Publicado el: 07 May 2019

Así nos va en nuestros pueblos

Por Severino A. HEVIA

Primero agradecer a Esther Martínez su genial artículo “Pepe Fernández” publicado en este mismo espacio de La Voz del Trubia, porque más que un artículo periodístico es la fiel, concisa y concreta descripción de la absurda realidad de los pocos que, incluso soportando todo este cúmulo de gilipolleces, valientes ellos, aún malviven en nuestros queridos pueblos.  Y yo, querida Esther, iría incluso un poco más allá con tu protagonista, el bueno de Pepe Fernández, y es que menos mal que no se le ocurrió cortar un palo para hacer “una guiada”, cortar una rama de un tilo para recoger un poco de tila o acercarse a cualquier campera a coger un poco de manzanilla, todo esto por tener en casa para autoconsumo un sedante natural, y es que de haber hecho cualquier cosa de éstas, seguro que enseguida aparecerían por allí cualquiera de estos subvencionados de la Fundación Oso Pardo, Oso Cantábrico, del Fapas o cualquiera de estos otros paletos ecologistas urbanitas que no dudarían en avisar prestos al Seprona para que denunciasen el tremendo delito cometido por el pobre Pepe y le tramitasen, efectivos ellos, la correspondiente propuesta de sanción por importe de novecientos euros, no vaya a quedar sin castigo la tremenda vileza cometida. El otro día asistí en Oviedo, en el palacio de los Condes de Toreno, sede del Ridea, a un acto que suponía el cierre de las celebraciones en torno al treinta aniversario de la creación del Parque Natural de Somiedo y que no era otro que la presentación de un libro del economista Jesús Arango sobre esos treinta años de existencia del Parque Natural.

Y asisto atónito a lo recogido en todos los medios de prensa, incluido este nuestro, nuestra querida Voz del Trubia, en cuanto a algunas de las ideas allí expuestas como la creación de una escuela de pastoreo o la contratación de intermediarios financieros para conseguir mejores precios en el mercado y que, quise entender, existen en alguna parte de Francia, algo así como brókers rurales, según definición académica, “individuos que organizan las transacciones entre un comprador y un vendedor a cambio de una comisión cuando se ejecute la operación”, siendo éstas las medidas estrella que promovían como posibles a fin de erradicar la sangría demográfica y el despoblamiento de nuestras queridas zonas rurales.

En cuanto a la primera medida, la de la creación de una escuela de pastoreo imagino que estará bien si pretenden apuntar a ella a sus hijos, a los hijos de todos estos politiquillos, o bien que se acerquen por allí cuatro hippies a ver qué es eso del pastoreo, aunque estos enseguida cansan, porque, y también imagino, de preguntarle a cualquier paisano de cualquier pueblo de Somiedo lo que desea para sus hijos creo que les dirá que lo primero, si pueden, que vayan a la Universidad, y si no que hagan una rama laboral, a ser posible del metal, que Mino Feito, que también estaba en el acto, actual Presidente de la Fade, exitoso empresario, gran somedano y, sobre todo, buena gente, ya ayudará en lo posible a emplearlos, y por todo ello no tengo duda alguna de que los paisanos no tienen entre sus opciones de futuro para sus hijos lo de la escuela de pastoreo, ni creo que nadie tenga clara la aportación que supondría tal escuela a paliar la sangría demográfica.

Además, sobre eso de la escuela de pastoreo, me suena que ya existe como una experiencia piloto en la zona de Picos de Europa y aunque no sigo mucho estas cosas, creo que se darán todos por tremendamente satisfechos si consigue fijar una persona más de población, aunque, personalmente, lo dudo mucho.

Sobre la otra cuestión, la de contratar intermediarios financieros para que consigan mejorar el precio del producto en el mercado ante los mayoristas de carne o de leche, la de los brókers rurales, suena mercantilistamente bien y acorde a los nuevos tiempos, pero, sinceramente, tampoco la veo.

Resulta, como casi siempre, que aquí en los pueblos seguimos andando con el paso ‘cambiao’, donde nunca un vecino dijo a otro la verdad sobre la cantidad en la que vendió el xato y donde mientras menos quedamos peor avenidos y andando a hostias por cualquier carajada, yo estimo que no iremos a ninguna parte hasta que el paisanaje no se conciencie de que el verdadero amigo ha de ser su vecino y no el director del banco, y de qué cuando tiene una vaca en parto a ayudarlo vendrán los más cercanos, que no el médico ni el cura, aunque sean éstos los que le coman el chorizo. Pienso por ello que mala integración tendrá aquí el intermediario.

Querida Esther, como bien reflejas en tu artículo, en este mundo rural nuestro a los pocos que quedan no les hacen otra cosa que ponerles trabas haciéndoles cada vez la vida más difícil, diría que casi incitándolos a marchar, y las ideas que proponen estos ideólogos de la felicidad rural creo que tienen poco o ningún recorrido, así que no nos queda otra que ponernos a trabajar en otros sentidos a ver si, con un poco de suerte, damos con la tecla que permita acabar con esta sangría demográfica que padecemos y a la que estamos abocados.

 

Comentarios:
  1. Ruxixon dice:

    Estoy de acuerdo en lo que dice el artículo respecto a las trabas burocráticas y a las decisiones en gran parte absurdas que se toman desde despachos de Oviedo.
    Por otro lado las propuestas que algunos hacen relativas a las escuelas de pastoreo o los «brokers» pueden ser factibles o no, pero al menos son ideas que alguien aporta y eso siempre es positivo. Lo contrario, el mirar para otro lado o el victimismo, no conducen a nada positivo.
    De lo que discrepo es de esa visión de que los jóvenes rurales hagan formación, a poder ser del metal, con la confianza de que algún empresario benefactor los ayude a colocarse (en el sentido laboral del término). Lo digo porque esa mentalidad es la misma que hizo despoblarse nuestras aldeas en los sesenta y setenta (buscar trabajo en la ciudad, en la industria, etcétera), en circunstancias muy diferentes, por supuesto, de las actuales, pero con idéntica inspiración (el abandono de la ganadería). Creo que el hacer estudiar a los chavales formación «del metal» o de lo que sea es una excelente solución individual, pero en el plano colectivo, en el de los pueblos y los concejos, sigue implicando más despoblación. Por supuesto que todo el mundo tiene derecho a optar a trabajar de metalúrgico o de soldador en vez de agricultor o ganadero, pero la solución no es forzar la desaparición de éstos últimos.
    Un cordial saludo.

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