Publicado el: 04 Oct 2019

Cuando la sidra se pagaba ‘a perrona la mexada’

El historiador Luis Benito García ofreció ayer un recorrido por la historia de la cultura sidrera, desde sus orígenes como rito de ayuda mutua a los tiempos en los que los patronos declararon la ‘ley seca’ e importaron vino de León

Conferencia sobre la sidra, ayer en la Casa de Cultura de Grado

F. Romero/Grado

Rito comunitario para culminar trabajos de apoyo mutuo, como la yerba; perseguida por los patronos que querían convertir a los aldeanos en obreros; impulsora de la industria del vidrio, o ingrediente principal de un cóctel en la Cuba de Batista, el ‘España en llamas’. Todas esas cosas y otras aún más sorprendentes se esconden detrás de la sidra, que ha generado toda una cultura que identifica a Asturias y que aspira a conseguir la declaración de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. La Cultura Sidrera recibirá mañana, sábado, en la capilla de Los Dolores de Grado, el Moscón de Oro Nacional e Internacional, un galardón que otorga la Asociación de Amigos de Grado, que en esta edición ha recaído también, en su versión Local, en el piloto Javier Álvarez, el primer asturiano que logró culminar el Dakar.

Ayer, dentro de la Semana Cultural organizada en torno a los premios, el doctor en Historia Luis Benito García profundizó en el origen de la sidra, en una interesantísima conferencia que abrió boca para disfrutar, después, de una espicha en la sidrería El Feudo Real.

García puso una fecha en el origen de la sidra en Asturias: nada menos que el siglo VIII, cuando aparece documentada la primera referencia a la fabricación de la bebida en la región. Gran parte de su conferencia analizó la evolución de la espicha, el encuentro social que tenía la sidra en el centro. Y destacó que en un inicio, la espicha «se inscribía en circuitos de ayuda mutua», como celebración del final de trabajos en los que ayudaban los vecinos o familiares, como la recogida de la yerba. Fue en el siglo XIX cuando las espichas se comercializan «con mucho éxito». Incorporan la música, con gaita y tambor, y los alimentos, «que en el interior eran taquinos» (de embutidos y quesos) y en la costa, mariscos. Más adelante se daba hasta fabada. Comienzan a proliferar en la prensa de la época anuncios de espichas, «y había espichas todos los días, no sólo los fines de semana». Famosas eran las que se ofrecían en Rosales, o en casa Gervasio, en Oviedo, y en La Higiene de Gijón. Con el tiempo, para hacerse más atractivos, algunas incorporaron la gramola de Phillips, para poner música, y hasta espectáculos inverosímiles pero muy del gusto de la época, «como fakires, o la mujer más alta del mundo». Los métodos de pago, asegura el historiador, variaban. «Había espichas a las que se cobraba por entrar una peseta, y era barra libre, y otras que cobraban ‘a perrona la mexada’, es decir, el que salía a mear al volver a entrar tenía que pagar una perrona».

En los inicios de la industrialización asturiana la sidra se convirtió en el enemigo público número uno. «Los patronos le declararon la guerra a la sidra con una severidad sorprendente. Fue una auténtica persecución, una especie de ley seca», porque era muy difícil disciplinar a los obreros para el trabajo. «La sidra afectaba a la productividad porque era social, y mantenía un grado de euforia sostenido en el tiempo. Consideraban que era menos pernicioso el vino, y se comenzó a importar vino de León», señala Luis Benito García.

De aquella no se escanciaba, una técnica de principios del siglo XX. «No se usaban vasos, sino jarras», precisa el historiador. La introducción del vaso impulsó la industria vidriera en Asturias, y también la conflictividad social. «Los primeros trabajadores del vidrio vinieron de Barcelona, a Villaviciosa, eran de la CNT y organizaron las primeras huelgas en la villa». Es precisamente la escasez de vidrio la que está en el origen del rito de compartir vaso, «porque había pocos».

La sidra, en concreto la achampanada, tuvo también un recorrido importante en Cuba, que tiró de la producción asturiana y donde se creó en época de Batista un cóctel que tuvo mucho éxito, llamado ‘España en llamas’, que dejó de beberse en época de Fidel.

García profundizó también en la historia de las romerías, muy arraigadas y de las que hay datos ya en el siglo XVI, a las que se llevaban bares móviles, muy bien montados, con la sidra en toneles cubierta por helechos para que no calentara. Y habló del origen de ‘chigre’, una palabra «que no es asturiana: proviene del francés, era el nombre de una grúa, que tenía cierto parecido con las máquinas que servían para descorchar. El nombre popular era taberna».

Tras la conferencia, los asistentes se animaron a participar de los rituales de nuestros mayores, disfrutando ellos mismos de una espicha bien regada con sidra.

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