La vega de San Bartolomé

Vega de Miranda

Por José Manuel R. ANTOMIL

Si estuviésemos en el Lejano Oeste bien podríamos llamarla «tierra maldita». La que durante muchos años fue la despensa del mercado de Grado, Mieres, El Fontán y muchas tiendas de toda Asturias, hoy, entre el Narcea y la falta de una ambiciosa reforma agraria, esta fértil vega está al borde de perder el último tren de su recuperación productiva. Corrían los años 70 (del siglo XX) cuando un ingeniero agrónomo, don César Guantiñas, adscrito a la Agencia de Extensión Agraria de Belmonte de Miranda, y el también ingeniero agrónomo de la Diputación Provincial don Jesús Riesco Morán, redactaron un ambicioso proyecto de defensa, riego por aspersión y concentración parcelaria de esta vega. Eran los estertores del franquismo y estos dos ingenieros, demasiado liberales para la época, por lo que las fuerzas vivas de la zona les ponían demasiadas zancadillas. Por lo que pronto se dieron cuenta de que tan avanzado proyecto se iba a quedar en agua de borrajas, así que lo abandonaron por falta de apoyo y enseguida pidieron el traslado para otras zonas que los recibieron con los brazos abiertos. Mientras, el Narcea, tragaba inexorablemente áreas y áreas de terreno, hasta que finalizados los años 80 tres vecinos que no voy a nombrar, por aquello de la protección de datos, acompañados de don Roberto Pérez López, a la sazón alcalde de Belmonte, consiguieron que la Confederación Hidrográfica hiciese una escollera, que hoy se muestra insuficiente, pero que valió para que el Narcea no siguiera devorando la vega, que hoy vuelve a estar en peligro al hundirse totalmente el fuerte. Habría que conseguir que la escollera terminase empotrada en el terraplén de la AS 15, a la altura de la poeta, de lo contrario tanto ésta como la pasarela pronto quedarán en seco. También está comiendo terreno en la zona de Puñalada y es peligroso que el río coma terreno de abajo hacia arriba. Pero voy a seguir con el tema que hoy me ocupa: la productividad de la vega. El éxodo del mundo rural no ha sido ajeno a estas tierras y lo que hace 40 años eran grandes praderas hoy son monte improductivo y la fértil vega se ha convertido en pradera y algunas parcelas a monte. Recuerdo el plan Oscos-Eo, durante el cual se roturaron muchas hectáreas de monte, convirtiéndolas en grandes praderas, mientras las escasas tierras de labor de aquella zona se dedicaron a la producción de patatas y viñedos. No solo se consiguieron grandes pastos para la excelente ganadería de aquella zona, sino que se hicieron buenos caminos y reguero, que con el uso diario, todavía hoy están en perfectas condiciones. Esta obra se hizo siendo presidente autonómico Pedro de Silva y, tristemente para Asturias, este ejemplo no fue seguido por los posteriores presidentes. Asturias necesita una gran reforma agraria, pues como decía Zapata, «la tierra tiene que ser para quien la trabaja».No es necesario que llegue el comunismo, como dicen algunos sin pararse a pensar que durante años la Seguridad Social Agraria fue subvencionada, es decir pagada por los contribuyentes. No pueden olvidar que muchos, con pagar unos simples atrasos ya empezaron a cobrar, ni pueden olvidar que muchos se jubilaron anticipadamente gracias al Banco de Tierras. Poner la tierra a producir No se trata de quitar la propiedad a nadie, simplemente tener la obligación de arrendada para que otros la pongan a producir. Es la hora de que Asturias ponga en valor sus recursos, que son muchos. No podemos aguantar 100.000 parados y el 50% de la juventud sin trabajo. La generación que sostuvo la crisis de 2008 y esta de la pandemia, está cerca de acabarse y Asturias no puede ni debe aspirar a estar permanentemente subvencionada, cuando tenemos recursos sobrados para una población de un millón de habitantes. Los políticos tienen que ponerse las pilas, pisar calle y ver lo que en ella ocurre y hablar con la gente, no sólo con sus acólitos. Kiwis, una oportunidad Recientemente desembarcó en San Bartolomé una de las mayores empresas productoras de kiwis, KiwiAtlántico, con el fin de hacer una primera inversión de un millón de euros, pero con el propósito de seguir ampliándolo e incluso construir una planta de refrigeración y envasado, lo que además de los puestos de trabajo directos generaría también otros indirectos. Los concejos vecinos de Pravia y Salas ya han recogido el guante, pero aquí parece que vamos un poco a remolque. Sería de desear que tanto instituciones como propietarios le dieran una vuelta al tema, como dice el refrán. Este tren no suele pasar dos veces. A mí personalmente no me gustaría que nos tuviésemos que arrepentir, como cuando se tramitó el Parque Natural de Somiedo. La pelota está en nuestro tejado y a los inversores de Kiwi Atlantico no les faltaran sitios donde invertir. ¡Ojalá acertemos con nuestro futuro!

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