Publicado el: 13 Ago 2019

Se acabó la fiesta

Por José Manuel RODRÍGUEZ ANTOMIL
[Desde la ría de Miranda]

Después de unas semanas de fiestas, mítines, ferias y mercados, repartiendo abrazos, sonrisas y apretones de manos a todo cristo, además de un sinfín de promesas que saben, o van a cumplir, llega la hora de la verdad.
En Asturias, la tarea del Sr. Barbón no es fácil, pues se encuentra con una región en total abandono y descomposición industrial. Si a los 70.000 parados añadimos los 35.000 jóvenes exiliados y la desertización del mundo rural, la situación a corto plazo es catastrófica.
En los últimos años de gobierno de D. Javier el Triste se han tirado por la borda muchas de las obras del legado de Tini Areces.
Bien es verdad que algunas de ellas resultaron innecesarias, pero por la mala gestión, no por lo que suponían para la dinamización de Asturias.
Pero en estos últimos 7 años no sólo no se hizo nada, si no que no se fue capaz de mantener lo que se había hecho. En estos años de gobierno del Sr. Javier el Triste, la comarca peor parada fue la suroccidental, donde las comunicaciones terrestres y tecnológicas son un verdadero desastre.
Hace falta revertir la situación de los pueblos, donde sólo se subvencione la recuperación de las praderías y nuestras fértiles vegas, ayudando a quien de verdad sea profesional del sector y a los emprendedores. No se pueden dar subvenciones a quienes dejan las praderías a monte y las vegas a prado.
Se dieron subvenciones para turismo rural que solo sirvieron para que unos cuantos espabilados arreglaran su patrimonio a costa del erario público y a los cinco años se cerraron. Mientras a los verdaderos profesionales que llevan toda su vida en el sector turístico se les niega el pan y el agua. No pueden suceder más casos como el de esos jóvenes emprendedores de Longoria, a quienes se les denegó la ayuda para el obrador por producir ellos la materia prima con la que quieren trabajar: la escanda. Por lo visto en este caso se prima la vagancia sobre la gente que de verdad quiere trabajar.
Hay que adelgazar la Administración y sus chiringuitos, los ayuntamientos de menos de 5.000 habitantes. No lo digo yo, lo dicen estudiosos del tema. En esos miniayuntamientos casi la totalidad de sus presupuestos se van en nóminas en muchos casos prescindibles, pues hay que mentalizar a la gente de que en las administraciones públicas, hay que rendir como en la empresa privada.
Soy un firme defensor de los servicios y empleados públicos, pero a la vez estoy convencido de que estos servicios públicos pueden y tienen que ser rentables.
Por hoy voy a dejar mi meticulosidad pues tanto el Sr. Barbón como alcaldes y concejales se merecen los preceptivos 100 días de confianza.

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