Que vuelvan los camineros

[Por las riberas del Aranguín]

José DE ARANGO

Por fin aparecieron por algunas de nuestras carreteras comarcales, dependientes del Principado, las brigadas encargadas de limpiar cunetas y sebes. La maquinaria dependiente de nuestro gobiernín está hecha unos zorros y parte de ella ni tan siquiera la pudieron presentar a la reglamentaria inspección de vehículos de motor porque ya resulta imposible ponerle más remiendos. O sea, material para el desguace.

Dicen los técnicos que los desbroces hay que hacerlos en primavera. Pero ocurre que la Consejería de la cosa tiene que sacar a concurso los trabajos de limpieza y desbroce de nuestras carreteras porque la legislación actual no permite adjudicarlos directamente. Teniendo en cuenta el tiempo que se pierde en esos trámites burocráticos, lo lógico sería que los políticos que mandan en esa Consejería en concreto empezasen el día dos de enero de cada año a mover los papeles para que hombres y máquinas comenzasen a trabajar por ejemplo tras las vacaciones de Semana Santa. Pero esos políticos se defienden diciendo que hasta que no estén aprobados los presupuestos autonómicos no se puede mover ni un papel. Y tampoco son capaces de ponerse de acuerdo para aprobar los presupuestos. Un desastre.
Por todo lo expuesto los desbroces llegan ya en el segundo semestre del año y debido a que tuvimos unos meses de primavera y de verano abundantes en lluvia, las carreteras están ya hasta con la señalización tapada. Y los trabajos no terminarán hasta la seronda, de tal forma que las primeras vías que se limpiaron necesitarán ya otra pasada de hombres y máquinas.
En aquellos tiempos no tan lejanos como para no ser recordados, la limpieza y desbroce de las carreteras del Principado corría a cargo de los camineros que eran funcionarios de la extinta Diputación. Aquellos camineros tenían las cunetas en perfecto estado, no había un fulecho que retoñara y el agua de la lluvia iba por el desagüe correspondiente con lo que no había embolsamientos como el ocurrido hace meses en Carbayal de Priero en la carretera de Pravia a Salas que desde La Retuerta hacia abajo parece ser que no existen las salidas adecuadas para cuando llueve en serio.
Aquellos camineros, con unos sueldos de miseria, tenían como única herramienta, un pico, una pala y un carretillo. Menos inversión, imposible. Y el servicio funcionaba. No había burocracia, no había subastas públicas, no había anuncios oficiales, no había papeleo. No había intermediarios. Había únicamente un sueldín pequeño para los camineros. Visto lo visto, que vuelvan los camineros.

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