Publicado el: 25 Ene 2019

Peñaflor se recupera de la riada

Los vecinos y los servicios municipales limpiaron durante todo el día el barro acumulado tras la inundación

Óscar Salas, señalando a dónde llegó el agua ayer. En amarillo, la marca de la inundación de 2010.

Redacción/Grado

Peñaflor, en el concejo de Grado, está acostumbrado a sufrir, cada cierto tiempo, subidas del río que anegan las casas más cercanas a la ribera. Una situación que se ha repetido estos días, cuando varias familias tuvieron que pasar la noche refugiados en el local del centro vecinal, y otra fue realojada por los servicios municipales en un hotel del centro de la villa. Ayer a media tarde se retiró el agua, dejando tras de sí un lodazal que los residentes han ido limpiando, con el apoyo de personal municipal en las vías públicas. A media mañana, Concha Fernández ya había logrado limpiar la planta baja de su casa, baldeando el suelo y colocando en alto todos los enseres. Con su padre de más de 90 años de edad en el piso de arriba, la familia optó por pasar la noche de la inundación en la misma vivienda, para no tener que trasladarle, «ya que si lo trasladábamos podía ser peor». Aunque el agua no llegó a los niveles de la riada de 2010, «ahora el agua tarda más en retirarse». de la misma opinión son otros vecinos del pueblo, que achacan el embalsamiento del río a unas obras realizadas por la Confederación Hidrográfica tras la trinchera del ferrocarril, precisamente para prevenir avenidas, y que se acometieron tras la inundación de 2010. «En Peñaflor siempre hubo riadas, pero el río crecía y luego se iba. Ahora el agua se queda como una piscina, tarda más en marchar», asegura otro vecino, Óscar Salas, al que se le inundó el taller, afectando a distinta maquinaria. «Aquí de siempre ha habido inundaciones. Se dice que hace muchos años tenían que atar los hórreos para que no marcharan con el río, y cuando bajaba el agua quedaban dentro truchas y salmones. Pero ahora han construído ese mogote ahí -señala el talud construído por la Confederación al otro lado de la trinchera de Feve- y esto se convierte en una piscina. El agua entra por los sumideros, saltan las tapas de las alcantarillas, y luego tarda mucho en bajar». De la misma opinión es su vecino, que pasó la noche en el local de la asociación mientras sus familiares directos se trasladaban a un hotel. «Quedamos para vigilar un poco, porque quedaba todo abierto». Pasada la tormenta, queda el trabajo de limpieza, los daños y la sensación de impotencia.

Peñaflor, tras retirarse el río

Concha Fernández, a la puerta de su casa, ya limpia de barro

 

Operarios municipales limpiando de barro el pueblo

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