Publicado el: 25 Abr 2022

Un viaje en el tiempo

Los molinos de La Braña y Reguera Oscura, en Godán (Salas) son auténticos desconocidos de gran valor etnográfico

Uno de los molinos/ Javier F. Granda

Javier F. Granda / Salas

Los molinos situados en la confluencia de los regueros de La Braña y Reguera Oscura, en la parroquia de Godán (Salas), son auténticos desconocidos que no aparecen en inventarios ni documentos oficiales, pero constituyen un conjunto destacado de estos ingenios a los que también se asocian sus captaciones y algunos caleros. Es realmente placentero caminar por lugares donde no hayan accedido los vehículos de Google Maps ni los esclavos del Google Street View que dejan su rastro por toda la cartografía mundial. Por un instante bajo las ramas de un bosque de ribera podemos perdernos en la naturaleza sin ser vistos por el gran ojo que registra los cambios sobre la superficie.

Pero hablaremos aquí de construcciones populares, de arquitecturas sin arquitectos, de ingenios hidráulicos que también esperan el fin de sus días y poco a poco van dejándose caer ante el abandono de quienes no pueden ya conservarlos por inservibles. El afán por escalar en lo tecnológico, primero fue lo mecánico tras la Revolución Industrial, ha dejado a la tecnología hidráulica de control manual como exponente de un arcaísmo que poco o nada le dice al hombre de nuestros días. Pero hagamos un viaje en el tiempo y ver lo que aún podemos encontrar de esto en nuestros días. Los molinos que se ubican en el enclave al que me refiero, como tantos cientos que se encuentran esparcidos por el territorio asturiano, pese a hallarse en una fase agónica que conduce irremisiblemente a su desaparición, aun nos muestran un cierto esplendor de la ruina y, sobre todo, nos hablan del conocimiento humano y del empleo de una ingeniería para el aprovechamiento del agua. Del funcionamiento de un ingenio muy preciso y útil para el hombre.

El molino hidráulico no solo es un edificio, sino también la maravillosa máquina que encierra en su interior y las conducciones que llevan hasta él un caudal que le aporta la energía. Lo que hoy podemos ver, en la mayoría de los casos, es la construcción que sirvió de edificio a una maquinaria sencilla, que requería de complejas captaciones para conducir el agua y emplearla como fuerza motriz que accionase una rueda que hacía funcionar las muelas que transformaban el grano en harina. Una maravilla de la tecnología que el saber popular nos legó hasta nuestros días, ya que el uso de estos ingenios llega a las postrimerías del siglo XX.

Lo que encontramos en estos bellos parajes asturianos por donde, afortunadamente, aún hoy mana agua en abundancia, es el ejemplo del aprovechamiento racional de los recursos que el campesino hacía del medio. Y lo hacía con una tecnología afianzada a lo largo de los siglos que le permitía procesar el alimento humano y animal, y no por el simple hecho de construir máquinas o edificios. Estas construcciones antaño de enorme valor hoy esperan su final. Perviven en pie algunos, muchos otros arrumbados. Los que resisten es debido a que fueron bien construidos por canteros que armaron con formas duraderas sus hechuras, aunque muchas de sus techumbres hayan colapsado por falta de atención.

Encontramos en estas regueras ejemplos de elaborada cantería con empleo de bóvedas de aproximación de hiladas trabadas con piedras de canto sobre potentes sillares para alojar la rueda y servir, a la vez de aliviadero. Potentes barbacanas donde se encontraba el cubo que empleaba la fuerza del agua hacia el infierno, donde se producía la rotación del eje que transmitía el movimiento a las muelas. Las máquinas construidas de madera hoy se encuentran perdidas por los efectos de la humedad y del colapso de las techumbres. En otros perviven y sería posible su recuperación. Quedan muchos restos de estos bellos y sencillos edificios sobre los que aún se puede explicar la forma de vida y la cultura campesina y no se hace por falta de interés y porque silenciamos el pasado con un mal concebido afán de superación.

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