Baja por menstruación

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Plácido Rodríguez

Hasta un rudo neandertal se daría cuenta de la importancia de la sangre. Si un miembro de la tribu sufría una herida de caza y sangraba por ella, sus fuerzas se debilitaban, llegando a morirse en el caso de que la hemorragia no se pudiese contener. Probablemente aquel hombre primitivo quedaría eximido de la partida de caza por esa razón; me atrevo a sugerir que los orígenes de la baja laboral estén fundamentados en el desgarro de carne producido por el colmillo de un jabalí o el asta de un animal salvaje.

Estaba claro que la sangre era vida y debía ser contenida dentro del cuerpo para mantener la vitalidad en unas condiciones que ahora nos parecen extremas.

Entonces, ¿qué pensarían aquellos robustos antepasados de mandíbulas prominentes acerca del periodo de las mujeres? ¿Cómo era que continuaran vivas sin debilitarse en extremo pese a las continuas pérdidas que sufrían?

Sin duda la magia explicaría el asunto en aquella remota época, incluso existen numerosas investigaciones que apuntan a la deificación de las mujeres vinculada a la menstruación y a su capacidad de engendrar vida en su vientre sangrante.

Sin duda que la evolución dio marcha atrás en este aspecto, pasando de aquella primitiva deificación a un más moderno acto repulsivo, denigrando a la mujer por mor de sus entrañas y negando el legítimo derecho a la baja para ausentarse del trabajo cuando se desangra en exceso y el cólico se clava como un puñal en el abdomen.

Tal vez los padecimientos menstruales tengan una connotación más divina, y por ese motivo la legislación laboral tiene pocos visos de regular el asunto. Según el libro del Génesis, Dios condenó a la mujer a parir con dolor por haber comido del fruto prohibido, cuestión que hace suponer que, de no haber cometido ese trascendental pecado, todas las descendientes de Eva darían a luz de una forma más placentera. Lo que no dicen los evangelios es si la fisiología menstrual se deriva de la misma sentencia o bien el sumo hacedor ya tenía previsto putear a las mujeres con hemorragias y padecimiento cada vez que su cuerpo decidiese ovular.

Dolor de las mujeres

Se nos llena la boca en defensa de la igualdad, creamos consejerías y ministerios, pero parece que no somos capaces de empatizar laboralmente con el dolor de muchas mujeres, salvo en casos estrambóticos, que la superstición popular exima a alguna cocinera de preparar la mayonesa.

No salgo del asombro cuando escucho alguna mujer, amparada por el poder que ejerce, decir que la baja por menstruación las estigmatizaría. ¿Alguien piensa que, si por aquel fatal agravio en el paraíso, Dios castigase a los descendientes de Adán a que les diesen unos martillazos en los huevos cada 28 días, estaríamos hablando de que, ¡uuuf! Coger la baja por tal motivo estigmatizaría a los hombres? En pleno siglo XXI me intriga saber qué pensarían aquellos rudos neandertales.

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