Pregón de la Semana Santa de Grado

Por María Teresa ÁLVAREZ

Periodista y escritora

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

Señor Hermano Mayor de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte,

Señoras y señores Cofrades

Señor Cura Párroco

Señoras, señores

Querida Alicia, primera pregonera de esta Semana Santa.

Muchas gracias Lucía por tu presentación.

Ante todo quiero manifestar mi agradecimiento a la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte por haber pensado en mí para invitarme a pronunciar el pregón de la Semana Santa de Grado 2018, que he querido comenzar con unos versos del poema “Al Cristo del Calvario” de Gabriela Mistral que utilizaré en distintos momentos de mi intervención.

Es un auténtico honor estar aquí con todos ustedes en este maravilloso marco de la capilla de Los Dolores.  Muchas gracias.

Quiero ahora hacerles participes de un pensamiento que me asaltó nada mas ponerme a escribir este pregón. Un pensamiento posiblemente motivado por el recuerdo de mi primer contacto con Grado. Era entonces una adolescente que, con un grupo de amigas, acompañadas por un sacerdote, coadjutor de nuestra parroquia de Candás, que había estado aquí, don Eduardo Berbes, y que al saber que queríamos dar vida a una tuna en el carnaval candasín, se ofreció para interceder con sus amigos de la famosa Tuna de Grado, con el fin de que nos prestaran sus capas, como amablemente hicieron.

Grado y sus guapos tunos desde ese momento se incorporaron a nuestras ensoñaciones juveniles.

Se preguntarán ustedes cual es la razón por la que les cuento esto, además de recordar mi primera visión de Grado. Mi reflexión es muy sencilla; aquellas jóvenes candasinas nos divertíamos y disfrutábamos de la vida pero eso no nos impedía participar de los actos de la Semana Santa y vivir el espíritu religioso de esas fechas. Y la duda que me asalta ahora, al recordar esa vivencia, es pensar que si fuéramos unas  jóvenes de hoy día, seguro pasaríamos de procesiones y celebraciones religiosas. Y os confieso que he sentido pena.

Ya se que no se debe generalizar pero se ven tan pocos jóvenes en las iglesias. Tan pocos jóvenes en los desfiles procesionales.

Ese, pienso, es uno de los retos que debemos asumir en las Cofradías. Intentar buscar ideas,  encontrar fórmulas atractivas para que los jóvenes se animen a participar en una actividad que es parte importante de la vida de su localidad.

Vivimos momentos en los que si las personas mayores desistimos en nuestro empeño de mantener vivas las tradiciones corremos el riesgo de que se pierdan. Somos el eslabón que tiene que agarrarse a otras generaciones para pasar el testigo y así conseguir que sobrevivan.

Las Cofradías son parte visible del cuerpo de la iglesia y es necesario que la juventud esté presente participando en las diversas actividades, dando vida a la religiosidad popular que no es más que la manifestación pública del sentimiento de amor a Dios. Sentimiento que, aunque muchas veces este adormecido, vive en todos los corazones, en respuesta al inmenso amor que Él nos tiene.

Importante misión la de las Cofradías. Quiero felicitaros porque en otras localidades se ha dado vida a cofradías que ya existían pero vosotros habéis creado la primera cofradía penitencial de Grado.

La Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena muerte, es una realidad desde el año 2010. Y desde entonces camina con paso seguro. Este año habéis sido los anfitriones del encuentro anual de Cofradías Diocesanas. Encuentro en el que habéis dejado constancia de vuestro buen hacer y perfecta organización.

Como la que desarrolláis en la cuaresma. Creo que cuando ya está muy cercana la Semana de Pasión, soléis visitar algún lugar del concejo para hacerles partícipes también de las manifestaciones religiosas propias de estos días, dándoles la oportunidad de rezar el Vía Crucis, en su propio lugar de residencia. Este año la localidad elegida ha sido la de San Esteban de Sama. Y creo que el domingo lo rezaréis, aplicándolo por los enfermos, en el santuario de Nuestra Señora del Fresno. Me parece una interesante iniciativa que a buen seguro es acogida con cariño por los vecinos del lugar.

