Publicado el: 20 Oct 2018

De la esclavitud a la explotación laboral

 

Por José Manuel R. ANTOMIL

Leía, hace unos días, en un diario regional, la historia de un chaval en su enésima entrevista de trabajo. Esa historia puede aplicarse a miles de jóvenes que buscan un puesto de trabajo y que salen defraudados de esas entrevistas que poco tienen que ver con su cualificación y mucho que ver con que sean sumisos y que desconozcan o no reivindiquen sus derechos.

Como en casi todas las ofertas de trabajo, el primer mes no es remunerado y caso de ser seleccionado sería a media jornada. Vamos, como dice el rancio en una serie de televisión: 12 horas. En resumen, esclavos del siglo XIX en pleno siglo XXI. Por suerte, el muchacho no estuvo dispuesto a traspasar las más elementales líneas rojas de dignidad y se levantó de la entrevista. Le faltó una cosa: denunciar a la empresa en cuestión. En su alegato final, este chico pide a la juventud que salga a la calle con la ayuda de los mayores para reclamar un futuro digno.

Mira joven, los mayores ya hace tiempo que salimos a la calle para reclamar unas pensiones dignas y se da la circunstancia que somos los mismos que hace muchos años también salimos a la calle reclamando nuestros derechos laborales y sociales, que por cierto no nos salieron gratis. Aunque muchos se jactan de que aquellos años de transición fue ejemplar, lo cierto es que por el camino han quedado varios compañeros. Que no se nos olvide la matanza de atocha o la muerte de aquel camionero durante una brutal huelga del transporte.

El otro día leía también unas declaraciones del presidente de FADE y de OTEA, quejándose de la falta de profesionales. Miren señores, profesionales sí hay, pero hay que pagarles, no pretendan ustedes que enfermer@s, abogad@s, ingenier@s, mecanic@s, soldador@s, camarer@s de sala, camareras de piso, etcétera. trabajen 10 ó 12 horas por menos de mil euros. Ustedes no son empresarios: son explotadores del siglo XXI. Y puedo poner un montón de ejemplos.

Cuando el Señor Sánchez, don Pedro, recorrió España reclutando apoyos que lo auparon nuevamente a la secretaria general del PSOE (de donde nunca tenían que haberlo echado, de la manera que lo hicieron), una de sus promesas una vez que llegara al poder sería la derogación de la reforma laboral. Su delfín llariego me lo prometió en su visita a Belmonte de Miranda, pero todos sabemos que en política, las promesas son eso. Aduce el Sr. Sánchez que es imposible, pues no reuniría los apoyos suficientes… y me convence, pero he de recordarle que para acabar con la esclavitud laboral basta con poner en marcha los mecanismos de los que dispone el gobierno, a saber: las inspecciones de trabajo, de Seguridad Social, etc. Hasta ahora esas inspecciones solo persiguen al pequeño autónomo, ese que crea su propio puesto de trabajo y con suerte dos o tres más. Estos si que son los grandes empresarios.

Sin embargo, tratan con total impunidad a las grandes multinacionales, a los grandes almacenes, a las grandes cadenas de alimentación, a las grandes cadenas hoteleras y de restauración; estos si que no son empresarios, son, en el adjetivo más benévolo, burgueses comparables a los de los siglos XVIII y XIX. Otro mecanismo del que puede echar mano es exigir a las empresas que prestan servicios para las administraciones públicas, que cumplan la normativa laboral vigente en cuanto a salarios y horario laboral se refiere. Es más, yo le aconsejaría la prohibición de subcontratas, pues a mi entender, además de la explotación laboral redundan negativamente en la calidad de las obras a realizar.

Volviendo a los jóvenes y pensionistas, decirles que solo en la calle ganarán la batalla de la dignidad laboral y de las pensiones, sin dar un paso atrás en las conquistas logradas, al menos es lo que decía Luther King a sus seguidores en su último discurso. Quienes llenamos las calles de jóvenes y las seguimos llenando en el ocaso de nuestras vidas, seguimos teniendo muy claras las palabras del comandante Guevara «vale más morir de pie, que vivir arrodillado».

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