Publicado el: 18 Feb 2019

Pepín el de Las Cortes: «La necesidad aguzaba la inteligencia, hay más bobos ahora»

«Antes había gente muy hábil, con una ironía tremenda, y se sabía sacar el máximo provecho a la naturaleza sin destruirla»

Gerardo Alonso, a la izquierda, junto a los participantes en el ‘filón’ del pasado viernes/ Esther Martínez

L. S. Naveros/Grado

José Gerardo Alonso, Pepín el de Las Cortes o el maestro, tenía unos 12 años cuando empezó a acompañar a los paisanos de Ambás al «filón», como se decía en el concejo, reuniones en las que los vecinos, mayoritariamente hombres, se reunían en alguna casa para hacer más cortas las largas noches del invierno. El pasado viernes Gerardo el maestro, acompañado de Xosé Ambás, compartió la vieja tradición con el público que abarrotó la capilla de Los Dolores, un encuentro organizado por la concejalía de Cultura, la asociación Valentín Andrés y el archivo de la tradición oral d’Ambás, dentro del ciclo ‘Voz na maleza, quédame la palabra’.

-¿En qué consistía la tradición del ‘filón’?

-En invierno, cuando se acababan las labores y se terminaba de muñir les vaques, los paisanos se reunían en alguna de las casas, porque oscurecía muy temprano. Era distinto en los pueblos donde había chigre.

-¿Iban también mujeres?

-No era lo normal, estaban las de la casa nada más. Era una tradición diferente a la que se hacía en el siglo XIX en torno al filado, cuando las mujeres se reunían filando y los mozos iban pa con ellas. Pero luego más tarde, lo último que yo ví, eran sobre todo paisanos, al acabar de trabayar, en invierno. Las mujeres no acababan nunca, siempre tenían quehacer. Yo iba precisamente en Ambás, tendría 12 o 13 años, iba al filón con los paisanos, la mayoría hombres. Se iba a las casas que tenían un talante más agradable, a los dueños tenía que prestarles también. Salían allí conversaciones y cuentos, historias antiguas, aventuras de las personas más famosas de los pueblos. Hoy día todo eso desapareció. No había televisión, la transmisión era oral. Así que unos a otros se contaban cuentos e historias, unas reales y otras ficticias.

-¿Cuentos de miedo, de risa?

-En Grau más bien de risa, a veces tragicómicas. Siempre había detrás miserias, la guerra de África (nadie decía entonces la guerra de Marruecos), la emigración, historias de alguno que había marchado a México. También a veces de fantasmas, del diablo…

-En asturiano, que se está perdiendo, lo mismo que se está perdiendo el sentido del humor con la retranca típica de aquí…

-Sí, se hablaba en asturiano. Y de retranca… había gente muy hábil, con una ironía tremenda. Ahora ya casi no queda gente así, tan fina, porque te lo dan todo mascado. Las burlas eran muy elaboradas, tremendas.

-¿Lo que se llama ‘correr la galga’?

-‘Correr la galga’ es muy de Grau, pero más moderno, quizá de los años 60. Había paisanos que parecía que estaban cayendo en la burla, que se dejaban tomar el pelo, y al final, dejaban caer alguna cosa que daba a entender que eran los otros los que habían picado, el burlador burlado.

-Porque la cultura urbana vendió a los vecinos de los pueblos como «paletos», pero de paletos nada.

-Hay más bobos ahora. La necesidad aguzaba la inteligencia. Los conocimientos, la experiencia que se tenía de la naturaleza y de cómo cuidar las cosas a largo plazo eran increíbles. Se tenía un sentido de la continuidad que ya no hay. Se injertaba un castaño para que los fíos y los nietos pudieran comer el fruto, porque se había recibido también un castaño injertado por el güelu. Ahora oí de uno que quería comprar un piescal, y cuando le dijeron que no daría fruto hasta dentro de tres años, dijo que entonces nada. Lo quieren todo ya, en lo inmediato. Antes los paisanos tenían paciencia para esperar.

-Se pierde ese sentido del tiempo, como se pierden las palabras.

-Las palabras son únicas, con sus matices, con sus giros, muchas no tienen traducción exacta, así que se va perdiendo todo un mundo.

-¿Cree que la cooficialidad impedirá esa pérdida?

-Creo que hay que luchar a toda costa por mantenerlo. Está pasando lo mismo que en otras lenguas, que como no va a haber veinte asturianos, se normaliza, y los que oíamos hablar a los vieyos a veces oyes giros que no reconoces, que no son tuyos y te caen como una patada. Lo ideal sería que independientemente de que hubiera un asturiano oficial, se conservaran las variantes.

-¿Y cómo ve la situación actual?

-Se banaliza todo, quitan la filosofía de las escuelas, no se debate, todos corren detrás del dinero… ¿estamos más contentos, nos hace más felices? Es complejo, mucho habría que hablar. Tanto o más que la pérdida del lenguaje, siento la pérdida de las maneras de entender la naturaleza y saber convivir con ella sacándole el máximo provecho, y sin destruirla. Se hicieron las cosas muy mal, urbanitas que creen que lo saben todo y no saben nada. En el campo asturiano se tomaron muchas medidas sin pies ni cabeza. Una idealización del paisaje que se olvidó de que ese paisaje lo mantenían los paisanos. Así que el monte se convierte en una selva, y luego llegan los incendios, y la Confederación Hidrográfica multa si te llevas un tronco de la ribera, no deja tocar nada y está todo abandonado, y cuando llueve un poco se desborda. No se profundizó, no se tiró por los pueblos, no se escuchó a los paisanos, que ahora si pueden también hacen trampas. El paisano ya se acabó. Hay algunos jóvenes, muy pocos, que están empezando a valorar las cosas buenas del campo, la tranquilidad, la serenidad.

-¿Cree que es posible un retorno?

-En otros sitios se está haciendo, ocurre en países de Europa. Con las comunicaciones que hay ahora, con conexión, con carreteras, es una calidad de vida que no hay en ninguna ciudad.

-¿Usted dónde fue maestro?

-Yo empecé en Quirós, allí fue mi primera escuela. Luego en un pueblo de Tineo. Estuve cuatro años en Tenerife, y luego volví a Asturias, a Ibias. De allí a Grau, a Pravia, Cornellana, Somiedo, otra vez aquí. Y aunque estoy jubilado, sigo vinculado con los alumnos a través del Aula Vital, enseñando energías renovables. Es un proyecto que parece invisible, que no visita ninguna autoridad de la Consejería de Educación, pero que es único en España y como pasa tantas veces se valora más fuera, en el Norte de Europa, que aquí, que lo tenemos al lado.

-Tras toda una vida dando clase, sobre todo en la zona rural, ¿cómo lo ve?

-No se metió dinero en el campo, porque quedábamos pocos y no dábamos votos. Ahora la situación es muy difícil. Si tengo que hacer un balance, digo que hemos fracasado en la educación. Hay una minoría de jóvenes muy preparados, muchos de ellos trabajando fuera del país, y una gran mayoría a los que permitimos que les educara la televisión. Falta sentido común, se banaliza todo, sin matices.

Encuentro del pasado viernes/ Foto Sánchez

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