«Los adolescentes necesitan que estemos disponibles y pensemos bien de ellos»

La psicóloga Lorena Suárez Iglesias, que ofrece desde mañana en Grado tres charlas sobre salud emocional y mental en la adolescencia, da algunas claves para mejorar las relaciones: «lo principal que debemos aprender es a cuidarnos mutuamente»

La psicóloga y terapeuta familia Lorena Suárez Iglesias

L. S. N/Grau

La salud mental y emocional de los jóvenes y adolescentes preocupa a muchas familias, que se encuentran en ocasiones que no tienen claro cómo reaccionar para ayudar a salir adelante a sus miembros más jóvenes, en una sociedad en constante cambio. Para ofrecer herramientas educativas la concejalía de Salud de Grado, a través del Plan Municipal de Prevención de Drogas, ha organizado tres charlas que han despertado un gran interés, con casi una veintena de familias inscritas. Las ponencias comienzan mañana, 29 de marzo, a las 17,30 horas, en la Casa de Cultura, con ‘¿Dónde está el GPS? Entender el momento del ciclo vital y familiar», y continúan el 12 de abril, con la charla ‘Cuando la realidad duele». La última ponencia, «Mi caja de herramientas para cuidar: las relaciones de cuidados desde el modelo de apego seguro», se celebrará el 26 de abril. Todas serán impartidas por Lorena Suárez Iglesias, psicóloga y terapeuta familiar del Centro de Psicoterapia y Psicopedagogía Suárez Santamarina.

– Crece la preocupación por la salud mental de los más jóvenes, sobre todo tras la pandemia ¿cuál es el problema?

-Creo que debemos ocuparnos de la salud mental igual que nos ocupamos de la salud física. Lo que ocurre es que es recientemente cuando comenzamos a hablar de la salud mental con menos miedo, ya no es un tabú como lo era años atrás. Las personas no somos esa dualidad tan extendida que nos divide en cuerpo y mente. Somos eso, personas; seres vivos funcionando en el mundo en constante adaptación, queriendo lograr metas. Si es importante comer sano, hacer ejercicio físico, cuidar nuestro cuerpo, dedicar tiempo a nuestro bienestar, eso incluye también cuidar nuestras relaciones, nuestras emociones, nuestro equipaje para movernos por el mundo. Eso implica desterrar mitos e invertir en recursos públicos y de calidad que permitan atender a la ciudadanía ante cualquier malestar para intentar evitar llegar a situaciones más graves o crónicas. Desde mi punto de vista, la atención psicológica debería ser un servicio al que acceder para ayudar a gestionar las situaciones adversas que se presentan en la vida, en cualquier momento de nuestro ciclo vital, fundamentalmente para aquellas personas que disponen de menos apoyos en su red cercana de relaciones. La pandemia ha puesto de manifiesto cómo determinados escenarios, que en este caso nos vienen dados, hacen que tengamos que poner en marcha estrategias para afrontar situaciones nuevas. Cuantas más herramientas sepamos usar o mejor uso hagamos de las que tenemos, más posibilidades vamos a tener de resolver las tareas que se nos presenten y más competentes nos podremos mostrar para que las adversidades, que inevitablemente forman parte de la vida, no terminen en disfunciones sino en adaptaciones.

-¿Qué es lo más urgente que deben aprender padres y madres para mejorar la salud mental de sus hijos adolescentes?

-Lo que creo que tenemos que aprender, en general, para sentirnos mejor en nuestras relaciones interpersonales y, en particular, en las relaciones familiares, es a cuidarnos mutuamente. Además, si como adultos nos esforzamos en convertirnos para los hijos e hijas, en personas confiables, disponibles, que les ayudan a explorar el mundo, fomentando su autonomía, desde el cariño y el respeto, es más probable que logremos la meta de que los muchachos y las muchachas se conviertan en personas competentes. Eso redundará en la salud mental. Es importante que los padres y las madres, o las personas referentes de cuidados para los menores de edad, sepan averiguar qué es lo que disgusta a los jóvenes y ayudarles a afrontarlo, más allá de pensar que haya algo que arreglar; también que son guías que les aúpan en el aprovechamiento de las oportunidades.

-¿Qué peso tienen las redes sociales en el malestar de los jóvenes?

