La jueza ordena prisión para el presunto asesino de Erika

El acusado, aún en el HUCA por las lesiones que se provocó al ser descubierto y que se ha negado a declarar, fue condenado en 2019 por coaccionar a una joven de Soto en el autobús de TUA y en la parada de Uría

Palacio de Justicia de Oviedo

Redacción/Trubia

El acusado del asesinato de la niña de 14 años Erika Yunga pasó esta mañana a disposición del Juzgado de Instrucción nº 2 de Oviedo, informa el Tribunal Superior de Justicia de Asturias. La magistrada titular de dicho juzgado se ha desplazado este mediodía al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde continúa ingresado tras las autolesiones que se provocó al ser descubierto, para tomarle declaración en calidad de investigado. El hombre, del que no constan antecedentes penales, se ha acogido a su derecho a no declarar y, de acuerdo con el Ministerio Fiscal, la magistrada ha dictado un auto de prisión provisional, comunicada y sin fianza, que hará efectivo su traslado al Centro Penitenciario de Asturias en cuanto sea dado de alta en el HUCA. En principio, se le atribuye un delito de asesinato y otro de agresión sexual en grado de tentativa. La magistrada instructora mantiene secretas las diligencias.

El TSJA ha hecho públicas además tres sentencias previas por dos casos en los que se vio en vuelto, uno de ellos por amenazas, de las que fure absuelto, y otro por coacciones, en el que fue condenado al pago de una multa, en principio de 8 euros diarios por dos meses, pero que finalmente en una tercera sentencia en la Audiencia Provincial se rebajó a 8 euros diarios por un mes. Las coacciones por las que fue condenado ocurrieron en la L2 de TUA, entre Oviedo y Soto de Anajo, donde el joven vivió hasta que se trasladó al edificio de Vallobín donde ocurrió el asesinato. Según considera probada la sentencia, el hombre, Igor P., se dirigió a una joven en el autobús, que no le entendió porque llevaba los cascos. Se los quitó, pero no entendió lo que le decía, momento en el que el ahora detenido la cogió del brazo, tirando de ella, que pudo zafarse. Poco después, en la parada de la calle Uría se dirigió a ella y le pidió su número de teléfono, interviniendo varios amigos para que la dejara en paz. La joven se vio obligada a modificar sus hábitos y horarios para no coincidir con el vecino, que fue condenado por un delito leve de coacciones.

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