Publicado el: 11 Jul 2018

[Entrevista] Ángeles Martínez, socióloga: “El silencio sobre la violencia de género en el campo estremece»

“En un pueblo aislado ¿cómo le dices a tu marido que te lleve a la Guardia Civil a ponerle una denuncia? Las mujeres de las áreas rurales lo tienen muy difícil”

La socióloga Ángeles Martínez

Lucía S. Naveros/ Oviedo
“A veces, tras escuchar a aquellas mujeres, no podía conciliar el sueño”. Ángeles Martínez lleva desde el año 2011 investigando la violencia que sufren las mujeres en el campo asturiano. Doctora en Sociología, el Ministerio de Agricultura publicó en 2013 su tesis doctoral. Ha desarrollado varias investigaciones sobre el problema, y en la actualidad, estudia cómo optimizar los recursos para frenar estas agresiones.
-Su tesis doctoral se titula ‘A dónde voy a ir yo’
-Es una frase que me dijo una de las mujeres que entrevisté para mi investigación. Había tenido una discusión con su suegra, en cuya casa vivía y trabajaba, y la cuñada comentó, no le hables así a ver si se nos va. Y la suegra dijo: a dónde va a ir ésta. Y era verdad: no tenía cómo salir de ahí.
-Parece que la violencia de género es un fenómeno urbano, apenas se habla de lo que pasa en las áreas rurales.
-El silencio sobre la violencia de género en el campo me parece estremecedor. En las áreas rurales asturianas, sobre todo en las del interior, hay un entorno y una cultura que facilitan este tipo de violencia, y los recursos son insuficientes, y llegan tarde.
-¿Qué la hace diferente?
-Un factor esencial es el aislamiento. Muchas mujeres no tienen carné de conducir, o acceso al único coche familiar. ¿Cómo le vas a decir a tu marido que te lleve en coche a ponerle una denuncia a la Guardia Civil? Sé de casos que para poder cursar una denuncia, la mujer tuvo que contar con la complicidad del personal del centro de salud. El marido la llevaba al médico, y allí a él le decían que esperara fuera, y dentro de la consulta estaba la abogada. A esos extremos se puede llegar.
-Junto al aislamiento, la falta de recursos económicos.
-Otro factor importante del control que facilita la desigualdad y es caldo de cultivo para la violencia es quién tiene el dinero. Me contaban, algunas, que tenían suerte, porque ellas le pedían dinero al marido, pero otras tenían que pedirlo al suegro. Porque en algunas zonas rurales de Asturias sigue imperando el mayorazgo, la familia extensa en la que la mujer va a la casa del marido, y allí convive con los familiares de él. Se dan situaciones de violencia familiar, en las que es la suegra la que disciplina y controla a la mujer. El ciclo es: crear primero sujetos dependientes, sin propia capacidad para moverse, sin dinero propio; después, a través de pequeñas violencias y abusos que forman parte de la cultura, y que las mujeres muchas veces ni siquiera ven, se convierten en sujetos subordinados. Eso genera relaciones de pareja desiguales, en los que la mujer pasa a ser un sujeto poseído, como una propiedad del marido. Recuerdo el caso de una joven de Gijón que se trasladó a la zona occidental porque se quedó sin trabajo, y allí su marido sí tenía. Se incorporó a la casería familiar, y acabó cuidando hasta el ganado, a los ancianos, pero no tenía nada propio. Le pregunté si tenía algún espacio para ella: la cama y la cuna, nada más. Es un modelo de familia tradicional, que yo llamo familia autoritaria, que puede facilitar este tipo de violencia y deja a las mujeres muy indefensas, aunque también he encontrado a muchas capaces de mantener relaciones en términos de igualdad con sus parejas.
-En casos de maltrato vivir en una pequeña comunidad debería ayudar a la mujer a estar más protegida, ya que todo el mundo se conoce.
-Es al revés: la pequeña comunidad hace más difícil dar el paso de denunciar. Está muy arraigado que son problemas privados. Al conocerse todos los vecinos, ir por ejemplo de testigo a un juicio puede poner en peligro al que se decida a hacerlo. El silencio sigue imperando.
-Dice que muchas no detectaban las violencias.
-Las pequeñas violencias, los micromachismos que sirven para disciplinar e impiden una relación igualitaria, a muchas les pasan desapercibidas. Recuerdo a una mujer que cuidaba a los cerdos, la huerta, trabajaba todo el día, pero era él quién decidía en qué se gastaba el dinero. Eso es violencia: se apropiaba completamente de su trabajo. Otra que no podía usar ella el dinero: tenía que pasar después el marido a abonar las compras, como si fuera una niña menor de edad, pese que no paraba de trabajar de sol a sol.

“España es una democracia
patriarcal,
se ve en el caso de la manada”

L. S. N./ Oviedo
Ángeles Martínez está convencida de que es antes de llegar al Juzgado cuando hay que frenar los ciclos de la violencia. “Hay que investigar e intervenir antes, no se puede parar un problema así a golpe de Código Penal, donde tienes que demostrar lo que ha pasado, si te ha pegado, exhibir pruebas. Estamos en una democracia patriarcal, donde los tres poderes, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, son patriarcales, se ha visto con claridad en el caso de la manada. Por eso no se toma el problema en serio y no se adoptan las medidas y se asignan los recursos necesarios”.
-Usted está investigando cómo optimizar los recursos para atender a las mujeres en las zonas rurales de Asturias.
-Sí. Lo hago por mi cuenta, sin apoyo alguno del Instituto de la Mujer. Hay centros asesores de la mujer con muy poco personal que atienden a cuatro o cinco concejos. Hay que investigar para saber qué está pasando, y analizar las intervenciones imprescindibles para frenar ese caldo de desigualdad que crea la violencia. No es sólo abrir casas de acogida: hay que facilitar recursos para que las mujeres puedan acceder al trabajo y a la educación, a la autonomía personal, en igualdad.

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