Publicado el: 19 Ene 2019

Un mosaico romano en la cocina de casa

José Vega, Selito, último alfarero de Faro, reconstruyó en su vivienda el pavimento encontrado en Las Regueras, entre Andayón y La Estaca, en 1959 con 70.000 teselas fabricadas en su horno

José Vega, ‘Selito’, con una de sus piezas, sobre la reconstrucción del mosaico/ Esther Martínez

Esther Martínez/ Las Regueras
Desde el año 1959, en el que apareció el primer mosaico romano, entre Andayón y La Estaca (Las Regueras) durante las obras de la carretera, hasta el 2011, cuando fue incluido en la exposición permanente del Museo Arqueológico de Asturias, el hallazgo permaneció oculto en catorce cajas hasta que se acometió la restauración.
De cómo una copia de dicho mosaico se halla desde 1992 instalada como pavimento en la cocina de la Casa’lFornu de Faro, parroquia de Limanes en el concejo de Oviedo, es otra historia.
Si nadie duda del pasado romano de Las Regueras pocos saben, que José Vega, Selito, nacido en Faro en 1949 y último alfarero de una saga centenaria, se empeñó en reproducir el mosaico romano, apelando a sus orígenes regueranos.
Magín Berenguer, que había sido su maestro en la escuela de Bellas Artes, lo había dibujado y fotografiado en una publicación y el destino quiso que Selito entrase en aquellos almacenes del museo para ver unas piezas de cerámica, cuando apoyado en la pared encontró parte del mosaico en proceso de reconstrucción.
“Un amigo me retó, ‘a que no…’ a lo que yo respondí, ‘pues a que sí” y así fue como comenzó a dibujar en un tablero y a colocar las piezas en un molde del que salían de cada vez 1.500 teselas. Dos años duró el proceso de fabricación de las 70.000 piezas al modo tradicional de Faro. Para conseguir los colores mezcló el barro con óxidos metálicos. Los marrones, verdes y amarillos los consiguió añadiendo manganeso, cobre y antimonio. El proceso comenzó con el cocido y continuó con el esmaltado del que se encargó su padre, Lito, fallecido en 1996, y finalizó con una nueva coción. El concejo de Las Regueras estuvo presente en la vida de Selito desde la infancia. “Mi abuela materna, Teresa Suárez, era de Soto, conoció a su marido, Manuel Vega, también ceramista de Faro, en una romería del concejo y varias veces al año me llevaba con ella a pasar unos días al pueblo; íbamos a caballo en la época de las castañas y a la fiesta de agosto”.
En Faro llegó a haber a mediados del siglo XVIII setenta y un hornos, pero en los años cuarenta ya solo quedaba el de su casa. “Durante la guerra civil se dejó de hacer esmalte blanco, ya que el estaño era difícil de conseguir y hubo que esperar casi veinte años hasta que el mercado volvió a ser libre. Por ello mi padre solo fabricaba entonces tiestos, jarras, pucheros y cazuelas”.

Años sesenta
A partir de los años sesenta decidieron volver a la cerámica tradicional, pero se encontraron con la primera traba, habían desaparecido los modelos más antiguos y con ellos los elementos decorativos.
“Nos pusimos a excavar en las escombreras donde sabíamos que había habido talleres y encontramos hasta piezas completas”. Ahí conocieron “la páxara”, un dibujo mitad pez y mitad ave, que hoy en día vuelve a ser el símbolo de la cerámica de Faro.
Selito conserva piezas de diversa procedencia, pero tiene especial predilección por una obra de los indios navajos de Nuevo México que intercambió por medio de un amigo. En su taller hay muestras del arte de los indígenas motilones, de los artesanos de Nepal, India o Perú.
Dice el alfarero que desgraciadamente “no soy profeta en mi tierra. Me conocen más en otros sitios fuera de España incluso que en Oviedo”. Su obra fue premio nacional de alfarería en Barcelona en los años 1977 y 1978 y entre sus piezas más demandadas están el gallo y el barbón (una especie de cántaro) que rondan los setenta euros. Las piezas más económicas son la escudilla y la jarra de sidra que vende a 15 euros. A su casa llega gente de todo el mundo, aunque reconoce que corren malos tiempos para la artesanía en general.
“Tuve épocas de vender la mayoría de la producción a Japón y a Reino Unido. No paraban de pedir teteras”.
Selito es un artista que domina además la pintura, la talla de madera y hasta la escultura; en la capilla del pueblo, una talla del patrón, San Lorenzo, es obra suya.
Su casa es un lugar de culto para viajeros de todo el mundo y afirma con orgullo que su alumno, Orlando Morán, es la esperanza para que no se pierda esta tradición.
Aunque reconoce que un artesano no se jubila nunca, ahora disfruta de viajes culturales donde no queda un museo en el que no ponga el pie.
La pasada primavera recibió con sorpresa el descubrimiento de un nuevo mosaico en la tierra de sus antepasados, en la ería de San Martín, muy cerca del otro que admiró, que hasta consiguió hacerlo casi semejante, en recuerdo de la abuela Teresa que tantas veces pasó a caballo por Andayón sin saber que Las Regueras sería en el futuro famosa por su pasado romano.

Deje su comentario

La Voz del Trubia