Mérito y demérito

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Por Fernando ROMERO

Para el consejero de Educación Genaro Alonso hay concejos con méritos, por lo que suponemos que debe haber otros con deméritos. Esta Consejería ha decidido restablecer el sistema medieval de los privilegios, pagando el transporte al instituto a los estudiantes de bachiller de Ibias, Allande y Degaña y olvidándose de Somiedo, Belmonte o Candamo, cuyos niños tienen que trasladarse desde los 11 años de edad a estudiar a Salas o a Grado, y donde las familias deben pagar el transporte desde que comienzan la enseñanza no obligatoria, es decir, el bachiller o la formación profesional. Genaro Alonso se quedó tan pancho diciendo en la apertura del curso de Secundaria que los estudiantes de los tres concejos del Suroccidente “se merecen” la gratuidad del transporte para estudiar el Bachiller. Y claro eso es echar sal en la herida de los padres de otros concejos que se sienten maltratados por el Principado, ya que llevan años reclamando sin éxito la implantación de la ESO en los colegios, y que deben afrontar unos gastos extra cuando los niños siguen estudiando tras acabar la etapa obligatoria.

La brillante política educativa del Principado consiste en concentrar a los alumnos de la zona rural en institutos de referencia, algo que, estamos viendo, incide en del despoblamiento del campo asturiano y supone un enorme sacrificio para los alumnos afectando a su rendimiento académico. En estos concejos los adolescentes, desde los once años, tienen que levantarse a las seis y media o siete menos cuarto. Hacen 30 kilómetros o más, y cuando vuelven están agotados.

El caso de Belmonte es más sangrante aún, pues algunos profesores no se apean de la burra y diseñan programas y objetivos firmes como roca firme, como diría Víctor Manuel, en donde el alumno es lo último que importa. Pues resulta que los niños de Belmonte tienen una hora lectiva más a la semana, tutoría, que es obligatoria. Cuando salen de clase, el autobús ya se ha marchado, y no hay otro hasta las cinco y media. Así que se quedan tirados en Grado, si nadie les puede ir a buscar, llegando a casa a las seis y pico, casi doce horas después de salir.

En Candamo los autobuses se niegan a subir a algunos pueblos, o dejan fuera a los estudiantes cuando va lleno (dado que es servicio compartido) o, en su defecto, les apilan sin disponer de plazas, teniendo que viajar en las escaleras, incumpliendo la normativa de seguridad.

Eso sí, en los discursos de los políticos oímos hasta la saciedad decir “hay que tomar medidas para fijar población en la zona rural”. Pues nada, sigan así, y ya verán que rápido nos fijamos todos… en la ciudad.

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