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Pirómanos

Inicio @ Tribuna Pirómanos
Por Lucía S. NAVEROS

No es por dramatizar, pero fue aterrador levantarse una mañana y que no saliera el sol. Mi padre, a sus 85 años, ha vivido una guerra civil, una guerra mundial, el Holocausto y la amenaza atómica, pero durante todo ese tiempo el sol llegó siempre a su cita: eran cosas horribles las que pasaban, pero eran asuntos humanos. Que la madre naturaleza se atasque como un fregadero sucio y no sea capaz de amanecer nos parecía inimaginable hasta el otro día.
Hubo mucho interés, ante el soponcio general de la población, ante los muertos irrecuperables y ante las imágenes de la destrucción, en señalar que estábamos ante un problema de orden público. Quisiéramos, como Nerón, que Roma tuviera una sola cabeza para cortársela de un solo tajo. Si es un problema de orden público no es un problema nuestro: hay que buscar al loco, aislarlo y ya no tendremos que extinguirnos como los dinosaurios. Los ecologistas señalan al ganadero y al político que levanta los acotamientos; la gente comparte noticias sobre la recalificación de terrenos quemados, apuntando a la codicia de un improbable constructor, como si esos montes arrasados estuvieran en la costa valenciana.
De la que señalamos a todos esos culpables no tenemos que preguntarnos cómo dejar de ahogar el planeta en un mar de eucaliptos y plástico, mientras los paisanos que conocieron el secreto del equilibrio se hacen viejos y mueren y la vida rural se va convirtiendo en algo exótico que vienen a mirar, de vez en cuando, los madrileños.

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