Publicado el: 04 Jul 2017

La contaminación en Trubia, 45 años después

Carlos Urdambidelus Aza

Médico

Este trabajo no pretende analizar con contenido científico los problemas de la contaminación atmosférica en Trubia, tarea que debe estar reservada a meteorólogos, geógrafos u otros especialistas, sólo se intenta comentar las experiencias personales sobre el tema.

“Se entiende por contaminación atmosférica, la presencia en el aire de materia o formas de energía que implique riesgo, daño o molestia grave para personas y bienes de cualquier naturaleza (Ley 38/1972) La presencia de contaminantes debe medirse en microgramos m3 de aire o en ppm.”

En el año 1972 recién terminados mis estudios de medicina y mientras esperaba la resolución de los concursos MIR (médico interno y residente), por sugerencia de mi primo el eminente Dr. Aza de Las Regueras (q.e.p.d.), gran cirujano, gran cazador y gran persona, me inscribí en los cursos de Diplomado en Sanidad en la Escuela Departamental de Oviedo y para finalizar y obtener el diploma, era imprescindible realizar un trabajo o memoria. En mi caso por indicación del director del curso me correspondió hacer un: Estudio y efectos de la contaminación atmosférica en Trubia.

En aquel entonces lo tuve que realizar con los “métodos corrientes” que tenía a mi alcance, no con los métodos científicos al uso actual. No debió de resultar del todo mal, porque me aprobaron con buena nota, tanto que mi mentor, Pipo, el Dr. Aza, me dijo: “Concho, te dieron la misma nota me habían dado a mi”.

Y ahora vamos a resumir el contenido de aquel trabajo. Lo estructuré en base a las características geográficas de Trubia, su población y costumbres, su industria, la agricultura y el río y sopesamos los efectos perniciosos de la supuesta contaminación atmosférica, sobre esas dianas.

Sabemos que Trubia es un valle por el que discurren los ríos Trubia, Nalón y a su salida el Nora. Se le atribuyen distintas interpretaciones etimológicas; citaré dos, una como “lo que está al lado del río”, y la segunda acepción que conozco, se vincula a un vocablo romano, “el trubiecu”, entendiendo por tal a una cuna o serón, en base a su morfología.

Por sus características y ocupaciones poblacionales era y sigue siendo un área industrial. De las industrias más destacadas tenemos la Real Fábrica de Artillería, Industrias Químicas de Nalón y la Industria Doy.

De las tres, la fabrica de artillería no debía de ser una preocupación en cuanto a sus efectos negativos sobre el medio ambiente. La información más adecuada sobre esta institución la obtuve de Rafael Anes y Germán Ojeda y la completé con lectura de la publicación realizada en noviembre de 1844 por el Comandante D. Francisco Antonio de Elorza.

Entre las muchas actuaciones brillantes de Elorza, hago referencia a dos. Una sería el refuerzo del encauzamiento de una derivación del río Trubia, dirigida al interior de la fábrica de artillería, para procurar energía hidráulica que movilizara determinadas turbinas necesarias para la fabricación y otra la implantación de altos hornos.

De los altos hornos no recuerdo más que uno y a propósito del mismo, pude hacer una consulta entonces, gracias a la amabilidad de un comandante y maestro de fábrica, que, consciente de mi interés sobre el tema, un domingo a la salida de misa de doce me presentó en la puerta de la iglesia de la fábrica a un capitán de ingenieros de Armamento y Construcción, conocedor de éstos temas, quien me dijo que: “Siempre que Ud. vea que hay vacas pastando alrededor de la chimenea de horno, es señal de que no existe contaminación”.

Eran criterios de antes. La verdad es que en Trubia nunca hubo muchas vacas en las que fijarse, pero las pocas que había, las de mi abuelo, cruzaban a diario la carretera para beber en la orilla del río Nalón. Cuando mi abuelo me llevaba con él al río tendría menos de cuatro años, después me enteré de que la razón de abrevar en ese agua era porque contenía riqueza en minerales.

La imagen de las vacas bebiendo en la orilla de los ríos es muy conocida en pinturas de autores famosos, a mi me gustan las de los pintores holandeses y la que más la que adjunto.

Con el abuelo Joaquin y las vacas abrevando en la orilla del río (año 1949). Según Carlos Urdambidelus Cabezas.

De las otras dos Industrias citadas en esos años del 72, la verdad es que no pude conseguir una amplia información en cuanto a los sistemas de control y emanación de productos al aire o al río.

