Publicado el: 15 Dic 2018

Almeida: «La falta de memoria nos convierte en una democracia débil»

«Soy abolicionista de la prostitución; mientras haya hombres que pueden comprar el cuerpo o el vientre de las mujeres, todas estaremos sometidas a ser una posesión»

Cristina Almeida y Mónica Lavilla, ayer en Grado/ Foto Sánchez

L. S. Naveros/Grado

Cristina Almeida (Badajoz, 1944) habló ayer en Grado, ante una capilla de Los Dolores abarrotada de público, de la memoria histórica, la Transición y la salud de la democracia española. Abogada y feminista, con un papel destacado en la defensa de los derechos de las mujeres, estuvo presentada por Mónica Lavilla, que en 1979 fue la única mujer que se presentó y logró ser concejala en el Ayuntamiento de Grado. Ambas están unidas por esa experiencia, ya que Almeida también llegó a ser concejala ese año, en Madrid con Tierno Galván. En esta entrevista, la abogada extremeña analiza el momento político español y la salud del feminismo.

-Su charla se titula ‘La memoria machacada’. ¿Porqué?

-Hablo de la memoria machacada porque ha habido una falta de reconocimiento de nuestro país a las personas que lucharon por la democracia. Se cumplen 40 años de la aprobación de la Constitución, y hay un enorme desencanto político, la democracia ha perdido fuerza, este debilitamiento se ha producido en parte por la falta de reconocimiento a esas personas que lucharon tanto tiempo por las libertades. Ese olvido nos ha debilitado, el reconocimiento de ese pasado no es solo memoria, es prevenir el futuro.

-Estamos viviendo un resurgimiento de la extrema derecha, con el crecimiento de partidos como Vox. ¿Lo relaciona?

-Creo que en concreto con Vox tiene poco que ver. Vox no es nuevo, es algo que ha estado siempre, sólo que dentro del PP. Sus líderes han crecido en el PP, han sido financiados por fundaciones del PP…Han visto una oportunidad en la escena internacional y se han independizado. Es más fácil que crezcan estos fenómenos en una democracia débil. No nos damos cuenta de lo que significó la Transición, un mundo de alegría y libertad, y ahora hay un gran desencanto. Si no somos conscientes de lo que tenemos y de lo que costó conseguirlo, si no tenemos memoria, no podemos tener una democracia fuerte. En una democracia fuerte no crecen estos fenómenos.

-¿La Transición, con sus pactos, es en parte responsable de ese olvido?

-Para mí la Transición fue un momento clave, pero han pasado 40 años de democracia, y hay que meditar. La Constitución no es ningún ladrillo que no pueda ser reformada para ajustarla a la realidad. Creo que determinados derechos que nos ha costado mucho conseguir, y que son colectivos, de toda la ciudadanía, no del gobierno de turno, deberían estar blindados en el título II, ser exigibles en los tribunales. El derecho a la sanidad pública, a la educación, las pensiones. Son de los ciudadanos.

-Usted fue una destacada feminista cuando las mujeres españolas apenas tenían derechos. ¿Qué le diría a Vox, cuando afirma que la ley de violencia de género discrimina a los hombres?

-Vox tiene de representante en Andalucía a un juez condenado por prevaricar en un juicio sobre la custodia de un menor. Nos ha llamado piojosas a las feministas. Creo que con eso está todo dicho, se retratan solos. Hay valores de derechos universales que no se pueden negar a las mujeres. Porque las mujeres seremos muy malas, pero es a nosotras a las que nos asesinan.

-¿Cómo ve la nueva ola del feminismo?

-Creo que el feminismo es una carrera de relevos, es una lucha que llevamos siempre. Yo dejo el relevo a las que llegan, y como ya tengo artrosis en una rodilla, pues en vez de irme andando a la plaza de España a una concentración, me puedo quedar en casa. Las mujeres de la República lucharon y consiguieron muchos derechos que luego perdimos en el franquismo. Porque ellas fueron, nosotras somos y otras serán. Cada una hemos dado la parte que nos corresponde. A mí me ha tocado luchar por la igualdad de derechos. Los hemos conseguido, ya somos iguales ante la ley. Ahora, toca cambiar las mentalidades de los que nos negaron esos derechos, hasta conseguir una sociedad en la que no haya que estar peleando por la igualdad, se de ésta de forma natural, sin necesidad de cuotas porque si no las pones se borra a las mujeres…Yo en 1967 no podía ser jueza, por ejemplo. Se ha avanzado  mucho, pero hay que seguir: tenemos derecho a estar seguras en la casa, a no tener miedo, a poder ir por la calle, a que no se niegue nuestra sexualidad y se sustituya por una sexualidad pornográfica, que es lo que esta sociedad está enseñando a los jóvenes. Es un combate y lo estamos ganando, sin agresividad.

-El movimiento feminista está dividido ante la prostitución, a raíz del intento de legalización de un sindicato de trabajadoras sexuales. ¿Qué opina, regular o abolir?

-Yo soy abolicionista. Mientras haya hombres que pueden comprar el cuerpo o el vientre de las mujeres, todas estaremos sometidas a ser una posesión. Una mujer que está en trata, que no entiende ni el idioma, que no tiene papeles, no está en situación de elegir. Es difícil ponerse en sus zapatos, porque es una vulnerabilidad tan extrema. Hay en los campos de refugiados mujeres en completa desprotección, que están siendo explotadas para sus compañeros, perseguidos y que huyen, pero que hacen cola frente a la tienda donde están estas mujeres, y pagan al hombre que está en la puerta. Creo que es terrible. No considero que el sexo sea un trabajo, no quiero una FP que enseñe a nuestras niñas a prostituirse bien. La prostitución es algo que nos persigue a todas. Dicen que es el oficio más antiguo, la esclavitud es más antigua, y acabamos con ella.

Público asistente a la charla, organizada por la concejalía de Cultura en colaboración con la Asociación de Memoria Histórica y la Asociación Cultural Valentín Andrés/ Foto Sánchez

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