚAREZ
Párroco de La Peral

Me siento, sencillamente, un feliz cura de pueblo; aunque de un concejo y de unos pueblos un tanto peculiares, con su riqueza y con su personalidad, pero también como un tropo importante y tan cercano al mismo corazón de Avilés. Y aquí vivimos bien, muy bien; aunque no desconocedores y muy conscientes de la complejidad de nuestra sociedad contemporánea.
Y aunque no todos hayamos oído hablar de esa tradición de la modernidad que ponía toda la confianza en la ciencia y pronosticaba el declive o la desaparición de la religión; y aunque tarde nos hayamos enterado de esa secularización llevada a un extremo (laicismo), hay muchos entre nosotros que ya ven la seculariación (las instituciones de la sociedad al margen de presupuestos religiosos) como un hecho innegable.
Pero, al pensar cómo con el tiempo el ateísmo materialista llevó a muchos al laicismo más agresivo (pues ya no sólo va contra la Iglesia, sino contra sus principios y valores) y cómo el pluralismo arrastró a ese relativismo que ahora encontramos en cada esquina, por todas las partes y en todos los momentos; sin embargo, yo sigo pensando que existe una secularización que podíamos llamar sana y necesaria. Y que hay un pluralismo social que debíamos respetar más; aunque con el pluralismo mental la gente ya se líe un poco más. Me dirás que qué tiene que ver todo esto con la campaña de Navidad que hemos hecho (“Dedica 10 minutos del día para hablar con tus vecinos”).Vayamos más despacio. La complejidad de nuestro mundo nos lo pone todo muy difícil. Pero, por otra parte, ¿quién lo tiene más difícil, el padre o la madre. el joven sin trabajo, el profesor, el político o el cura? Como cura, y sin meterme en teologías, pienso que las cosas nos deberían resultar más fáciles. Tiene que resultarnos más fácil el seguimiento de Cristo, el vivir nuestra identidad cristiana compatible con la vocación radical de crear un mundo más humano; el mirar con profundidad la condición humana que no es compatible con la renuncia al uso adulto y coherente de la razón creyente ni con la permisividad deshumanizadora o el relativismo nihilista.
Y no sé si lo haré con demasiada osadía, pero me permito mezclarlo abusando de ser en Illas padre espiritual y hermano de adopción a la vez. Y lo hago como un miembro más de este pueblo, comunidad también de narradores e intérpretes. Pienso que los relatos (¡qué bellos eran aquellos relatos habidos de vuestras esfueyas!) de nuestros mayores y el mío deben aportar fecundidad a los jóvenes que los apropien. ¿Cómo nuestros jóvenes podrán crecer y ser críticos si nuestros relatos están agotados?

No sólo en el chigre
Tenemos que hablar más, mucho más, entre nosotros, además de hacerlo en el chigre (¿de qué vas a hablar allí mientras escuchas Tele 5?). Hacerlo en nuestros soportales mientras esperamos el atardecer o a que vuelva la chica, en los atrios de nuestras iglesias, por la caleya mejor que desde la ventana. Ya hace unos años una persona muy sesuda nos dijo que había dos formas de discurso: proposicional y narrativo. Nuestras relatos se preocupan por la existencia y nunca están desprovistos de sentimientos. Dan significado anuestras vidas.
Si no hablamos ¿cómo podemos entendernos y comprendernos? ¿No resultarían después nuestros juicios o interpretaciones falsas? No tengo la menor duda de que nuestro hablar siempre revela el carácter fundamental de la experiencia humana. En Illas y en todo el Camín Real de la Mesa.

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