El Vía Crucis que es una constante en las distintas Semanas Santas, en la vuestra adquiere una proyección especial el miércoles santo, al procesionar con las imágenes de Jesús Nazareno y su madre, la Virgen Dolorosa.

El Viernes Santo tenéis la procesión de las siete palabras acompañando al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, cuya imagen despierta la emoción de cuantos le acompañan o le contemplan a su paso por las calles de Grado. Este desfile procesional constituye uno de los momentos más hermosos de la Semana Santa moscona,  al que contribuye el especial rezo de las notas musicales de la Agrupación San Salvador de la Cofradía de los Estudiantes de Oviedo y de la Tuna Universitaria, también de Oviedo.

Me encanta observar como en Grado seguís siendo sensibles a la música de la tuna.

Es indudable que las Cofradías deben contribuir y así lo hacen, en la organización, en el desarrollo y en la brillantez de los distintos actos de la Semana Santa.

Cada cofradía con sus peculiaridades y cada cofrade con sus motivaciones personales se enfrentan a su Semana Santa. Pero todo ello debe estar movido por un sentimiento verdadero de acercamiento a lo que en estos días recordamos.

En la Semana Santa, año tras año, intentamos revivir la pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo, con todo lo que ello debe significar.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

Permitidme que ahora os hable brevemente de lo que considero que debe significar la Semana Santa y que intento siempre poner en práctica en mi vida aunque no lo consiga. Debo confesaros que para mí estos días son los más importantes del año litúrgico. En la Semana Santa candasina se abrieron mis ojos a la fe.

La Semana Santa es tiempo de renovación, de reflexión, de examen de conciencia, de ir muriendo a aquello que debemos rechazar de nuestra conducta, desprendiéndonos de muchas cosas que no sirven de nada, para así, sin lastre, poder remontar la situación en que nos encontramos.

¿Cuántas veces frente a los problemas de inmigrantes o personas con dificultades nos hemos lavado las manos como Pilatos?

¿Cuántas veces, al igual que el soldado que con su lanza atravesó el costado de Cristo, hemos herido a nuestros semejantes con comentarios malintencionados?

¿Hemos sido alguna vez cirineos con aquellos que han necesitado ayuda? ¿Hemos intentado aligerar sus penas?

¿Ante una injusticia, una falsa acusación, hemos guardado silencio por miedo o comodidad, como hicieron los apóstoles?

¿Nos hemos apiadado de los que sufren? La Verónica, con su acción, nos recuerda que somos mejores y más auténticos cuando pensamos más en los demás que en nosotros mismos. Como a ella, Cristo nos espera en el camino, en el hospital, en la oficina, en el parque, durmiendo en algún banco a la intemperie. ¡Cristo nos espera! ¿Lo reconoceremos? ¿Lo ayudaremos? ¿O persistiremos en nuestro egoísmo?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Pienso que vivir la Semana Santa con fe es tomar conciencia clara de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Que por amor se entregó a la voluntad del Padre y caminó con la cruz a cuestas hacia una muerte ominosa, como un vil malhechor.

Vivir la semana Santa es intentar que nuestro corazón se asemeje al de Cristo para poder perdonar a nuestros enemigos como Él perdonó a sus verdugos. Para amar a los que nos odian.

Aquellas manos que habían bendecido a todos, ahora están clavadas en la cruz; aquellos pies que habían caminado tanto para sembrar esperanza y amor, ahora están clavados a la cruz. ¿Por qué, Señor? ¡Por amor! ¿Por qué la Pasión? ¡Por amor! ¿Por qué la cruz? ¡Por amor!

Jesús, cumpliendo la voluntad del Padre, asume su destino. Lo hace en soledad. Nadie le muestra afecto.

