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Escuela rural: llamada a la resistencia

Por Manuel GALÁN

La pandemia pone, al fin, la mirada en la escuela rural. Para muchas familias es una oportunidad de regresar a los orígenes, una vuelta a la casa que los vio nacer y crecer para reencontrarse con aquellos recuerdos de épocas que difícilmente regresen. Para otras familias, es un inicio novedoso y arriesgado al instalarse en un medio que es, a menudo, más conocido como lugar de paso o refugio que como hogar permanente. Gentes que ya le daban vueltas desde hace tiempo, se lanzan al intento mientras otras familias indagan desde la necesidad imperiosa de reconciliarse con uno mismo y el medio, disponer de aire puro, gestionar una pequeña huerta o tener un sencillo jardín para huir de la dureza de las ciudades más, si cabe, en tiempos de pandemia. Quizás se cumpla, ahora sí, lo que vaticinaba el naturalista Benigno Varillas cuando anunciaba como oportunidad para repoblar los pueblos la llegada de nuevas vecindades llegadas de la ciudad que accedan a teletrabajo. Esas consignas, poco o más bien nada acogidas en la mayoría de los municipios asturianos durante los primeros años del siglo XXI, suenan ahora a rabiosa actualidad. He visto instalarse y marchar casi al tiempo unas cuantas familias en zonas de montaña. Los inviernos, largos por estos lares, no son tarea fácil para cuerpos y mentes urbanas. La soledad, el frío, la distancia con las ciudades, hacen los inviernos pesados para quienes hemos perdido el hábito de tornar en oportunidad todo lo que ahora añoramos: paseos en soledad por el monte sin el maldito tapabocas apropiándose de nuestro aliento. Bimenes tomó el testigo de Cabranes como pueblo elegido por muchas familias para el retorno o nueva instalación. Su cercanía a núcleos de población grandes como Villaviciosa y Gijón y buena conectividad, hacen más aceptable el reto de la migración urbano-rural. En las zonas de montaña, la cosa se complica. A lo comentado anteriormente, hay que sumarle mala conexión de internet con rupturas constantes y velocidad ruinosa, así como una escasa actividad comunitaria. Los espacios comunitarios de encuentro ejercen de ancla a las nuevas vecindades y facilitan el conocimiento mutuo. Era complicado antes, más si cabe ahora, proporcionar esos espacios, aunque se hace imprescindible articular momentos comunitarios de encuentro entre retornados y forasteros con los lugareños. Ese hacerse comunidad es clave para facilitar la migración urbano-rural. Y sí, más aún en época de pandemia. Los coles rurales han sido golpeados por la despoblación. Sin embargo, este curso, muchos se verán beneficiados con nuevas caras de familias retornadas y forasteras. Ocurre en Somiedo, donde serán 41 estudiantes en el colegio, una excelente noticia tras varios años de decrecimiento poblacional. Además, las aulas están más preparadas que nunca, con espacios amplios, salas de sobra y patios verdes que garantizan más de una distancia de seguridad. Será importante, en mi opinión, cuidar momentos para el alivio, en los que niños y niñas se desenmascaren, con distancia, claro, pero que puedan respirar y sentir el alivio de no respirarse a uno mismo, si no de saborear, con la entrada del aire, la pureza del entorno. La población rural dispone, en general, de menos posibilidades de acceso a acciones de educación no formal que complementen la acción educativa en el aula. Además, el abandono escolar temprano y el absentismo escolar, es superior en las áreas rurales con respecto a las zonas urbanas asturianas. Sin embargo, su valor añadido para lograr una educación integral es muy superior. Los coles rurales siempre han sido perdedores: alta rotación de profesorado, baja inversión en infraestructuras, menores posibilidades de innovación, limitación de extraescolares. Puede que, a menudo, olvidemos que son comunidad y, aunque administraciones locales y vecindad, se involucran en su defensa, a menudo falta la respuesta institucional del nivel superior, la autonómica, que o no quiere o no sabe cómo garantizar los principios de equidad educativa. Venir a vivir a un pueblo de montaña, ahora, es una oportunidad. No creo que exista mejor momento para vivir dignamente sin que el recuerdo de la pandemia sea permanente, para que existan, al menos, huecos para el alivio.

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