Por Fernando ROMERO
Periodista
Estoy participando con orgullo en la campaña ‘Vacaciones en Paz’ que la Asociación Asturiana de Amigos del Pueblo Saharaui organiza cada año para traer a España a niños de este territorio obligados por el gobierno y las armas marroquíes a vivir en un pedregal, a soportar una vida sin recursos propios, sin esperanza y sufriendo una opresión que les ha arrebatado sus tierras y su riqueza. Se llama Sidi Mohamed y es la primera vez que viene a España. Tiene 9 años, no habla castellano y nunca salió de L’Aiun. Todo para él es nuevo. Aprende rápido y disfruta del modo de vida occidental, aunque se cansa del consumismo y prefiere las cosas sencillas, el agua, juguetear con las plantas y las palomas y comerse algún helado. Echa de menos a su familia y poco a poco va asumiendo que está de vacaciones y que es hora de disfrutarlas. Quiere sin duda volver a su terruño porque los saharauis son gentes muy familiares, arraigadas y vitales y Sodoma y Gomorra les despierta curiosidad pero nada más. Él como otros varios centenares de niños saharauis, acuden a Asturias y a otras comunidades gracias a la solidaridad de muchas familias que lo llevan haciendo desde hace cuarenta años. El Frente Polisario y las asociaciones de apoyo en toda la Península han organizado una red de acogida casi perfecta que pone de manifiesto que, a pesar de la basura mediática que cada día estimula más en los occidentales el odio irracional ‘al moro’ con todo tipo de manipulaciones, tergiversaciones y campañas de propaganda, la gente de a pie, los asturianos, los españoles, somos hospitalarios y buena gente y nos da igual Alá, Dios, Mahoma, Buda y sus ejércitos celestiales y terrenales. Sidi Mohamed, que lleva el nombre que llevaba nuestro héroe castellano Cid Campeador (Cid viene de Sidi, que en árabe significa «señor»), se habla con marroquíes que se encuentra vendiendo fulares en las playas, a los que la guerra no les importa porque dicen que son cosas de gobiernos y no de pueblos, y escucha palabras que le suenan, como Yihad, musulmanes, árabes, terrorismo… toda una amalgama interesada que se cocina en los Estados con el inestimable apoyo de los medios de comunicación. Sidi (nuestro Cid) es un niño bueno, muy digno y orgulloso de su pueblo, educado y alegre. Es un ser humano que tuvo el infortunio de nacer en un territorio en guerra por la ambición de los Estados de cualquier signo y que algún día, posiblemente, empuñe un arma contra el «enemigo» marroquí. Pero Sidi (nuestro Cid) es sobre todo alguien que en sus estancias junto a familias españolas, aprenderá que hay valores superiores a los de los gobiernos y los Estados: la fraternidad de los pueblos y la solidaridad. Al igual que cada uno de nosotros, que tenemos la dicha de compartir estos días de verano con estos niños y que aprendemos a conocer mejor a otras culturas y a respetarlas, a enriquecernos mutuamente, en suma.
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