El centro visto desde el chigre

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Plácido RODRÍGUEZ

Preguntado por este periódico si me atrevería a dar una proyección política de los resultados de las elecciones de la comunidad de Madrid al resto de España y Asturias, reconozco que me tembló un poco “la patuca”, puesto que son tan excelsos los análisis recreados por tertulianos y politólogos que me pareció harto pretencioso, por mi parte, meterme en semejante “fregao”. Como en estos casos de manifiesta angustia metafísica recurro, a veces, a la socorrida costumbre de tomar unas sidras, así fue como se gestaron estas reflexiones: de chigre. Los analistas dan muchas claves de la estrategia seguida por los ganadores para culminar tan contundente victoria, aunque creo que no escuché a ninguno decir que el no asistir a un debate estéril y bronco fue una de ellas, porque, en mi modesta opinión, el debate lo ganó quien no se presentó, por el simple y ancestral subterfugio bélico de no participar en la batalla. ¿La trascendencia de estas elecciones? Creo que poca —conocedor de la perogrullada que formulo—, porque sólo sirven para dos años. Si la ganadora volviese a repetir el éxito en los próximos comicios, entonces sería para cuatro años, es decir—y aquí ya me paso de frenada—, tendría el doble de trascendencia. Porque, al final, va a seguir siendo la presidenta de Madrid sin el riesgo de que un partido a la deriva le ponga delante de las narices una moción de censura. Una deriva que nace de la fragilidad  política por la que transita el punto medio, también conocido como centro. Y aquí no me queda más remedio que darle la razón a la que fuera Dama de Hierro Británica, cuando decía que estar en el centro de la carretera es muy peligroso porque te pueden atropellar los que circulan en ambos sentidos. Y es que el centro, que suele dedicarse a pescar en aguas que no le pertenecen, padece de una debilidad sistémica que se pone de manifiesto cuando los que a un lado y a otro de ese punto medio recuperan el pescado que nada dentro de su natural posición política. Una vez escuché una alegoría termodinámica que situaba el punto medio con criterios  estadísticos, empleando un ejemplo que en ningún caso ha de ponerse en práctica, de tal manera que si a una persona se le mete la cabeza en el congelador y los pies en el horno la mediana se establece en la barriga.  Al centro político le ocurre algo parecido: que pasa del frio al calor y del calor al frío con tanta facilidad que lo que debería estar congelado se derrite, y lo que necesita cocerse se queda crudo.  El recientemente fallecido, Franco Battiato, se pasó media vida buscando el centro de gravedad permanente; creo que nunca lo encontró, porque, si ya es complicado encontrar ese punto medio, resulta imposible hacerlo de forma permanente. Y así, cuando no se encuentra el espacio, ni por la derecha ni por la izquierda, que son los dos espacios políticos genuinos, entonces se recurre al centro, hasta que sucede lo que todo equilibrista debería saber: que el punto medio del alambre es el punto más inestable. Y ahí es donde se corre mayor peligro, de ahí que la Comunidad Central se quedase sin centro, cuestión que me hace pensar en la proyección política que planteaba al principio de este escrito, y pienso en los funambulistas del resto de España, de Asturias, y en los de esta comarca, y no me parece que vayan a ser capaces de mantener el ansiado equilibrio una vez se convoquen nuevas elecciones.

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