Beatriz Álvarez/Quirós
José Sacristán recibió ayer, en un emotivo acto, el Premio Aula de las Metáforas de manos de José Luis Trabanco, alcalde de Grao. Previamente, el premiado junto a su esposa Amparo Pascual habían paseado por el centro de la villa moscona acompañados de sus anfitriones: el presidente de la Fundación Aula de las Metáforas, el poeta Fernando Beltrán; José Luis Trabanco, parte de su equipo de gobierno y Gustavo Adolfo Fernández, cronista oficial de Grao.
A los pies de la placa que conmemora la estancia de “La Barraca” en Grao, Sacristán leyó “Canción del día que se va” de Federico García Lorca. Tras el paseo, en una tregua de la loca primavera asturiana, un joven José Sacristán con la envidiable lucidez de sus fantásticos 84 años, tuvo tiempo para charlar con el hijo de un compañero de mili en Melilla, mili que recordó como “la ruptura con lo que había vivido hasta entonces”; visitar las instalaciones del Aula de las Metáforas que Fernando Beltrán definió como “un espacio para la lectura y para la imaginación, de forma tal que abras un libro y llegues a un verso” y la llamada “Sala de los Dones” que atesora pequeños y grandes regalos de poetas y premiados. También hubo tiempo de escuchar las explicaciones que Gustavo Adolfo Fernández dio sobre el llagar que alberga la Casa de Cultura y atender a los medios, con los que conversó sobre la poesía como “una razón de vida”, confesar que no recordaba el primer poema que había leído y que le interesan “los buenos personajes, bien construidos y con una historia que me guste, no necesariamente tienen que tener aliento poético». Se habló también de música, y el actor tiró de humor al defender que no es elitista en sus gustos musicales: “no sé vivir sin la música, pero me llenan igual una sinfonía del Maestro Quiroga que las coplas de Beethoven, que cada uno eché mano de lo que le dé la gana, sin elitismos”. Recordó a sus padres, Venancio y la Nati y a su abuela Nati, a su pueblo castellano Chinchón. Sacristán, hombre comprometido con la realidad, abordó el momento político que vive nuestro país: “me preocupa el auge de la ultraderecha aunque no hay que olvidar que está ahí porque la votan y porque quizás algunas latitudes políticas no lo están haciendo del todo bien” y también el mundo, “esto no es nuevo, siempre ha habido locos” en clara referencia a la guerra de Ucrania.
El acto de entrega propiamente dicho del Premio Aula de las Metáforas 2021 comenzó a las 19.30, con el salón de actos de la Casa de la Cultura lleno a rebosar, retransmitido para una Capilla de los Dolores también llena y la posibilidad de verlo desde casa a través del canal de YouTube. Tomó la palabra el escritor Manuel García Rubio, secretario de la Fundación Aula de las Metáforas que sustituyó, por indisposición de última hora a Leopoldo Sánchez Torre. García Rubio leyó el texto que para la ocasión había escrito Sánchez Torre glosando tanto el espacio, los fines del Aula “dar voz a la voz de los poetas”, la historia “de esta milagrosa estación de la poesía, donde la poesía es tocada y compartida, repetida y vivida, agitada”. Biblioteca y núcleo de iniciativas que fue inaugurada un 29 de febrero 2004 “el día más poético” y que, a día de hoy, tras el paréntesis de la pandemia que limitó su actividad, sigue creando vínculos siendo un aula que mira al futuro. El premio que tiene carácter bienal no tiene dotación económica pero sí una simbólica escultura de Pep Carrió, que representa una escalera una de cuyas partes se sustenta sobre un árbol y crece hacia el cielo, raíces y ramas, lugar común de la palabra.
A continuación fue el turno de Elsa Suárez, concejala de Cultura que visiblemente emocionada contó a los presentes que “existen días que compensan todo lo trabajado” y haciéndole un guiño a su madre, también presente, habló del Sacristán actor “referente de muchas generaciones” y del “ciudadano comprometido que hay detrás del actor y que unido a la poesía es un lujo tenerle en Grao”.
Tras la intervención de Elsa Suárez, comenzó la parte más íntima y bonita del acto. Una conversación con el periodista Jesús Marchamalo salpicada de anécdotas y confesiones que duró unos veinticinco minutos por temas de protocolo. Durante la misma y con la complicidad de su interlocutor, Sacristán nos mostró el niño que fue y a quien le gusta regresar “me sigo encontrando a ese niño y sigo admirando a la gente que enseña a mirar”. Recordó a los presentes que no hay nada más serio que “la sagrada solemnidad del juego” y que sigue siendo “el chico de delantera de gallinero” en clara alusión a las tardes de cine en las que se enamoró de su profesión. Hubo tiempo también para los amigos: Fernán Gómez con cuyo nombre han bautizado la sala de cine que él y su esposa tienen en casa y en la que hasta hace poco había un reclinatorio “porque ‘Eva al desnudo’ hay que verla arrodillado” y a Miguel Delibes, amigo y como Sacristán hombre de campo, cuyo protagonista Nicolás de `Mujer de rojo sobre fondo gris’ representa estos días en Oviedo y cuyo personaje Pacífico Pérez representó en ‘La guerra de nuestros antepasados’. El actor leyó a José Hierro, el poema que le propuso Marchamalo y su voz llenó la sala llevando de nuevo la emoción a los presentes, una emoción que llegó a su máxima expresión con las palabras que sobre el temblor pronunció Fernando Beltrán para ir cerrando la jornada.
Finalizó el acto José Sacristán poniéndose al servicio del Aula de las Metáforas “ no como maestro porque aún tengo mucho que aprender” y recordó el “aliento poético de los fandanguillos que me cantaba mi madre, canciones populares, siempre he tenido al margen de la fascinación por la imagen, cierta inclinación por la musicalidad de la palabra y de la música, luego he contado con personas que me han ido acompañando, pero sería temerario hacer cualquier tipo de selección de autores y poemas”. Volvió a llenar la tarde con su voz y la palabra, en este caso, con dos poemas de Beltrán. Le entregó el premio José Luis Trabanco, alcalde de Grao y dejó al auditorio, a su público, con la sensación de haber recibido un regalo de lujo, el de una tarde inolvidable en la que el actor dio vida a las palabras de los poetas y abrió una brecha de luz sobre el cielo de Grao.
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