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Del primer sufrimiento al primer sufragio

Inicio @ Tribuna Del primer sufrimiento al primer sufragio
Plácido RODRÍGUEZ

Todos conocemos las consecuencias de que los dos pioneros del nudismo hubieran comido del fruto prohibido; un asunto que, analizado desde la perspectiva actual, sería harto previsible, es decir, que la desobediencia iba a implicar un castigo. Lo que tal vez no sería tan previsible es saber qué hubiera pasado si, antes de cometer el primer desacato de la Historia, lo hubiesen sometido a votación; aunque es probable que el resultado hubiese sido el mismo, y la lección moralista que referencia las consecuencias de contrariar al poder establecido serían también las mismas: la desobediencia implica un castigo. Claro que, de haber dirimido el tema con un sufragio… con sólo dos censados… para poder caer en la tentación… Adán y Eva tendrían que haber votado lo mismo, porque en caso de empate entiendo que el asunto quedaría sin sustanciar. Si aquellos pobladores del Edén hubiesen decidido, con una votación, infringir la legislación del Paraíso, entonces, habiendo sido una decisión del pueblo, el alto mando no tendría motivos para infringirles una pena diferente, pues a él lo condenó a trabajar todos los días de su vida y a ella le dijo que multiplicaría sus sufrimientos en los embarazos y daría a luz a sus hijos con dolor. Y que siempre le haría falta un hombre, y que él la dominaría ─además de condenarla también a trabajar todos los días─, que esto último, aunque no viene referenciado en el libro del Génesis, creo que es harto conocido por todas. El caso es que la ausencia de votación en aquel antiguo rifirrafe bíblico condenó a la mujer a la sumisión, y por tanto a la falta de decisión en los asuntos de interés público. Tuvo que pasar mucho, pero que mucho tiempo, para que las mujeres pudieran ejercer el derecho a voto. En España fue en las segundas elecciones generales de la II República. Previo se produjo el conocido debate en las Cortes protagonizado por dos de las tres parlamentarias que habían sido elegidas en 1931, en el que Victoria Kent abogaba por aplazar el voto de las mujeres para dejar pasar unos años y que pudiesen comprobar los beneficios de la República. Del otro lado, Clara Campoamor defendía que el principio de igualdad estaba por encima de otros intereses, y por lo tanto la mujer debía conseguir el derecho a voto sin ningún aplazamiento. Al final se impuso el planteamiento de Clara y las mujeres pudieron votar, por fin, un 19 de noviembre de 1933. A diferencia de las elecciones del 31, en las que no votaron las mujeres, en el 33 se produjo una derrota de las izquierdas y un triunfo de las derechas. Este resultado se debió a varios factores, y lo que principalmente decantó el resultado fue que los perdedores se presentaron desunidos y los ganadores unidos, justo al revés que en el 31. ¿Y a quién echaron la culpa los perdedores? Pues a las mujeres que, supuestamente, estaban muy influenciadas por la Iglesia Católica. En la expulsión del paraíso, la mujer se dejó influir, supuestamente, por el Diablo, y pagó las culpas. En las elecciones del 33, la mujer se dejó influir, supuestamente, por la Iglesia, y también pagó las culpas. Espero que este 19 de noviembre nos sirva para pensar que la culpa, antes de enjaretársela a quien no la tiene, ni por supuesto merece, es mejor que se quede soltera.

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