Cambiar las tornas

Por Juan Carlos AVILÉS

He visto pasar a Teo con un cordero atado en corto. No hay que hacer muchas cábalas para adivinar que lo próximo que le aguarda al ovejuno es un corte de digestión, por decirlo fino. Ser o no ser, esa es la cuestión, y al fin y a la postre igual hasta es más digno servir de manduca en una buena fartucada a que te merienden los gusanos con el traje de los domingos y todo, que tiene tela.
Desde que decidí cambiar el demencial ajetreo de la capital por el sosiego de los verdes prados mi vida ha transcurrido entre animales de los llamados domésticos, que la boa constrictor aquí no se contempla porque, a pesar de ser un bicho la mar de ‘enrrollao’, tiene mala cocina. Pues eso, que en casa hay de todo: ovejas, patos, asnos, pitas –incluida una decrépita rescatada de un contenedor al que fue a parar por esos errores del destino-, amén de perros y gatos que no son de comer (salvo apuros) por gozar de la noble condición de mascotas. Pues eso, oye, que se les va cogiendo cariñín por aquello del roce, y más si se les pone nombre, como a la gocha, que responde al premonitorio apelativo de Martina, por lo que se deduce que le queda más bien poco. Triste final acabar en la pota, con lo que cuesta sacarlos adelante. Así que uno, que es un sentimental, pasa de zamparse nada de lo que haya visto crecer y hasta multiplicarse.
Llegados a ese punto a veces me pregunto, mira tú, qué pasaría si por esos azares de la vida se le diese la vuelta a la tortilla y fuesen los pobres animalejos los que tuvieran la sartén por el mango. “Para mí unos escalopines de Don Zacarías con bastante quesu”, diría la vaca, “y para el xatín los sesitos, que tienen mucho alimento”. O si los paisanos, berrando como posesos bajo los castaños, se dejaran la cocorota a empellones por ver quién se trajina a la moza de turno. O si los osos pasearan plácidamente por su Senda (como ya empiezan a hacer, por cierto), charlando de sus cosas y con cuidado de no toparse con algún desaforado ‘decathlonclista’, que tienen mucho peligro.
Ye cuestión de valores, como todo. Y de imaginación, claro está. Aunque no me queda claro si con esta nueva moda de celebrar elecciones cada dos por tres el ganado tendría derecho a voto. ¿O sí?

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