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En la cafetería del asilo

Inicio @ Tribuna En la cafetería del asilo
Por Leduina BLANCO

Centro polivalente o si lo prefieren, guarderÍa de adultos, jaula de grillos, ratas de alcantarilla, y sí, asÍ descrito, resulta vomitivo el solo hecho de leerlo, cuanto más vivirlo, pero masoca yo que en la cafetería que alterno (a rondas de menta poleo) debe de ser la del Parlamento, bebes café por 0,80 cÉntimos y ves actuaciones gratis como si fueras de palco al teatro de la Latina. Vibra un dominó a la vez que un lamento. Brilla la brisa sin prisa, en rostro surcoso, y por qué no, rocoso, de dureza en un corazÓn con callos y no precisamente, a la madrileña. Pocas boinas, y muchas calvas o canas o las dos cosas, también mechones rosas, es siglo XXI. Una pareja al mus, un cuarteto al parchís y un con techo sólo y sin sombra, no más que una rubia, pero bien fría, y ¡que le quiten lo bailao!. La última residente no tiene más de 60 años y ya toca sola el piano de la pálida dama, casada a unas gomas de plástico que le joden la nariz y la etiquetan de enferma crónica. Lleva en su mochila el triste bagaje del vivir y escrita su mala suerte con letras invisibles y tatuadas con sangre que no las quita ni la leja de Conejo. El espabilao de silla a motor le toca el culo a la del bastón de dos patas y le dice soez que la hará un hijo, y en otra mesa, la beata reza para que no surja el milagro de la concepción ni con puente grúa, ya van tres Aves Marías mientras le da al ganchillo sin pausa pero con prisa. Entre café doble y a mi derecha, dos de ochenta y una de noventa, vuelven los triceratops y miramos las esquelas, a ver si cayó pieza. Dicen con estoicismo y casi emoción de encontrar evento, y yo también me siento como vino añejo, debe de ser que todo se contagia menos la hermosura, Parque Jurásico en 3D. El mismo desierto de vida entre dinosaurios en plena jungla y con todos los números del ‘gordo’ y el reintegro para tocarles la extinción y el olvido más absoluto por el resto de miembros de su familia, que por cierto, como soy la que narro, vamos a emparentar a los dinosaurios con los asnos (y con respeto a todos los burros ¡qué son más listos que algunos humanos!). Sin toquilla ni medias de goma en la rodilla, sí con tintes acentuados y estiradas como espolón de gallo, mueven sus plumajes algunas mujeres a la embestida del Guacamayo. Admiro a Mari, por 85 bien puestos, la sonrisa por bandera, y por ser cada día voluntaria, en un centro sin banderas. Ella viene de vuelta del viaje, en el primero, perdió una hija en accidente, de 18, y eso no marca, ¡eso mata! Aunque la peor muerte sea la que te hace aún estar vivo, y mirándola como a un tierno gatito, no encuentro palabras…pero ella me mira en nuestro código y, sin mover los labios, me ha dicho, “si alguien te pregunta qué es
el dolor, dile de mi parte que dolor y llanto es el silencio sordo, es el mapa sin países, el bosque sin árboles, la cara sin sonrisas y las manos sin caricias”. Ella siempre sonríe pero es una tumba en expresión.
Y ahora sí abrió la boca, pero solo para pedir un café con gotes y no pa los ojos eh, que i quede claro a la camarera, solo un pingarazu pa espabilar un poquiñín.

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