«Pasionaria muestra cómo la gente común puede organizarse para mejorar la vida»

«Sigue habiendo un odio especial hacia las mujeres con poder que vienen de abajo, de las clases populares; se las quiere hacer saber que no están en su lugar»

«He escrito un libro riguroso pero quise que fuera divulgativo y ameno, la historiadora Paola Lo Cascio lo ha definido como una biografía pop, un concepto que me gusta mucho»

Diego Díaz/ Foto de Iván G. Fernández

L. S. Naveros/ Grau

Es casi imposible tener alguna vinculación con la vida cultural y política ovetense y asturiana y no conocer a Diego Díaz (Oviedo, 1981). Activista de izquierdas, defensor del patrimonio industrial y natural (impulsando plataformas en favor de La Vega o la Fábrica de Gas, o contra la Ronda Norte), estuvo vinculado a la ocupación de La Madreña y a distintos proyectos políticos impulsados por Podemos en Asturias. Licenciado y doctor en historia por la Universidad de Oviedo, Díaz tiene también una trayectoria académica que se plasma en sus colaboraciones en obras colectivas como «El movimiento obrero en Asturias durante el franquismo», “Un siglo de comunismo en España” o “El antifranquismo asturiano en (la) Transición”. En solitario ha publicado «Disputar las banderas. Los comunistas, España y las cuestiones nacionales (1921-1982)». Compagina la historia con el periodismo, como colaborador habitual del diario El Salto y director del digital asturiano Nortes. El lunes a las 19,30 horas estará en la Casa de Cultura moscona para presentar «Pasionaria, la vida inesperada de Dolores Ibárruri», su último libro.

-Ha escrito sobre la Pasionaria. ¿Qué le llevó al personaje?

-Siendo sincero nunca había pensado en escribir una biografía sobre Dolores Ibárruri. Fue un encargo editorial que me hicieron durante el confinamiento, y lo acepté con una condición muy clara. Acercarme al personaje de carne y hueso, con sus luces y sus sombras, evitando tanto caer en una hagiografía de Santa Dolores Ibárruri, como irme al otro extremo. Tampoco quería escribir una biografía contra Pasionaria.

-¿Qué puede aportar la figura de Pasionaria a una lectora o lector de hoy?

-La historia de cómo las clases trabajadoras del siglo XX a través de la cultura, el esfuerzo y la organización lograron levantar poderosos movimientos sociales que conquistaron derechos básicos que hoy día vuelven a discutirse. Es terrible que con la reforma laboral de 2012 se haya podido despedir a alguien estando de baja por enfermedad o que tengamos de nuevo una Universidad en la que más del 50% de sus alumnos proceden de las clases altas. Creo que Dolores y tantas otras personas anónimas son referentes de que incluso en los peores momentos, a pesar de la incultura, la explotación y la represión del Estado, la gente común puede organizarse para mejorar su vida, y también que en ese proceso de organizarse y empoderarse descubren un sentido a su existencia y convierten sus biografías en algo más grande y mejor que a lo que parecían destinados por su origen social.

-¿Es posible a estas alturas ofrecer información nueva sobre Dolores Ibárruri?

-El libro ofrece una interpretación novedosa de su vida, pero los principales acontecimientos son ya conocidos y han sido relatados por otros biógrafos, así como por la propia Pasionaria en su autobiografía. Las zonas de penumbra, como son la relación con sus dos parejas, Julián Ruiz primero y Francisco Antón, me temo que seguirán así. Dolores y su círculo se llevaron estas y otras intimidades a la tumba. Tengo mis hipótesis, pero no soy un novelista, como Almudena Grandes, que la convirtió en un personaje de ficción en “Inés y la alegría”, así que estoy obligado a ser más prudente.

-Pasionaria fue líder y dirigente en un mundo muy masculino. ¿Cómo se relaciona el personaje con el feminismo de hoy?

-Nunca se quiso definir como feminista, pero creo que en la práctica funcionó como una “feminista silvestre” o una “feminista intuitiva”. Como otras mujeres obreras rechazaba el término por las connotaciones pequeñoburguesas que tenía para la época. Sin embargo, sí se preocupó, y mucho, por los derechos de las mujeres y por la participación política femenina. Por eso impulsó Mujeres Antifascistas, que durante la Guerra Civil se convirtió en un movimiento de masas en toda España. Ella y sus compañeras fueron pioneras en la España de los años 30 en defender el derecho al aborto, la igualdad salarial entre hombres y mujeres, los permisos de maternidad o la escuela infantil gratuita. Siempre fue más avanzada en lo que tenía que ver con las reivindicaciones socioeconómicas de las mujeres, que con las relacionadas con la sexualidad, tema en el que solía ser más prudente. Como el resto de dirigentes políticas y sindicales de la España republicana, en esto hubo pocas excepciones, apoyó la retirada de las milicianas de los frentes en otoño de 1936, y pidió a las mujeres que se concentraran en trabajar en la retaguardia. Fue una figura contradictoria en cuestiones de género, también en su vida privada, pero imprescindible para rastrear los orígenes en España de un cierto feminismo de clase, preocupado sobre todo por los derechos de las mujeres obreras.

