Toño Huerta y Antidio Martínez publican «La forja de un valle», un estudio de la minería y la siderurgia en Trubia, Santo Adriano, Proaza, Quirós y Teverga
L. S. / Trubia
Sobre todo carbón, pero también hierro, y hasta fluorita, plomo o cobre. Los Valles del Trubia, conocidos hoy sobre todo como zona de bellísima naturaleza y territorio osero, son en realidad una de las cuencas mineras más relevantes de Asturias. En ese pasado minero han buceado los geógrafos Toño Huerta y Antidio Martínez, que acaban de culminar siete años de investigación con la publicación del libro “La forja de un valle, historia minera y siderúrgica de los Valles del Trubia”. El libro acaba de salir de imprenta y se presentará este mes.
Para la investigación, Huerta y Martínez bucearon en los documentos del Archivo Histórico de Asturias, “pero también en otros como el del Museo del Ferrocarril o de los propios Ayuntamiento. Para hacernos una idea, tan sólo de la empresa Hullasa la documentación existente está guardada en más de 400 cajas”. Completaron el trabajo de documentación con bibliografía, entrevistas personales con empresarios y trabajadores mineros y trabajo de campo para visitar diversas instalaciones, bocaminas y demás vestigios que aún se conservan en el territorio.
Recopilaron así una historia que se remonta a la Edad de Bronce, “hace más de 4.000 años, cuando se explotó el cobre en el Aramo; o a la época romana, con vestigios en Santo Adriano o Proaza”. Pero la historia de la minería moderna en los Valles del Trubia arranca en el concejo de Santo Adriano, en Castañeo del Monte, “cuando en 1796 la Fábrica de Armas de Trubia explotó las minas de hierro. En Quirós la explotación comenzaría de la mano de Compañía de Minas y Fundiciones de Santander y Quirós a partir de 1860 y en Teverga sería la Sociedad Minas de Teverga a partir de 1900”, señala Huerta.
Fundamentalmente se explotó carbón con la denominada minería de montaña, es decir, “a través de galerías que se excavaban buscando las capas de carbón desde el fondo del valle hasta las cumbres, con diversos pisos en los que existían bocaminas; todo ese complejo se comunicada a través de trincheras, planos inclinados, cables aéreo, a veces con ferrocarril, otras con mulas. En todo el valle solamente existe un pozo vertical, el de San Jerónimo, en Teverga, cuya caña se empezó a construir en 1958. También fue importante la minería del hierro en la zona de Quirós, con yacimientos como el de los Llamargones, que llegó a ser el principal de Asturias en la segunda mitad del siglo XIX, o el de Castañedo del Monte, en explotación desde finales del XVIII. También se beneficiaron yacimientos de fluorita, plomo o cobre, pero casi de manera testimonial, varios de ellos en Proaza”, relata el geógrafo e historiador trubieco.
El libro repasa la historia minera de los cuatro concejos, hasta el cierre de las últimas minas en la década de 1990. “Hablamos de más de doscientos años de historia minera e industrial en la que se extrajeron del subsuelo de los valles del Trubia más de seis millones de toneladas de carbón y cerca de seiscientas mil de hierro”.
Un aspecto singular de la minería de los Valles es que no crearon poblados mineros como tal, en contraste con lo sucedido en la cuenca minera del Nalón o el Caudal.
“Aparte del núcleo fabril de Trubia, no existieron poblados mineros como tal. Sí edificaciones aisladas o barriadas ya durante la dictadura, como la de Santa Bárbara, en San Martín de Teverga. Pero el vínculo con la minería ha sido muy fuerte, ha marcado la sociedad de estos valles donde la mina siempre estuvo muy presente, tanto en los episodios más drásticos (hablamos de más de 120 fallecidos en las minas del valle del Trubia) como en la sociedad que se generó en torno a ella”, relata Toño Huerta.
La columna de esta cultura común estuvo en el ferrocarril minero, que durante casi 90 años comunicó este espacio. “Hoy en día podemos hablar de un paisaje cultural con un importantísimo y muy valioso patrimonio industrial no siempre valorado y mucho menos protegido”.
La relación de las minas con la industrialización es directa. “Si tenemos en cuenta que en Trubia se inició la industrialización asturiana y que esta factoría poseía minas en Castañeo del Monte, queda claro que la relación es directa desde el primer momento. Posteriormente con el desarrollo de la cuenca de Quirós, donde se creó un modelo siderúrgico integral articulado en torno a importantes yacimientos de carbón e hierro, esta zona estuvo llamada a ser uno de los principales focos industriales de la región, sobre todo si se llega a construir el ferrocarril hacia la Meseta por este valle, como se planteó, aunque al final se hiciese por Pajares. Ya en el siglo XX, en la cuenca de Teverga, nació la gran empresa minera de los valles del Trubia, Hullasa, que llegó contar con casi 900 trabajadores a mediados del siglo XX”. Una historia industrial que no perduró, que deja una historia de lucha obrera y de conquistas sociales y que puede rastrearse al detalle en el libro, de 618 páginas, con fotografías, que edita Trabe.
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