Por el valle de Caranga a Teverga, en noviembre de 1866
Descripción del viaje de Proaza a tierras teverganas del candidato a Diputado a Cortes García Miranda
Por Loli GALLEGO
“Asturias es el país más hermoso de la tierra, vedlo y os convenceréis. Hago desde aquí la descripción del recorrido del Valle de Caranga a Teverga, que a mi juicio ofrece la perspectiva más agreste, más salvaje, más horriblemente hermosa que hay en el mundo, al menos de lo que he visto en Europa. Hago esta descripción con el temor más grande que se puede tener, el mismo que tuve cuando hablé por primera vez en las Cortes. Lo hago como un deber sagrado que me he impuesto cuando atravesé la Senda. Entre el 10 y el 15 de noviembre llegué a Caranga procedente de Quirós, hice el recorrido en coche pues ya estaba abierto el camino de primer orden desde Ventana a Trubia, ejecutado por el ingeniero francés D Gabriel Heim, cuyo fin era transportar el mineral de carbón a la fábrica de Trubia.
El anterior camino era una senda por la que no pasaban ni las cabras. Su obra inmortal será siempre el haber franqueado mediante un túnel una gran peña. Fue una gran obra de ingeniería sin precedentes, pues construyó un hermoso camino en un terreno infernal.
Mi intención era llegar a Teverga por el valle de Caranga. Por lo tanto dejé el coche y junto con un amigo de la infancia que me acompañaba, cogimos dos caballos del país y nos dirigimos a la famosa senda que comunica el valle de Caranga con Teverga; de la senda había oído muchas historias, pero todo era inferior a la realidad.
Comenzamos atravesando el río Quirós sobre un puente de madera tan rústico que no tenia ni barandillas. Entramos en un castañeo de muy bellos árboles y a poco llegamos a un molino que mueve el agua del río Teverga; pasado el molino, se entra o sale de la senda según se tome y desde aquí se descubre el valle que se va a pasar
Figúrense, este valle estrechísimo en cuyo fondo solo hay sitio para el río y a los dos lados dos murallas de cuarcita y a unos 100 pies sobre el río, una sendita abierta en la peña de no más de tres pies de ancho. Sin más vegetación que algún roble, haya, castaño o madroño.
Antes de abrir esta senda era solo dominio de los osos, cuyos vestigios se encuentran a cada paso: madroños desgajados que se ven en sitios inaccesibles que ellos rompen para comerse su fruto; el silencio que allí reina hacia el momento horrible, pero lleno de magia.
Siguiendo la senda hecha en muchos tramos de estacas clavadas en la peña subiendo unas veces, bajando otras pero siempre sobre el abismo de esta manera se andan casi tres kilómetros y es entonces cuando se pasa el río para tomar la senda en la parte derecha del valle.
La cuarcita se va haciendo más compacta y se sale por entre dos peñas, que el ánimo se sobrecoge al pasar pues una, la más alta, la de la izquierda, tiene por lo menos 200 pies de altura y está completamente inclinada sobre el río y sobre la senda: se llama la “Peña Negra”; se pasa el río entre las dos peñas por un puente; en el medio del río hay una roca, por debajo de la cual sale el agua con la fuerza de una esclusa; el puente, que es de madera, está fundado sobre ella que le sirve de tramo y forma con las otras dos y el río, un conjunto tan bello que uno si fuera pintor lo inmortalizaría, no es solo mía la opinión, es la de los ayudantes del general Prim, que acudieron este verano a una cacería de osos.
Antes de proseguir he de hacer notar la existencia de una cosa notable en todo el país, antes de salir de Peña Negra se ve salir del fondo del valle un magnifico roble de casi 100 pies de altura, que descuella entre los demás, es el roble de Olid., unos leñadores lo quemaron por la base y se ha quemado parte del tronco.
Finalmente salgo de este valle infernal, sano y salvo, pero todavía me queda antes de llegar a Teverga atravesar la capa de caliza. Aquí todo lo referido es nada comparado con lo que queda.
Pero ya que estoy en terreno más apacible voy a describir la capa intermedia entre la cuarcita y la caliza. Se acaban los precipicios, entra la senda de un pie de ancho en unos prados tan pendientes que me apeé del caballo, que aunque me había pasado por sitios tan malos esto era muy peligroso, pues el final de la caída era el río; hice bien pues el pobre animal le costó trabajo pasar y de haber ido juntos hubiera sido el final del viaje.
Desde allí y al otro lado del rio percibimos a una altura considerable unas casitas arrimadas a un peñasco, como para poder tenerse en pie. Es el pueblo de Bandujo, de donde es oriundo el señor Tamés Hevia, senador del reino y consejero de Estado.
Hay un puente de madera para el servicio del pueblo y un molino harinero a la cabeza del puente y al lado un peñasco formidable de caliza, que al pasar junto a él vi una hermosa flor de un azul celeste brillante, muy común en Asturias. la cogí para recordar este viaje; seguimos andando por una calleja entre prados, pero con tanto barro que trabajo nos costó salir y por este motivo perdí mi flor,me puse furioso por su pérdida tan preciada para mí.
