Publicado el: 30 Abr 2022

Cómicos

Juan Carlos AVILÉS

“Mamá, quiero ser artista”, le dijo con voz algo temblorosa y sobreactuada Volodimir a Rimma, su santa madre. “De eso nada, rebenok” —que es como se dice guaje en ruso—. “Tú serás abogado, que es mucho más serio”. Así que pusieron al chaval a estudiar Derecho, y aplicadín y despierto como él solo, se hizo la carrera de una tacada. Pero nunca más volvió a abrir un libro de Civil ni mucho menos se calzó una toga. En vez de eso se leyó de cabo a rabo a Stanislavski, un medio paisano suyo y padre intelectual de todos los actores, y ensayaba frente al espejo mil y una muecas, a cuál más jocosa, mientras improvisaba chistes de curas (ortodoxos, claro). Lo que quería el joven Volodimir, de origen judío el pobre, por encima de todas las perestroikas y las torás del mundo, era ser cómico. Listo, con recursos y un enorme sentido de la oportunidad, pronto metió la nariz en la tele, se fue haciendo un sonoro nombre y hasta creó su propia productora de la que salieron programas y series de notable éxito, la mayoría protagonizadas por él mismo. Contra todo pronóstico de su señora madre, Volodimir Zelenski había llegado a ser como Emilio Aragón, en versión ucraniana. ¡Toma castaña!

Pero el papel que iba a cambiar de un plumazo la vida del cotizado actor fue el que encarnó en la serie Servidor del Pueblo, en la que interpretaba, con mucha coña, nada menos que a un justiciero presidente de Ucrania. Y como no es la ficción la que imita a la vida, sino la vida la que imita a la ficción –e incluso la supera—enseguida se hizo la pregunta del millón: ¿Y por qué no? Pues dicho y hecho. El 20 de mayo de 2019, Zelenski, como cabeza de un partido que llevaba el mismo nombre de su famosa serie, juraba el cargo de presidente de Ucrania.

El abogado que quiso ser actor se metió en el mayor charco de su vida. El resto, por desgracia, está en los telediarios. Pero no me digáis que la pirueta de Zelenski no es para nota. Y que le está echando un par.

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La Voz del Trubia