En nuestro mundo muchas personas mueren también solas, olvidadas de todos. Mendigos que se encuentran con la muerte en una fría y solitaria noche en el parque de cualquier ciudad. Ancianos ignorados por sus familias

Como decía San Juan Pablo II en uno de sus últimos Vía Crucis; “Contemplando a Cristo muerto en la cruz, el pensamiento va a las tantas injusticias y sufrimientos que prolongan su pasión en cada rincón de la tierra. Jesús sufre y muere en cada persona castigada por el odio y la violencia”

Siguiendo la reflexión de San Juan Pablo II podemos afirmar que Jesús muriendo en la cruz ha hecho suyo todo el dolor del mundo para transformarlo en amor.

Como dice en sacerdote amigo; “ni la enfermedad ni la muerte tienen la última palabra sobre nosotros, porque con la compañía de Cristo, que ha vencido al pecado y a la muerte en su carne y que nos ha unido a Él, nosotros aguardamos la victoria final. Ese es el Misterio de Cristo”.

Jesús no muere para liberarnos del dolor, pero sí del sinsentido del dolor. Jesús no muere para liberarnos de la muerte, pero sí del sinsentido de la muerte.

San Juan lo explica muy bien: “…el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. (Jn 11-25-26)

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

La celebración de la Semana Santa, el recuerdo de la pasión y muerte de nuestro Señor, nos tiene que enseñar a ver al que sufre. Impulsarnos a socorrerlo.

Jesús nos mira desde la Cruz.

Sabemos que Él nos necesita. Nos necesita para amar. Para que ayudemos con afecto y generosidad a nuestros semejantes. A las muchas personas que hoy sufren por la pérdida de seres queridos, que están enfermos, que pasan por dificultades… Cristo nos necesita. Tenemos que intentar hacer visible a Dios en nuestro mundo. No hay mayor fecundidad que la del amor.

Jesús nos mira desde la Cruz.

En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.

Todo se ha consumado. El hijo del carpintero, al que llamaban, Jesús el Nazareno, ha muerto clavado en una cruz en medio de dos malhechores. El mundo se oscureció. Las tinieblas y las sombras envolvieron todo.

Pero como escribe el teólogo ortodoxo francés, Olivier Clement, “el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se verá colmado por el gran soplo de la resurrección”.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

Ante la certeza de la Resurrección del Señor, los campos florecen, los pájaros cantan.

Mágica por el cielo
La luna fulge, llena

La luna, la hermosa luna de Parascebe, que ha visto todo lo ocurrido en la Semana de Pasión, se aleja silenciosa para que el sol brille en todo su esplendor.

Porque la Pascua de Resurrección es el renacer a la Vida. Al amor. La resurrección de Jesús nos da una nueva luz, ¡la Luz! y energías renovadas para soportar las dificultades de la vida.

Como dice papa Francisco en el mensaje de Cuaresma de este año: «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu», para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad”.

Permitidme que os lea ahora un párrafo entresacado de una homilía que escuche hace uno días y que creo nos puede ayudar:

“Señor, Tu vienes a mí, hazme conocer ese Misterio de Amor, que es capaz de cambiar mi corazón y hacerlo florecer de forma que también mi vida, como cuerpo de Cristo, unido a Él, pueda desbordar de amor a este mundo de muerte y pecado, de desconcierto, de soledad, de desesperanza, de desamor. La gran herida del mundo contemporáneo es la soledad y el desamor. Haz que ese Amor tuyo florezca en nosotros como fruto de ese crecimiento en el conocimiento de Cristo.

Se que no debo alargarme más, pero sólo una última reflexión redundando en el Amor que Dios nos tiene; Nos lo cuenta el evangelista San Juan (15, 9-11)

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo, permaneced en mi amor”. Jesús quiere que su alegría esté en nosotros y que llegue a plenitud

Pidámosle a Dios con todo nuestro corazón que nos ayude a ser cada día más conscientes del inmenso amor que Él nos tiene. Que esta realidad nos acompañe siempre y que podamos decir como Santa Teresa; “Mas considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme”.

Feliz y santa Semana Santa.

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