A todo esto íbamos llegando a la parte más sublime y horrorosa de la senda, una peña de una gran altura y partida por el medio, por donde pasaba el río, siempre mugiendo por lo estrecho y apretado entre las dos peñas. Y a una distancia de unos 200 metros de altura, una cornisa de unos dos pies de ancho, hecha con estacas clavadas en la peña y sin pretil y en lo más estrecho una pequeña barandilla; esta es la senda al llegar a Teverga.
Al fin y recostado sobre una peña exclamé: ‘¡Dios omnipotente que a un soplo de tu voluntad creaste esta maravilla! Haz que pronto veamos esto desde un carruaje’; pues mi situación de candidato a diputado así lo exigía, esos eran mis sentimientos y cualquiera que por allí pase. Me acuerdo de mis amigos diputados Candau y Balmaseda y todos los diputados que creíais que en Asturias se gastaba demasiado, aquí os quisiera ver yo, después de pasar este espantoso desfiladero si seguíais pensando lo mismo.
Absorto ante la imponente grandeza de aquellas moles calizas y aterrado por el abismo que tenia a mis pies oigo la voz de mi compañero: ‘mira como boga mi tapa-bocas’. En efecto un golpe de viento se lo había quitado y fue a parar al fondo del río.
Durante un kilómetro seguimos caminando con la preocupación de no mover un pie hasta que el otro no estuviera seguro, la admiración por la belleza bravía que contemplaba hacía que mi compañero me cogiera por el gabán y me sacara del éxtasis. ‘Anda hombre,anda, que la noche se nos echa encima y el camino es largo y peligroso’.
Viene a mi mente el recuerdo de un buen elector mio, D. Bernardo Terrero, que había visto 24 horas antes, soltero, con instrucción, con 25.000 duros de renta, que vivía sin disputa en el peor pueblo de Quirós,p udiendo vivir en París, Madrid o Lóndres, al que yo le había dicho: ‘cuando vuelva a encontrar a algún cosmopolita,aquí lo mando para con este ejemplo se convenza de lo que es el amor a la patria’.
Canturreando la canción inglesa ‘Home, sweet home’ (‘Hogar, dulce hogar’) llegué al final de éste horrible paso y de la senda
El sitio a donde llegué es un mogote de 200 pies sobre el río, en que fue preciso abrir un desmonte para la senda entre cantos rodados y terreno de acarreo. Lo primero que ocurre es que por aquí ha pasado el río y mucho más alto todavía. Luego Teverga y como hijo de este país, me han llamado mucho sus angosturas o escobios, llegando a la siguiente conclusión. Estos escobios han sido abiertos por las aguas, después de la gran sublevación interior de las capas que tan extraordinariamente han transformado el terreno de Asturias y estas cedieron fácilmente porque fue durante el periodo incandescente. No fue efecto del trabajo de los ríos.
De todos los escobios este es el más notable de Asturias por su extensión y aspereza. Aconsejo al que no tenga una cabeza a prueba de vértigo que no se meta en él, pues fijo que acaba mal.
Nunca he sufrido de vértigo hasta el escobio de Teverga (conocido ahora como Valle Cerezales) y después de tanto horror un verdadero oasis; unos valles risueños con variadas producciones, como las peras que algunas llegan a pesar 36 onzas; ver la colegiata obra bizantina de los primeros años del cristianismo en Asturias, fundada por el marqués de Valdecarzana, cuyas armas ostentan las cien doncellas que se ven en varias partes del edificio. No se salgan de el sin ver un Nazareno con la cruz a cuestas que hay en la iglesia parroquial anexa a la Colegiata y que puede muy bien ser obra de Montañés o de Berruguete y que a mi juicio no tiene rival en España, como no sea el Señor del Gran Poder en Sevilla y que es obra de Montañés.”
Publicado en el Almanaque de 1866
Hasta aquí la descripción que el Señor J. García Miranda hace de la ruta que se seguía desde Caranga a Teverga por la senda descrita. Pues el camino de primer orden que permitía el paso de carruajes se abre entre 1902-1903.
AMPLIACIÓN
Para mejor darse cuenta de cómo era la ruta desde León a Asturias, las dos únicas entradas eran por Puerto Ventana vía Quirós – Proaza o por el puerto de la Mesa vía Linares a Grado, o a Oviedo. Por la de Oviedo no me extiendo en su recorrido, pero como transporte al llegar a Caces había que pasar el Nalón en barca.
La de Quirós había dos rutas, la de invierno y la de verano; la de invierno tenía como destino Proaza por la Collada de Aciera. La de verano a partir de Bermiego se hacía el recorrido por las Andruas, hasta llegar a Pedroveya y de allí a Oviedo. Tampoco me extiendo en este recorrido.
Lo que si queda demostrado, es que Proaza era un nudo de comunicaciones muy importante.
Magnifico artículo, Loli, muchisimas gracias
Fenomenal artículo. Felicidades por su publicación. Seguir en esa linea.
Saludos.