-Desde mi punto de vistas, las redes sociales forman parte del mundo en el que vivimos, no somos ajenos a ellas. Creo que no hay que demonizar el medio, en todo caso, cuestionar su mal uso y enseñar a utilizarlas en nuestro beneficio. Durante la pandemia, por ejemplo, nos han permitido estar en conexión y nos han servido para sobrellevar las adversidades de una manera menos traumática. Las redes sociales permiten pertenecer a un grupo, experimentar, aprender, etc. Por eso, lo que debería preocuparnos es observar cómo nos tratamos dentro y fuera de las redes sociales, y dotarnos de mejores estrategias para gestionar las situaciones que se dan en los diferentes escenarios de relación.

-«Con nosotros no se andaban con tanto cuento y no teníamos estos problemas» ¿Qué dice cuando le hacen este tipo de comentarios?

-Primero pienso y luego, si acaso digo… es decir, creo que esa frase es herencia de maneras de entender las relaciones en las familias que podían funcionar para un tipo de vida que ahora no queremos que sea así. Ese tipo de ideas, suelen estar basadas en el sentido común, y éste, en ocasiones, conviene someterlo a cuestionamiento.

-¿Es distinto el sufrimiento de los adolescentes varones que el de las chicas? ¿Tienen los mismos problemas e inseguridades o el enfoque debe ser el mismo?

-El enfoque debe partir de la base de que el sufrimiento es el que cada persona padece, y eso es lo que hay que legitimar. Entender el sufrimiento de la persona en el mundo, en su momento vital. No cabe ninguna duda que los roles de género asignados a unos y a otras están presentes, y están no porque los problemas sean diferentes para ellos y para ellas, sino que lo que es distinto son los métodos para gestionar ese sufrimiento que, contaminados por los mandatos de género, se imponen a cada uno. En cualquier caso, lo importante es que los adultos cuidadores nos convirtamos en interlocutores válidos, confiables, consistentes, seguros y reconfortantes para ayudarles, a ellos y a ellas, a adaptarse de la manera más funcional posible, al mundo.

-¿Qué se pueden esperar las familias que acudan a sus tres charlas, qué van a aprender?

-Mi objetivo es construir, juntas, un espacio de reflexión. Parto de que las familias ya saben hacer bien muchas cosas y que son eficaces, aunque a veces se les olvide, duden, se equivoquen o el contexto se lo ponga difícil. A partir de ahí, me gustaría transmitir la idea de que las relaciones de los padres y madres con sus hijos/as en edad adolescente puede ser un desafío apasionante, ver esa etapa del ciclo vital familiar como una oportunidad y no como una tortura. Las personas somos vulnerables y necesitamos de otras personas, todo el rato, para conseguir nuestras metas. Los hijos y las hijas también. Por eso es fundamental: estar disponibles, hacer el esfuerzo de entender sus malestares y su sufrimiento, tener presente que somos una parte muy importante de lo que ellos van a pensar de sí mismos, es decir, que estamos construyendo su identidad con la imagen que les devolvemos de cómo les vemos, ofrecer cuidados de calidad, ayudarles a explorar el mundo y ser un refugio seguro al que acudir, incondicionalmente, ante la adversidad. Para ello, tenemos que convertirnos en adultos cuidadores a los que le gusten los desafíos, perseverantes y dispuestos a afrontar los nuevos retos que suponen, para los miembros de la familia, el sinfín de tareas nuevas que implica para todos pasar por esta etapa vital, e intentar vivirla con la misma pasión con la que se viven otras etapas. En lugar de pensar que los adolescentes están en el equipo contrario, se trata de verse en el mismo lado, en el mismo equipo, de esforzarse cada día en no perder de vista esta idea, a esto debemos añadir unas buenas dosis de cariño y respeto, junto con una mirada desde la competencia, desde la aportación de la confianza de que siempre estaremos disponibles, a su lado y desde la apuesta por sus capacidades. Me gustaría también resaltar que, a diferencia de lo que en un momento dado los padres y madres puedan sentir, la mayoría de los jóvenes quieren que sus progenitores, que son las personas más importantes en sus vidas, piensen bien de ellos y les hagan llegar que se sienten orgullosos de tenerlos; que tengan presente que la conexión con sus hijos no se corta, sino que cambia, y que siguen siendo muy necesarios en sus vidas.

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