Para tal estudio recuerdo que fui muy bien atendido por quienes tenían un cargo de responsabilidad de Sagarín y se me comentó el cómputo de material que elaboraban, de lo que tomé nota para mi trabajo. De la tercera industria no pude conseguir ningún tipo de información, pese a que me dirigí a la dirección expresando que realizaba un trabajo por orden de la Dirección de la Escuela Departamental de Sanidad de Oviedo, pero fueron inútiles mis intentos y aunque me citaron en dos ocasiones en una oficina de la empresa, no me dieron respuestas.

Esto me produjo cierta frustración, y así lo comenté con un grupo de amigos, jóvenes ingenieros de minas, con los que tomaba café. Uno de ellos, brillantísimo ingeniero me dijo: “No se respetan las normas ni de la altura que deben de tener la chimeneas de los hornos altos, ni de los filtros que se les deben poner”.

El río Nalón, entonces estaba sucio, sin peces o muy pocos, pero la mayor preocupación eran sus subidas de nivel y los desbordamientos que alcanzaban a la altura de la carretera de Avilés, cosa facilitada por el deshielo en el mes de marzo o abril, el desahogo de los embalses en las montañas y por el islote formado por el drenaje de cantos rodados, que abrió el cauce en dos brazos.

Uno de los brazos, el derecho, erosionaba entonces la carretera a la altura de una curva. Yo lo expresé entonces y más tarde en el año 96, en un comentario escrito, que le entregue a Fidel (q.e.p.d.) alcalde de barrio, para que se lo tramitara a la alcaldía de Oviedo, intentando que con su autoridad vigilara esa circunstancia por temor a que se hundiera la carretera. No sé lo que ocurriría con la carta, pero la carretera se hundió.

Me contaba el alcalde del año 72 -no recuerdo su nombre- que se emitía a la atmósfera polución desde las casas, ya que todas cocinaban con carbón, no había calefacción, pero lo peor era el mal uso de los deshechos, ya que todos iban directamente al río. Salvo ésta circunstancia poco o nada más agredían sus pobladores, al río, al campo o al ambiente. Indudablemente el valle de Trubia, desde Junigro al Furacón, es frío en invierno a reventar, hay mucha humedad, mucha niebla que no se disipa hasta después de las doce cuando sale el sol y lleva brillando varias horas en Sograndio, pero la salud de los trubiecos, pese a estos inconvenientes no parecía en aquellos años que fuese más quebradiza que la del resto de las poblaciones del entorno. Aún más, la información que obtuve entonces era que la mayor afectación medio ambiental sobre las personas se centraba en la zona de Soto de Ribera, con frecuentes faringitis, laringitis y trastornos similares que no fueron referidos de manera llamativa para Trubia, donde sí es verdad que bastantes años antes hubo una gran epidemia de tuberculosis, afortunadamente ya erradicada. De su buena salud puedo dar fe por experiencia personal, ya que mi madre María Luisa, falleció hace dos años a la “temprana” edad de ciento un años.

En Trubia entonces había más población que ahora, que se contabilizan unos 1.200 habitantes, frente a los 5.150 habitantes con los que tocó techo en el año 1960, asina taben les coses entós.

Pasaron los años, ahora soy un médico jubilado, pero además de mis ocupaciones fundamentales, seguí interesado en los temas medio ambientales; así estuve asociado a FAPAS o colaborando en algún tema con la Estación Biológica de Doñana, con lo que mantuve mi inquietud sobre el medio ambiente.

El río Nalón en sus 145 kms, merced a los trabajos de la Confederación Hidrográfica, ha ido mejorando sustancialmente su calidad, consiguiendo en sus tramos altos la vuelta de truchas, salmones y por supuesto nutrias.

Pero aquí nos referimos al corto trayecto del río entre Godos y San Pedro de Nora, o más concretamente, lo que va desde el Puente de Piedra al salto de San Pedro y aunque por parte de la Confederación Hidrográfica como hemos dicho, se hicieron trabajos de mejora de su cauce y riberas, persiste una isleta que progresa en su tamaño y empuja a las aguas hacia las casas cercanas e incluso a la carretera lo que constituye una permanente preocupación para los vecinos.

