Silencio en la peña de la Escalera

Luis G DONATE

Bienvenidos un mes más a nuestra pequeña “tertulia”, me alegra veros bien a todos y esperemos seguir así el tiempo suficiente para deshacernos de esa plaga que últimamente nos tiene a todos un tanto inquietos. En momentos así es cuando una historia viene de maravilla, así que aquí tenéis una, espero que la disfrutéis.

Se cuenta por estos lares, seguramente por otros también pero uno habla de lo que conoce, una de esas historias tantas veces repetidas que quien la escucha ya no es capaz de recordar a quiÉn la oyó la primera vez. Dicha historia habla de un tal Quintana, uno de esos “fugaos” de después de la guerra, que por una razón o por otra, no entraremos en dimes y diretes de historia o política, se tuvieron que tirar al monte viviendo como podían y desafiando a la autoridad de entonces como hicieran siglos antes, el barquero de Cantillana o el Tempranillo por las sierras andaluzas. De las andanzas de estos “fugaos” muchas de ellas llegaron a traspasar el umbral de la leyenda a pesar de que la existencia de sus protagonistas fuese muy real. Una de ellas, la que nos ocupa, sitúa a nuestro querido Quintana camino de Proaza, en una zona que llaman la peña de la Escalera, a través de esa peña hoy pasa la carretera. Se había emboscado allí con su banda por un motivo muy claro, era una brumosa y fría mañana de un 3 de febrero y en Proaza se celebraba el mercado de San Blas. Con motivo de dicha feria, muchos de los tratantes de ganado más importantes de la zona iban a darse cita allí y eso implicaba carteras repletas de dinero. Esperaron en silencio, escondidos dejando pasar a la gente, no querían robar al pobre, y cuando aparecieron los tratantes, sin disparar un tiro lograron salir de allí con una auténtica fortuna, eso sí, cuentan que antes de marchar dijo: “Hasta más ver señores, que me esperan en la feria”, al más puro estilo de una película de forajidos.

Hasta aquí llega la historia, espero que haya podido distraeros de esta actualidad tan poco halagüeña,  antes de irme quisiera decir que a pesar de conocer vagamente de la existencia de un verdadero guerrillero conocido como Quintana, yo cuento esta historia tal como la oí a los paisanos siendo un niño, si alguien conoce otra versión que sepa que no pretendo desfigurar nada, simplemente es lo que yo sé. También cabe decir que con esta historia no quiero hacer apología de nada ni decantarme por nadie. Aclarados estos asuntos espinos y dignos de tener en cuenta, me despido deseando que todos y todas os mantengáis sanos y quedando a vuestro servicio hasta la próxima.

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