Publicado el: 12 Mar 2018

Cuando marzo mayea, mayo marcea

Por Plácido RODRÍGUEZ

Se veía venir, estaba muy delicado de salud. Tú fuiste el último en hablar con él. ¿Qué te dijo?
— Que cuando marzo mayea, mayo marcea.
— Siempre fue muy devoto, del refranero, que religioso precisamente no era. Algo más te diría, ¿no?
— Pues que se supone que cada refrán ha de encerrar una enseñanza, al igual que las cárceles han de encerrar a los malhechores. Aunque ambos, enseñanzas y malhechores, suelen estar presos de la moralidad en la que se sustentan quienes nos gobiernan.
—Así que te soltó uno de sus sermones. Pero, si lo que el refrán ese viene a decir es que cuando la primavera se adelanta aún nos aguarda una parte del invierno por venir.
—También dijo que ese refrán tiene relación con la secuencia de las cosas, que también sirve para denotar la inconveniencia de adelantarse al discurrir normal de los acontecimientos. O que al menos eso nos tratan de inculcar.
— Y va y se nos muere en marzo, justo antes de que viniese a vivir con nosotros.“Genio y figura hasta la sepultura”. Y se metería con los curas también, ¿no?
—Dijo que le pasó a científicos como Galileo cuando estuvo a punto de que la Santa Inquisición lo chamuscase por afirmar, trescientos años antes de que la humanidad estuviese preparada para asimilar ese concepto, que la Tierra era redonda. Pero también dijo que le pasó a Jesucristo cuando convirtió el agua en vino, dos mil años antes de que cualquier estudiante de química pueda fabricarlo en un laboratorio sin que le crucifiquen por ello.
—Siempre tuvo mucha guasa con eso del vino, ¿cómo era aquello que contestaba cuando alguien le decía que el vino era malo…?
—Que si era vino no podía ser malo; que podía ser bueno, excelente o superior.
—Eso, pobre, con lo que le gustaba.
— También dijo que los que más se adelantaron con diferencia en el tiempo fueron Adán y Eva.
—¡Ala!
—Que quisieron hacerse vegetarianos y que por eso los expulsaron del paraíso.
—¿Por eso?¡Vaya tontería!
— Porque aún no se había decretado el viernes de cuaresma, que no se puede comer carne.
—¡Jesús! Qué afán a burlarse de todo lo divino. Y mira que morirse así, sin confesarse.
— Es que el abuelo era ateo.
— Sí, pero aunque fuese ateo no le costaba nada confesarse, por si acaso.
— ¿Por si acaso qué?
— Por si acaso estaba confundido.
—Tú también tienes cada cosa, mamá. En parte creo que tenía razón.
—¡Ay madre!
—También dijo que todo sucederá a su tiempo, hasta que en las postrimerías de su existencia, alguna garganta oxidada levante su voz quejumbrosa para cambiar el refrán y decir que cuando marzo mayea, mayo también mayea, y entonces el Sol brillará sin tener a nadie a quien calentar.
— ¡Ay, Dios mío!
—Tal vez se le fue un poco la pinza… De lo que estoy seguro es que dónde quiera que se encuentre el abuelo se estará partiendo de risa al ver las caras que pones.
— Eso sí que es cierto, pero no es momento de bromas. ¡Pobre! Que Dios le perdone.
—Con que tú le perdones creo que se daría por satisfecho.

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