Publicado el: 31 Ene 2018

Alfonso G. del Corro, ejemplo de honestidad

Por Casimiro ÁLVAREZ

Cuando se acumulan tantos años como yo tengo, (65), resulta inevitable hacer de vez en cuando un balance del camino recorrido, echando la vista atrás para analizar situaciones vividas más o menos curiosas o significativas, y especialmente a las personas o a los amigos con quienes las compartiste. Ocurre cada vez con más frecuencia y de manera inevitable, porque determinados hechos te obligan; la jubilación de un conocido, la enfermedad de otro, el reencuentro con alguien a quién no ves desde hace años, etc.; pero sobre todo la pérdida de un amigo con el que compartiste hechos trascendentales de tu vida, e incluso de una pequeña parte de la historia del país. Tal es el caso con el fallecimiento de Alfonso García del Corro, ocurrido en la pasada Nochebuena.
Hace un mes pasé una tarde inolvidable en su casa de Nava con él, su esposa Loli y César García A., ex-alcalde de Teverga, recordando los años del cambio político que supuso el paso de una dictadura a un sistema democrático, en los que nosotros fuimos partícipes activos de manera absolutamente desinteresada, y en algunos casos bastante arriesgada, pero cargados por la ilusión que presagiaban los tiempos que se avecinaban.
Alfonso fue coordinador de campaña del PSOE en nuestra comarca durante las sucesivas elecciones o referéndumes que el nuevo sistema trajo, al mismo tiempo que destacado sindicalista de la UGT de Químicas. Originario de Pola de Lena, con lazos familiares en Quirós y buen conocedor de la comarca debido a su profesión de visitador médico, durante la última etapa de su vida laboral fue director del Centro de Transportes de Gijón.
Pasados los años es difícil no emocionarse recordando a aquellas personas tan integras y generosas, que lo arriesgaban todo para luchar contra la injusticia en pos de un ideal. Sobre todo, cuando ahora la inmensa mayoría de los cargos públicos y políticos sólo piensan en sus sueldos, privilegios, mordidas y mangoneos, menospreciando a la sociedad que los mantiene. Teniendo a Alfonso como referencia sólo se puede sentir desprecio por los vulgares chorizos y encopetados inútiles que ahora tanto abundan en política. Ya no quedan gentes como Alfonso. ¡Cuánto te vamos a echar de menos, amigo!

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