Publicado el: 28 May 2019

Villa Palatina, reposo de caminantes

Tatyana Arango y Arantza Madrigal han abierto en el pueblo de Paladín, en el Camino Primitivo y con apoyo de fondos Leader, el primer albergue turístico de Las Regueras

Tatyana Arango y Arantza Madrigal en Villa palatina / E.´Martínez

Esther Martínez/ Las Regueras
Villa Palatina tiene una puerta al río y está en la primera etapa del Camino de Santiago Primitivo, que transcurre entre Oviedo y Grado. Aunque pueda parecer por su nombre una construcción noble en realidad es una antigua y robusta, casona asturiana de los años 40 del pasado siglo, situada en el pueblo de Paladín, parroquia de Valduno, que se ha convertido por medio de una sociedad familiar en el primer albergue turístico de Las Regueras.
Rehabilitada con mimo y detalle por Tatyana Arango y Arantza Madrigal, hija y madre, que aún se emocionan al recordar las numerosas trabas burocráticas y de construcción y el apoyo incondicional de algún familiar, como su primo Víctor, que fue un pilar muy importante. Arantza, una vasca afincada desde hace cuarenta años en el concejo de Grado, que antes fue ganadera, tenía por cumplir su sueño, tener una casa de comidas pequeña.
Tras varios años trabajando en empresas turísticas en Cataluña y Canarias, Tatyana que es licenciada en Educación Física, máster en Ocio por la Universidad de Deusto, que completó con un Ciclo Formativo en Animación Deportiva, y con varios cursos de intérprete de lengua de signos y mediadora, decidió que ya era hora de aunar su experiencia laboral con su formación académica, volver a casa y emprender junto a su familia una aventura que estuviera relacionada con el turismo.
Hizo cursos de emprendimiento en Valnalón, en el Instituto Asturiano de la Mujer y empezaron a soñar en octubre de 2016 un proyecto que vio la luz a mediados del pasado mes de abril. “Tenía que ser en Las Regueras; después de hacer un plan de empresa y un estudio de mercado pensamos en un albergue de primera categoría, solo alojamiento, pero luego decidimos que ya puestos sería de categoría superior. Contaba con el gran apoyo y conocimiento de mi madre y como locas nos pusimos a buscar casas. A esta llegamos de casualidad y las negociaciones para su compra duraron siete largos meses”.
Recibieron ayuda de los fondos Leader para la inversión, por medio del Grupo de Desarrollo Rural del Camín Real de la Mesa.
La propiedad cuenta con treinta y siete plazas distribuidas en varias habitaciones, una de ellas adaptada para personas con movilidad reducida.
“Hemos dado trabajo a otras dos personas, una ayudante de cocina y una ayudante de camarera. Hemos apostado por ofrecer una cocina con lo mejor de la gastronomía vasco-asturiana”.
Arantza Madrigal ya piensa en hacer pucheros en olla ferroviaria, una costumbre arraigada en su tierra en la época de la construcción del ferrocarril. “Se trata de cocinar en una olla, atizado bajo un cono de hierro con carbón vegetal y todo ello hecho al aire libre. Ya estoy pensando en el próximo fin de semana que haga bueno, en una buena fabada”.
Tienen servicio de restauración, con menú diario y de festivo, y “bajo demanda, nuestros platos estrella serán la chuleta a la plancha de la ganadería de mi marido y el bacalao al pil-pil. Apostaremos también por los productos de proximidad, como las frutas y verduras que nos llegan de las huertas cercanas y los tomates los cultivamos en Casas del Monte, en nuestro propio invernadero”, afirman.
Sus primeras clientas fueron dos rusas que decían que tenían hambre, en la mañana anterior a la apertura, y se encontraron con la dificultad de que no las entendieron, aunque Tatyana habla inglés, francés y algo de alemán. “Recuerdo que pedimos una barra de pan en casa del vecino, y les hicimos unos bocadillos de salchichón que no les quisimos cobrar ya que estábamos en plena faena de la inauguración, que era esa misma tarde. Nos dejaron cinco euros de propina y nos apetecía enmarcarlos. Sus segundos clientes, fueron sus vecinos después del día mismo de la inauguración a la que asistieron unas sesenta personas.
“Se nos pasó invitar a mucha gente por los nervios y queremos dejar constancia de que sentimos mucho no haber tenido más tiempo; al final vinieron unas sesenta personas, entre ellas el presidente de la Asociación de Amigos de la Ruta Norte del Camino de Santiago, Laureano García, de lo que estamos muy orgullosas”, comenta Tatyana.
Tienen en mente ampliación de servicios: transporte de maletas, taller y parking de bicicletas. “Lo que sí tenemos ya es espacio para los caballos, que nos han cedido unos vecinos, y en el jardín vamos a poner una zona de juegos con camas elásticas y de cara a la temporada baja, pensamos en la posibilidad de retiros de yoga y de fin de semana , conferencias y cursos para empresas, cumpleaños, etc. Queda mucho por hacer”, concluyen.
No falta detalle; un txoco, con barra interior y exterior, una palabra en euskera, que significa rincón o sitio donde se reúnen las asociaciones o las cuadrillas. Con una barra exterior con terraza y otra interior con chimenea. Una puerta al río en la que unos troncos a modo de asiento permitirán a los peregrinos refrescarse en las limpias y frescas aguas que nacen en los altos de Cogollo. “Mi hijo también forma parte de este proyecto”, apostilla Arantza Madrigal. “Y mi marido y mi padre”, afirma Tatyana, “han trabajado duro, tallando madera, pintando y estando pendientes de todo”. Un alemán era, en ese cálido día de primavera, el primer peregrino en pernoctar en Paladín, lugar que antaño fue también de descanso de caminantes que iban a Compostela. El Mesón de Laspra, situado entre los ríos Paladín y Nalón, era según consta en documentos hallados por el estudioso reguerano, José Manuel González y Fernández-Vallés, quien proveía a los peregrinos de comida y cebada y hierba para las caballerías. Hace varios siglos estaba arrendado por trescientos reales de vellón. Hoy Villa Palatina con un moderno sistema de calefacción de paneles solares fototérmicos, de suelo radiante con apoyo de aerotermia y manantial propio, rememora la historia hospitalera.

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