De como estaba y era el islote hace cincuenta y cinco años, lo sé yo muy bien, puesto que pasaba con facilidad montando a caballo a pelo y con una soga a modo de bocao, para coger en un saco piedras que sirvieran para decorar el arriate de una figal, las piedras ahí siguen de testigo. Apenas llevaba caudal el río por ese brazo incipiente y en la isleta, solo había jaramagos y hayas, ahora ha aumentado de tamaño y se defiende un interés ecológico. Lo tendrá, sé que hay patos, garzas, zorros, supongo que en ocasiones jabalíes y riqueza forestal y han vuelto los peces de los que las nutrias se alimentan. Yo la verdad no he visto ninguna, hablo de referencias de las que hay. Me dicen que los perros las deben ver u oler desde la orilla y ladran desesperadamente.

Aspecto de la isla en la riada del año 2007.

 

Por lo que he leído las nutrias tienen como costumbre comer sus presas sentadas en la orilla y vigilándolas los estudiosos del tema identifican a los peces que habitan el río.

Como he sido muchos años asociado de FAPAS, les hice una consulta y con su buen criterio me respondieron, que efectivamente la presencia de la nutrias es señal de buena salud de los ríos, pero que evidentemente ese no debe de ser el único cuidado.

Hasta aquí puedo decir del río, que no ha tenido mucha mejoría en Soto en mi opinión. De la salud diré que no he encontrado publicaciones que demuestren una incidencia de patologías concretas, que sea diferente o mayor a las de poblaciones cercanas.

En cuanto al impacto ambiental, en el mes de diciembre del 2015 comentaba con un eminente especialista de Respiratorio del HUCA cosas de la contaminación atmosférica, a la vez que dirigía mi mirada hacia Mieres, a Soto de Ribera, y mira por donde ese mismo día leí en un periódico regional una noticia sobre los parámetros ambientales en Trubia, que no eran tan malos, pero estaban tomados en Villar, que para quien no lo sepa eso está “arriba en la montaña” donde hace años también existió un sanatorio.

Lo que se aprecia en los informes es que el foco de atención actual se centra reiteradamente en los altos niveles de benceno en el aire, “que duplican los permitidos por la normativa española” y también por una elevada presencia de micropartículas en el aire.

En relación a ello también hay estudios de la Coordinadora Ecologista que cuantifican altas determinaciones de benceno, obtenidas a distintas horas, en distintos meses, con tiempo seco o lluvioso, y réplicas de la Consejería de Medio Ambiente.

Haría mal si presentándome como hematólogo no dijera que el benzol está suficientemente descrito como agente agresor de la médula ósea y vinculado con un tipo de anemia, la aplástica, más que con la mielofibrosis que he leído en algún artículo, pero es cierto también que en la etiología de éstas enfermedades influyen otros agentes concurrentes, de manera que las autoridades sanitarias sabrán muy bien sin duda, como valorar la situación.

Y de los árboles y cultivos digamos que hoy día se considera que hay dos grupos de árboles con interés forestal, uno en Cataluña y el otro, dicen, en el islote del río. Antiguamente Soto era un castañedo, hoy ya no. Lo único que digo es que en Soto de Abajo planté unos manzanos semienanos, nísperos, perales, cerezos, magnolios y algún otro, que produjeron durante unos años.

Luego las hojas de los manzanos amarilleaban, se quemaban y se terminó afectando al propio árbol, igual ocurrió con otras especies, nísperos, cerezos, magnolios y finalmente como esa zona fue de antiguo soto de castaños, creía que mis tres arbolitos de buena envergadura sobrevivirían, pero también se quemaron. Pensaba en principio que todo era por contaminación. Hoy revisando las lesiones de los castaños, creo que pudieron ser víctimas del “chancro de los castaños del soto”. Pero si nos fijamos en las imagen, vemos algún otro árbol con el tronco lesionado, así que algo debe de ocurrir. Por supuesto donde había cientos de árboles ya no queda más que pasto para burros.

Ya decía en la introducción que me acerco a estos temas no como experto, si no como persona interesada en la naturaleza. Es bien sabido que la contaminación atmosférica es un problema mundial y se trata en foros internacionales, pero también puede ser abordada como un problema local si se detecta una relación causa efecto.

Me pregunto hacia dónde se dirigen los vientos en Trubia, si van hacia el Furacón ¿sería interesante hacer allí también determinaciones?. Y si los productos tóxicos cuantificados en el aire se depositan en el agua del río ¿convendría también medirlos en Godos, en Soto y en el salto de Priañes? Entre tanto yo sigo en mi idea de que prefiero vivir en Trubia a vivir en Benidorm, pero mejor en verano, todo hay que decirlo.

 

Deje su comentario

La Voz del Trubia