Por José Manuel RODRÍGUEZ ANTOMIL
Nadie está preparado para que le digan que tienes un cáncer. Antes de que nadie te diga que lo tienes tú ya lo intuyes y si no acudes antes al médico ni le dices nada a la familia es porque aunque tú lo das por hecho no quieres pasar por el trago de que te lo digan. Pero el día llega y ese día es como si te dieran un mazazo en el que tu vida se desmorona; al principio te parece mentira, es como si tuvieses un mal sueño ¿como va a ser posible que yo tenga un cáncer? Me siento bien, un poco cansado, con algún síntoma de que mi organismo no funciona bien… pero cáncer. Van llegando los viajes al hospital, las pruebas que lo confirman, los tratamientos y, sí, entonces empieza el cáncer de verdad, que además se convierte en una enfermedad psicológica. Tú estás sufriendo por lo que te está pasando pero sobre todo sufres por los que están a tu alrededor, por tu familia, pues ellos sufren el doble que tú. Por un lado sufren por ti y por otro, porque su vida también sufre un inesperado cambio. Cuando están contigo intentan mostrar una alegría y un animo extraordinario intentando contagiártelo a ti pero tú sabes que en su soledad también se hunden y las noches también para ellos son un valle de lágrimas.
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