Publicado el: 03 Sep 2018

La magia de doblegar los Güeyos del Diablu

Por Javier LINDES

Fotógrafo y voluntario del Trail Gueyos del Diablu

Cuatro de la mañana. Hace un rato que cerramos los ojos, pero la alarma es implacable y nos saca de la cama. Calentamos el desayuno y la pregunta vuelve, cansina, a martillearnos la cabeza: ¿está todo, no??? Por si acaso lo revisamos de nuevo. Cogemos nuestra fiel montura, ya aparejada y lista y nos vamos a Pola. Cambiamos las herraduras por neumáticos, los tiempos cambian. Aparcamos, y empieza lo que ya es una tradición. Lo es desde el primer año… Sonrisas nerviosas, un «¿qué tal? » que se reparte con abundancia entre los presentes y de repente, todo se interrumpe mientras los auténticos héroes, miran a los Güeyos del Diablu y juran su más firme compromiso en doblegarlo.
Hay ganas de empezar. Es ese ansia que se disfruta, por que sabes que muy pronto vas a estar pasándolo como los indios. 5 AM, ¡¡¡vamos DEMONIONES !!! Rubén Nembra cumple con su parte con creces, y los corredores huyen de su voz como almas perseguidas, esperando volver a verlo en la meta. ¡¡¡A CORRER!!!!
Todos corremos… Unos con el frontal encendido y las zapatillas bien apretadas, otros hacia los coches a esperalos por todo el recorrido.
Ahora es el momento de nuestra fiel montura, que se desliza sobre la Cobertoria para alcanzar la pista de tierra que nos deja al pie de nuestra particular pirámide, la diosa de esta carrera. Siempre cumple y nos regala unos preciosos minutos que compensan nuestro andar cansino bajo las cargadas mochilas. La presión es instantánea, ya se ven los frontales bajando de Brañavalera hacia el río. Pronto alcanzarán Cortes, donde los quirosanos les reciben con los brazos abiertos, dispuestos a darles aquello que necesiten. Y lo que no. Los quirosanos te dan hasta su sangre, tienen para regalar.
Y llegamos. La cumbre. Justo en el momento exacto en que una delgada línea naranja marca en el horizonte el inicio de un nuevo día. Unos segundos extasiados y pronto el crepitar de la emisora nos despierta. Empezamos a prepararlo todo. Primero, la bandera. Esto ye Asturies, rediós… Y lo segundo, la sidra. Sacacorchos (esta vez no hizo falta que Eva la quirosana nos lo prestase…) vasos y el primer culete. Hay que probarlo…
Sidra de casa… está fría y allí arriba todo sabe a gloria!!! A esperar… Pero qué poco te hacen esperar estos auténticos titanes… Mariano Llaneza ya pasó por Cortes, está en las Cochadieḷḷas y pronto lo veremos doblegar bajo sus piernas la divertida cresta por la que alcanzará nuestra posición. Comparar el ínfimo tiempo que él dedicará a hacer lo mismo que a nosotros nos ocupó una hora, nos hace ver lo grandes que son.
Ahí está… ¡¡¡Vamos!!!! ¡¡¡Arriba!!!! Voces, cencerros, y todo lo que tenemos a nuestro alcance para traerlo en volandas hasta nosotros… Su sonrisa nos paga el esfuerzo. ¿¿¿Cómo vas??? Es pregunta retórica, claro… ¡¡¡Va como un avión!!! ¿¿Un culete?? Otra sonrisa para rechazarlo, esta dice claramente «estáis como cabras», y se tira hacia la alfombra verde de Güeria como si alcanzar ese paraíso fuese lo único importante en esta vida. Parece un rebeco perseguido por las balas…
A partir de ahí, el rosario de atletas es continuo. Unos vienen mal, otros peor y otros casi ni vienen, pero para todos hay el mismo premio. Ánimos incondicionales, mucho mucho ruido, un culete o dos o tres, un par de fotos, las mejores vistas de Asturias y el orgullo de haber superado los 1.400 metros de desnivel de la subida más dura de la carrera.
Nosotros somos privilegiados, recibimos la gratitud de todos, palabras de reconocimiento, muchas risas, y compartir un momento y un lugar mágicos.
Viene el cierre… Empezamos con un Mariano y acabamos con otro. La tanqueta asoma por la cresta sin sudar siquiera, apenas ha calentado esas piernas acostumbradas a galopar hasta 100 millas del tirón. Nos sentimos enanos ante semejante titán!!!! Sidra asgaya, más risas, y vuelta a la ansiedad. Esta vez, porque sabemos que pronto habrá que recoger y abandonar esta cima.
El calor empieza a apretar y unos cuantos miles de mosquitos nos invitan a largarnos de allí, haciendo más fácil tomar esa decisión y ayudándonos a recoger en un pis pas.
El equipo se divide. Juanjo y Manuel, se ofrecen a seguir el recorrido por Güeria y dejarlo todo como estaba antes de la carrera. Ni una bandera, ni ninguna otra cosa perturbará estos pastos de verano que el ganado comparte con la fauna salvaje. Lucía, Ana, Cándido y yo, bajamos con idéntica labor por la cresta que traía a los corredores hasta la cima.
¡¡¡Como la patena!!! Alcanzamos la pista donde nuestro fiel jeep espera. Cándido ha venido con su coche, y eso nos permite ir a Brañavalera mientras él sube a Lindes a buscar a Juanjo y Manuel. Nos despedimos en Santa Marina con la promesa de estar atentos al móvil para compartir nuestros planes, que se irán definiendo en función de como vayan las cosas.
Otra vez, nuestro «indio» jeep cherokee, nos regala tiempo, y nos permite alcanzar la Pena Ḷḷago poco antes de que el primer corredor alcance su cima. El equipo se ha reducido, pero no las ganas de animar y aplaudir a nuestros héroes!!!
El calor aprieta y esta subida es durísima. Todos llegan con la boca seca suplicando agua, pero no es un punto de avituallamiento, y eso obliga a los voluntarios a compartir lo que han llevado para ellos mismos. Generosidad infinita.
El tiempo pasa y hay que tomar decisiones. Queremos verlo todo en todos los sitios pero eso es imposible!!! Desde Lindes nos dicen que se van a meta, y nosotros hacemos lo propio tras ver pasar a un buen puñado de corredores, entre ellos al primero de la Ultra. Al coche!!!!
Rápido hacia meta, allí ya nos espera la otra mitad del PeñaRuedaTeam y allí junto con los corredores y más voluntarios, disfrutamos de la «ezencia der trai». Eso que Manuel, nuestro gaditano volador, nos ha enseñado un par de meses atrás en el trail de Ubiña. Ese tiempo de recibir a los que llegan a meta, de animar a los que se han retirado, pero allí están, de contar la aventura y oír las de los demás, siempre con algo que beber en la mano. Emoción cuando alguien entra en meta, muchos «enhorabuenas» muchas risas, todo amenizado por Rubén Nembra, que grande yes demonion!!!!
Pero todo se acaba. Sin tristeza. Sabemos que mañana nos veremos muchos en el podium y que el año que viene volveremos. Los besos y abrazos inundan la plaza de Pola. Los corredores siguen llegando y sumándose a la fiesta. Pronto se deshinchará el arco de meta y los Güeyos del Diablu 2018 serán historia. Pero sólo morirán por que estarán naciendo los Güeyos del Diablu 2019, listos para regalarnos más magia y más felicidad!!!!!!

Deje su comentario

La Voz del Trubia