[El valle escondido] En los inicios de la industrialización asturiana

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Castañeo del Monte conserva unos yacimientos de hierro ligados a los orígenes de la fábrica de armas de Trubia
Por Toño HUERTA

El concejo de Santo Adriano, y más concretamente Castañeo del Monte, ofrece unos paisajes agrarios y de media montaña muy alejados de la tradicional visión de la minería asturiana; sin embargo, su importancia histórica ha sido de primer orden, ya que sus yacimientos de mineral de hierro se encuentran íntimamente ligados a los comienzos de la industrialización asturiana.

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Castañeo del Monte / Foto de Toño Huerta

Cuando uno pasea por los caminos que comunican Castañeo del Monte con la vecina localidad proacina de Linares se sumerge de lleno en el paisaje rural asturiano, con sus lindes, murias y pastos, todo ello salpicado de las manchas relictuales de encina. A medio camino de ambas localidades se encuentra Cauzo, una braña equinoccial donde el ganado pasta durante los meses de primavera y otoño dada su cercanía a las poblaciones y la abundancia de pasto. Pero al poco de salir de Castañeo comienzan a surgir detalles que llaman la atención, como los imponente muros de mampostería que contienen las laderas y que nos remiten a un pasado industrial que, hoy en día, puede convertirse en un interesante recurso patrimonial.

Sería a finales del siglo XVIII, ante la amenaza francesa, cuando el Estado comenzó a buscar nuevas ubicaciones para sus fábricas de armas, demasiado cercanas a la frontera. El encargado de este proyecto fue el Ingeniero Jefe de la Marina Fernando Casado de Torres, quien elaboraría un Dictamen en 1792 proponiendo Trubia para instalación de la nueva factoría armamentística. Esta elección se basaría en la disponibilidad de materias primas, agua y mineral de hierro en las cercanías, con yacimientos en Berció, Báscones, Udrión y, sobre todo, Castañeo del Monte. Con la llegada del general Elorza a Trubia en 1844 se realizarían nuevos análisis del mineral de Castañeo, observándose que a pesar de la cercanía y los bajos costes de transporte (mediante carros), no era el más apropiado para la fabricación de cañones, debiendo complementarse con mineral traído de otras zonas. Por este motivo, su producción nunca fue muy elevada, comenzando su abandono a partir de 1866, cuando la Fábrica de Armas de Trubia, propietaria de las minas, abandona la actividad siderúrgica, destinando únicamente el hierro a sus hornos de pudelado. En 1881 la Real Hacienda incautaría estas minas, siendo a partir de entonces casi nula la actividad minera.

Los primeros trabajos comenzarían en 1796, si bien Jovellanos ya apuntaría la intención de comenzar a explotarlas dos años antes. Pero sería tras la llegada de Elorza cuando se explotaron más intensamente, además de ser en esa época cuando pasarían a ser propiedad del Estado (una Real Orden de 7 de marzo de 1844 así lo dictaminaría). Sin embargo, apenas hay datos sobre sus producciones o la mano de obra empleada: para 1863 hay una producción de 930 toneladas, si bien en los años posteriores apenas pasaría de 300, mientras que en 1865 se habla tan sólo de dos operarios.

Paulatinamente estas minas se fueron abandonando y en 1899 el industrial gijonés Antonio Rodríguez Arango adquiriría al Estado la concesión minera de Castañeo del Monte, junto con otras en la zona, conformando la Compañía Minera de Castañedo del Monte con la idea de retomar su explotación. Sin embargo estas concesiones caducarían en 1935 sin que se iniciase trabajo alguno. A lo largo del siglo XX otras sociedades realizaron tímidos intentos de volver a poner en explotación estas minas, como la Sociedad Minera Duro Felguera en 1939 o la Sociedad Hullera Española en la década de 1940, sin que ninguna de ellas fraguase.

 

Los vestigios

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Bocaminas en Cauzo / Foto de Toño Huerta

Las minas de Castañeo del Monte se localizan en la zona de Cauzo, situada al SO del núcleo homónimo, en una vaguada por donde discurre el arroyo de La Parva, tributario del reguero de Sabadía. En esta zona no existen huellas de labores antiguas, siendo todas ellas de factura moderna. Hoy en día aún se pueden ver las diversas labores mineras sobre el terreno, en forma de galerías, terraplenes, bocaminas y el antiguo camino minero.

En la parte más elevada, por encima del camino, aparece un gran desmonte de unos 80 metros de longitud de cuyo frente parten más de 20 galerías, muchas de ellas comunicadas entre sí. Por debajo de este desmonte, al otro lado del camino, existe un a bocamina con un corredor de acceso de unos 20 metros de longitud. Más al sur, a unos 75 metros de dicha bocamina, nos encontramos con una gran corta de unos 60 metros de longitud y 25 de profundidad; en su extremo más oriental presenta también una galería anegada por el agua. De esta corta parte asimismo un antiguo camino con muros de contención. Por último, en el fondo del valle, al lado mismo del arroyo, aparece una tercera galería, también inundada.

 

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