-Vázquez Montalbán en su libro ‘Pasionaria y los siete enanitos’ decía que para Franco encarnaba el mal, era el ejemplo de lo que el franquismo llamaba ‘la tiorra roja’. ¿Sigue habiendo ‘tiorras rojas’ en España?

-«Ada Colau debería estar sirviendo en un puesto de pescado» dijo el académico de la RAE Felix de Azúa. Por mucho que los deteste no me lo imagino diciendo algo así sobre Pedro Sánchez o Pablo Iglesias. Los descalificará, pero de otra manera. Respetando ciertas líneas rojas. Pienso también en las campañas contra Irene Montero o en el empresario que baboseó a Teresa Rodríguez. Hay un odio especial hacia las mujeres con poder que vienen de abajo, de las clases populares. Un odio que se expresa en un especial énfasis por recordar que no están en el lugar que les corresponde.

-¿Qué precio pagó Pasionaria por su compromiso político?

Mucho sufrimiento, pero también recibió a cambio gloria, poder y una vida inesperada y apasionante. Creo que con todo, el saldo fue positivo.

-¿Cómo fue su vida en la URSS, y la pérdida de su hijo Rubén?

-Intuyo que en la URSS atravesó dos depresiones. Una primera tras el final de la Guerra Civil, cuando la República ha sido derrotada y su hijo y su amante están presos en Francia. La segunda, cuando su hijo Rubén muere en Stalingrado. Eso la destroza y es un dolor que arrastrará toda su vida. Es el quinto hijo que pierde y creo que ahí se revuelven también los sentimientos de culpabilidad de una madre ausente, que ha priorizado la militancia sobre la crianza. Es un sentimiento de culpabilidad que no se daba en sus compañeros hombres, pero sí en las mujeres comprometidas políticamente. Se adaptó a la vida en Moscú, pero fue un exilio amargo, como lo son todos los exilios, si bien atenuado por las comodidades de las que gozó al ser una persona muy respetada por el Partido Comunista de la Unión Soviética.

-Las luchas de poder, caníbales, son un mal que sigue aquejando a cierta izquierda. ¿Cuáles protagonizó Pasionaria?

-Las luchas por el poder son consustanciales al ser humano, y se dan en todas las tradiciones políticas. La gran diferencia es que en determinados momentos perder el poder puede significar además perder la vida, como les pasó a muchos dirigentes comunistas durante los peores años del estalinismo. Pasionaria siempre supo moverse bien en la pelea interna. Tenía olfato y si era necesario sabía, como decimos en Asturias, “ir con los de la feria y volver con los del mercado”. Se libró en 1932 de ser arrastrada por la expulsión de José Bullejos, su mentor en el PCE, sobrevivió a los intentos de Jesús Hernández por tomar las riendas del partido y convertirla en un “jarrón chino”, y con la desestalinización supo hábilmente ponerse del lado de los nuevos tiempos y colocar el sanbenito de estalinista a Vicente Uribe. Después de 1960, como presidenta honorífica del PCE, jugó bien a ser la “abuela” del comunismo español y una figura de consenso, respetada por todos los bandos. A pesar de tantos años a su lado, Santiago Carrillo aprendió muy poco de la elegancia de Dolores para entender cuando le tocaba dar un paso atrás.

-¿Qué es lo que se lleva para siempre de haber investigado su personaje?

-Superar cierto infantilismo y maniqueismo a la hora de juzgar a un personaje histórico. Me gustaría haber logrado escribir un libro de memoria histórica para adultos.

-¿Por qué recomienda su libro?

-Paola Lo Cascio, una historiadora italiana que presentó el libro en Barcelona, lo ha definido como una biografía pop. El concepto me gusta mucho. Trata de ser un libro riguroso, pero al mismo tiempo divulgativo y popular, con una narración muy cuidada. Hay gente que me dice que se lo devora en un fin de semana, como si fuera una novela que te atrapa. Ese era el objetivo.

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