Publicado el: 09 Jun 2018

“Entramos amigos y salimos hermanos”

Una exposición del fotógrafo José Vallina conmemora, a partir de mañana, los 30 años del recordado encierro minero del pozo San Jerónimo, en Teverga

Imagen del encierro en 1988 (J. Vallina)

Fernando Romero/ Teverga

El 8 de junio de 2018 se cumplieron 30 años de uno de los encierros mineros más largos de la historia de Asturias, el que llevaron a cabo once trabajadores en defensa del futuro del pozo San Jerónimo de Santianes (Teverga). 24 días de lucha que tuvieron como resultado prolongar la actividad que había dado vida y esperanza a toda una comarca durante cuatro años más. La Casa de Cultura de Teverga, conmemorando esta efeméride, inaugura mañana domingo (11:30 horas) una exposición fotográfica que ilustra en imágenes como se vivieron aquellos días de incertidumbre y solidaridad.

Justo Cándido González García, José Servando Solís Vallado, José Luis Álvarez García y Arturo Álvarez Fernández hoy sesentones, tenían entonces entre 27 y 36 años. Juan José Gutiérrez Álvarez, que entonces era miembro del comité de empresa de Hullasa consiguió juntarles en San Martín 30 años después para recordar aquellos duros días en los que la minería asturiana se lo jugaba todo. De los once, cuatro ya murieron: Palacios, Laureano, Camblor y Pepe Carrea “y es justo recordarlos”, dicen emocionados.
“Se peleó lo humanamente posible. Entonces luchábamos unidos. Hoy algunos van a tener que sacar las patas de las alforjas. Ya nadie lucha, salvo los jubilados”, se lamentan, advirtiendo a las nuevas generaciones que sin lucha y sin unidad nada se consigue.
El encierro tuvo lugar en junio de 1988, en un contexto de huelga. “Entonces no hacía falta convocarla. Cuando llegábamos al vestuario si veíamos que los mineros más carismáticos estaban de brazos cruzados y sin cambiarse ya sabíamos lo que teníamos que hacer”, explican.
La negociación estaba atascada. la última asamblea, convocada como siempre en el cuarto de aseo, decidió que hasta que no se garantizara el futuro de la empresa, que requería de una importante inversión para ser rentable, estarían de huelga. Por su parte, la empresa decía que hasta que los mineros no entraran a trabajar, no había arreglo posible. Vía muerta.
Es entonces cuando once mineros deciden encerrarse. Paralelamente, se organizaron movilizaciones, cortes de carretera, barricadas y manifestaciones en toda Asturias. Mientras los once encerrados se preparaban para una larga temporada sin ver la luz del sol, las mujeres organizaban las acciones en el exterior, junto con el resto de los mineros y la solidaridad de otros compañeros de Hunosa, que convocaron huelgas y paros en toda la minería asturiana.
“Cada vez que programábamos una acción, llegábamos y estaba esperándonos la policía. Teníamos algún chivato dentro. Por eso decidimos hacer grupos autónomos que no tuvieran que explicar sus acciones en asamblea”, relatan. A partir de entonces las movilizaciones se radicalizan y ponen en jaque a las fuerzas del orden. “Llegamos a aislar Oviedo por todas sus entradas y salidas. Aumentó la propaganda y empezamos a salir en los telediarios nacionales”, recuerdan.
“Las mujeres en el encierro fueron una auténticas campeonas, dispuestas a todo tipo de acción y apoyo logístico. Llegaron hasta ver a la Reina y al ministro Fernando Morán y a cortar la calle Uría. Tuvimos a toda la policía asturiana en jaque”, añaden. También destacan el importante apoyo de todo el comercio tevergano y quirosano. “Sabían que ellos y nosotros nos jugábamos el futuro”.
Fueron 576 horas de encierro, bajo la tierra. Mucho tiempo. “Tuvimos que programarnos muy bien. Cada uno tenía una tarea que hacer. Acondicionamos un habitáculo en la sala de bombas del pozo. Teníamos tableros, colchonetas de espuma para dormir y todos los días nos traían comida de fuera. Unos hacían de camareros, otros achicaban el agua… jugábamos a las cartas o dábamos paseos por las galerías” relatan. Disponían además de un telefonillo para hablar con los familiares y recibían visitas de alcaldes, políticos, sindicalistas y, diariamente, del comité de empresa, que les informaba de las novedades.
En ningún momento flaquearon las fuerzas “aunque llegamos a tener afonía por la humedad y problemas de tensión. La verdad es que, como solíamos decir, entramos once amigos y salimos once hermanos”. Vieron la luz del sol de nuevo un día de vferano, el 4 de julio, con la esperanza de haber conseguido prolongar la vida de la mina, el trabajo y el futuro de los valles del Trubia. “La mina siguió abierta desde el encierro hasta 1992, aunque en 1991 ya veíamos la crónica de una muerte anunciada”.
Y aunque surgieron discrepancias de estrategia sindical, lo cierto, explican es que “todos teníamos un objetivo común, defender el puesto de trabajo, algo que no ocurre hoy, se perdió el espíritu de lucha”, lamentan.
Juan de la Torre no estuvo encerrado, pero siguió muy de cerca la movilización, como miembro del comité de empresa de la mina en esos años. Hoy es el guía que enseña a los visitantes las instalaciones del pozo. Sin embargo, en esta ocasión, va acompañado de viejos compañeros de trabajo y luchas, de Justo, de José Servando, de José Luis y de Arturo. Han llegado al pozo san Jerónimo y charlan entre ellos, discrepan sobre si el respiradero estaba allí o allá, recuerdan anécdotas mientras contemplan las fotografías que cuelgan en las paredes del taller, hoy rehabilitado para mostrar a los turistas.
Precisamente la exposición “Memoria de la minería Tevergana Hullasa 1988” se inaugurará este 10 de junio a las 11,30 en la casa de Cultura de Teverga con imágenes del fotoperiodista José Vallina.
Se quiere así recordar las luchas de la minería tevergana, auténtico pulmón económico de la comarca y cuyo destino tuvo que ver mucho con el abandono político y la mala gestión por parte de los empresarios, entre ellos Victorino Alonso. “En Teverga la gente no se olvida de nuestra lucha. Todos participaron y la memoria se ha transmitido de padres a hijos”, explican.
Hoy la niebla se posa sosegada sobre los frondosos y verdes bosques del entorno de Santianes. El silencio solo se interrumpe por el canto de los pájaros. Santianes es un tranquilo pueblo de montaña. nadie diría que hace 30 años era un bullicioso lugar con seis chigres.
“Los bares tenían varias máquinas tragaperras y sacaban más dinero que lo que cobraba un picador. Era increible”, explica Arturo Álvarez, uno de los encerrados que tras aquellos sucesos se puso a estudiar Derecho y hoy es abogado en Oviedo.
No olvidan y hacen para que no se olvide. Así en las fiestas del Carmen organizan un homenaje a la minería. Los dos últimos años, precisamente, el homenaje fue para algunos de los mineros que se encerraron en los años 1986 y 1988.

Los protagonistas, en la actualidad frente a la boca del pozo

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