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Elio Canteli y su familia de Caranga

Casimiro Álvarez

(A contracorriente)

Participó en el asalto y ocupación del cuartel de la guardia civil de Bárzana, con motivo de la Revolución de 1934; fue un destacado activista y dirigente de la izquierda política hasta el levantamiento militar del 18 de julio de 1936. Con dos consejos de guerra y una condena a muerte, que libró simulando un intento de suicidio cuando lo iban a fusilar y, gracias a la mediación de influyentes personajes de derechas consiguió el indulto, y al final solventó la condena con 7 años de cárcel más otro que había pasado cuando la Revolución.

Semejante aventura fue parte de la vida de Elio Canteli, tío del actual alcalde de Oviedo, que cuenta en el libro que publicó en los primeros años de la democracia, Protagonista y Testigo, y que en su día me envió con una dedicatoria personal, y que por desgracia no conservo después de habérselo dejado a un «amigo» que, no sólo no me devolvió, si no que incluso negó que se lo hubiera prestado. Exactamente lo mismo me ocurrió con otro pequeño libro de poesías que en 1979 me remitió el poeta, y en aquellos tiempos diputado, Rafael Alberti, con una dedicatoria personal en forma de poema. Por más que lo busqué no me pude hacer con él en ninguna librería, ni nuevo ni usado, ni conseguí que nadie me lo prestara a pesar de las múltiples gestiones e indagaciones que hice para conseguirlo, con la inestimable ayuda de mi amigo y altruista tevergano, Juanín el de la Torre, Juan José Gutiérrez Alonso; y el lamentable desdén de algún otro «amigo» que se me había ofrecido y del que nunca más se supo.

Elio nació en Caranga, hijo de quién había sido alcalde de Proaza y jefe de la estación del ferrocarril minero, además de cartero, que a pesar de ser de derechas fue represaliado en un campo de concentración en 1937. Tenía otros cinco hermanos, César, Aladino, Octavio, (maestro en Caranga y Teverga, y padre del alcalde Alfredo Canteli), Elio, Maruja y Custodio, y fue también maestro en varios pueblos de Quirós.

A su dramática situación personal cuando estaba a la espera de la sentencia que lo condenaría a muerte, hubo de añadir el acoso de algunos de sus vecinos que intentaban ajusticiarlo por todos los medios, tal como él mismo describe: «cuando me encontraba sometido a estas tensiones me comunica el oficial de galería que tengo una visita, y con verdadera sorpresa me encuentro con que el visitante es Isaac Galcerán, que embutido en un uniforme de oficial me dijo: «Sólo vengo a decirte que en cuanto caiga Quirós en nuestras manos serás fusilado junto con Amador Falcón, Mauro, (padre de Ramón Mauricio el del Molinón, o de la Corrada de Torales), Gerardo y Berros».

Y salvo en su caso, así ocurrió con los demás, incluido su propio hermano Aladino que era entonces el alcalde de Proaza, tal como Elio describe: «En el ámbito de mis amigos y vecinos habrían de ser víctimas también del mismo sistema de exterminio, en Caranga, Paco, Teófilo, Daniel y algún otro. En Proaza, Senén, Mario y Carlos, víctimas de una delación, (la del posteriormente conocido como Judas), y en Quirós, Amador, Mauro y Berros a quienes Isaac Galcerán quería que yo hubiera acompañado. En el sacrificio de mi hermano y mis amigos de Caranga, habían sido destacados oficiantes Adolfo Viejo y Gerardo Fernández, (junto algún otro mequetrefe como Julio, Jesús, Jacinto, Máximo, (Monforte, cuya esposa Milia presumía de falangista y disfrazaba con ese uniforme a su hijo Alfredo, que después fue sindicalista de CCOO y concejal del PC), sin olvidar a los proacenses Camilo y Colás, tal como dice el propio hijo de Helenio Canteli en su libro Herencia política: el alcalde…), vecinos con pretensiones de importantes, pero en realidad, pobres hombres víctimas de un irredento complejo de inferioridad».

Como se puede apreciar en las palabras de Elio a lo largo de todo su libro, y en todos los casos que yo conozco ocurridos en Proaza y Saliencia, (Somiedo), la inmensa mayoría de los crímenes cometidos durante la guerra, y en los dos bandos por igual, a medida que iban ocupando poblaciones, no lo fueron por diferencias ideológicas, fueron siempre como consecuencia de enemistades, envidias, represalias por pleitos anteriores, líos de faldas, puestos de trabajo, etc. Lo aclara igualmente bien Helenio, el hijo de Aladino, en su libro cuando relata la conversación con el juez de paz, Faustino: «Mira Helenio, no busques razones posibles para que tú padre fuese mal querido, era un hombre en toda la extensión de la palabra, justo, bueno, honrado y muy querido por todos. Yo le contesto, ¿entonces por qué lo mataron? Busca únicamente a quienes se beneficiaron con su muerte, Adolfo Viejo es el jefe de estación de Prigüela, que antes era de los Canteli, la cartería de tu padre hoy es de Julio Fernández, la alcaldía está en manos de Gerardo…»

Una vez más, el testimonio de las víctimas de aquellas atrocidades deja en evidencia las manipulaciones de los políticos, los de entonces y los de ahora. El problema no son los fachas o los rojos. El problema son siempre los que se aprovechan del río revuelto. Basta ver la conversación de Elio Canteli con el coronel Aranda en el despacho del Gobernador: «Me preguntó: ¿Cómo le va a Vd. con los fascistas de Quirós? Cuando le contesté que en Quirós apenas había fascistas, que lo que sí había eran muchas personas de derechas, repuso que no me dejara engañar ya que, en realidad, las personas que yo llamaba de derechas no eran otra cosa que fascistas». Como es sabido, poco después Aranda cambió de bando y protagonizó el levantamiento en Oviedo. O recordar cómo uno de los aquí citados era un exaltado revolucionario en el 34 que asaltaba iglesias y lanzaba los santos al río, mientras que en el 36 se había convertido en jefe de Falange y fue responsable de varios asesinatos.

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