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La Cueva de la Bocandia, las entrañas de Yernes y Tameza

La caverna es uno de los tesoros naturales de la comarca del Cubia, punto de interés para espeléologos de toda España

Interior de una galería/ Daniel Corripio

Rafa Balbuena / Yernes y Tameza

Es uno de los mayores tesoros naturales de la comarca del Cubia y un punto de notable interés para espeleólogos de toda España. Pero la cueva de la Bocandia pertenece por derecho propio a la condición de «gran desconocido» para la mayoría de asturianos que solo han oído hablar de Yernes y Tameza como “el concejo más despoblado de Asturias”.

Se trata de una cavidad de tipo calcáreo situada al pie de la carretera que une Grado con Villabre, entre un tramo de los varios túneles que atraviesan la vía. Las rocas de este tipo, también conocidas como ‘kársticas’ por los geólogos, son porosas y muy sensibles a la erosión del agua, por lo que es habitual la existencia de cavernas en su interior. De hecho, el río Villabre corre a apenas 50 metros del exterior, y el agua de lluvia que se filtra desde lo alto del Pico La Berruga, en cuya ladera está la cavidad, han ido creando durante siglos este peculiar lugar.

El acceso al interior de la cueva es peligroso y no debe hacerse, bajo ningún concepto, de modo espontáneo y sin equipo técnico adecuado, ni mucho menos sin acompañamiento de espeleólogos avezados. No es broma: entrar a solas y sin las medidas de seguridad bien aquilatadas no es una aventura emocionante, sino la garantía perfecta para que ocurra una desgracia. Una de esas que salen caras o de las que no se sale, directamente. Las pendientes interiores son resbaladizas y con desniveles bruscos, teniendo en cuanta que la cueva tiene un desarrollo de 400 metros y unos 10 de desnivel. Y aunque parezca una tontería, hay que recordar que la oscuridad es absoluta: a diez pasos de la entrada es necesario usar luz artificial para ver algo.

Dicho esto, y recalcando que estamos ante un tesoro natural que merece respeto y cuidado absolutos, la entrada, señalizada desde el exterior, tiene todo el misterio asociado a la palabra “cueva”. Es un semicírculo irregular lo bastante sugestivo para hacer que la imaginación vuele. El suelo de tréboles, la sombra casi permanente y la orientación sureste favorecen la humedad del entorno, patente en los musgos que rodean el arco de entrada, de algo más de dos metros de altura.

Dentro, el escenario cambia. El pasillo de entrada, un túnel de unos 30 metros de largo, se ensancha para dar a la primera galería, de considerable altura. En ella se encuentran las primeras estalactitas y estalagmitas del recinto, formadas por la solidificación de minerales en goteo durante decenas de miles de años. Otro pasillo se abre al fondo, siendo esta la zona más apreciada por los espeleólogos ya que tras un recorrido claustrofóbico e intrincado, impregnado de barro y escalonamientos bruscos que obligan a emplear dispositivos de cuerda y rapel, se llega a la sala principal. En ella, la naturaleza ha esculpido un complejo panorama de reticulados, estalactitas, estalagmitas, conos calcáreos y otras caprichosas formas geológicas.

Fauna
En cuanto a fauna, dentro de la cavidad habitan diversas especies de murciélagos, como el de Herradura Grande o el Ratonero, que en la zona boscosa del exterior tienen asegurado abundante sustento. Las montañas de guano sobre el suelo de la cueva son el indicador de su presencia, ya que su vuelo no se oye y dentro sólo el goteo del agua rompe el silencio. Para algunos de estos mamíferos la cavidad sirve por igual de colonia de cría y refugio de hibernación, y en esa etapa del año se les puede contemplar, aletargados en racimos para protegerse y compartir el calor corporal que garantice su supervivencia hasta la primavera siguiente. Su presencia da un toque de vida latente a un lugar espectacular del que desde fuera pocos podrían concebir su existencia. De hecho, es a la salida, con el regreso de la luz natural, cuando el visitante vuelve a oír, ver y oler el espacio al aire libre, tomando verdadera conciencia de haber estado durante un buen rato en las entrañas húmedas de esta tierra.

La Cueva de la Bocandia no es la única de estas características que existe en la zona, donde se hallan otras como la del Mixón, Cuova Rodrigo o La Figuera. Aquellos que se interesen por conocerlas tienen a su disposición numerosos grupos de espeleología acreditados, que es a quienes se debe acudir para visitarlos y en cuya compañía, y con la experiencia de sus integrantes, encontrarán la forma de disfrutar de esta experiencia.

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