Casimiro Álvarez
La caída definitiva de un poste, que lleva muchos meses inclinado y desafiando la gravedad, sobre la Senda del Oso, a la altura del reguero Picarós y a 50 metros del cercado osero donde se encuentra Molina, ha provocado que un cable de Telefónica quede colgando a baja altura, de tal forma que una persona de baja estatura caminando, puede tropezar la cabeza con él.
Ni que decir tiene que, cualquiera que circule en bicicleta, tal como hacen centenares de turistas a diario, cuando estamos metidos de lleno en el mes de julio en plena temporada turística, podría quedar degollado si circula a cierta velocidad al oscurecer.
Y si todavía nada grave ocurrió, se debe a que algún desconocido ató una bolsa de plástico al cable, que sirve para llamar la atención del peligro. De hecho, es el cable y la guía de acero que lleva aparejado, los que sostienen el poste roto.
Ayer todavía conocimos la triste noticia del fallecimiento de una joven turista de Portugal, que se despeñó sobre el río Cares al deprenderse la valla de protección de la Ruta del Cares. Exactamente igual que ya ocurrió en otras dos ocasiones en la Senda del Oso, y que causó la muerte a otros dos turistas, una de Getafe y el otro de Valladolid.
Así tratamos en Asturias a quienes nos visitan y nos traen riqueza, contribuyendo de manera muy importante al sostenimiento de nuestra economía. Los políticos y funcionarios, que tan implacables son con las más mínimas minucias de cualquier vecino de las zonas rurales, viven ajenos al deterioro de las infraestructuras públicas por muy peligroso que resulte. Cuando sucede una desgracia irreparable, se pasan la pelota de la responsabilidad, de unos a otros, y, si acaso, hacen promesas de enmienda, que, como es sabido, nunca cumplen.
El caso actual es todavía más grave, puesto que el mantenimiento corresponde a una importantísima empresa, Telefónica, pero ni la empresa ni las administraciones públicas responsables se preocuparon por solucionar el problema. Tampoco nos escandalicemos tanto, es lo normal con estos personajes. Unos porque viven despreocupados de los problemas vecinales, otros porque incordiar a una empresa de semejante envergadura pudiera no ser bien visto por los directivos regionales, y sobre todo, porque, al menos yo estoy convencido, unos cuantos e importantes políticos de todo el arco parlamentario, perciben sustanciosas mordidas de las grandes empresas.
Al peligro ya descrito, debe añadirse otro importante problema, pues el cable que atraviesa la Senda del Oso está a tan baja altura que impide la circulación de furgonetas, camiones de ganado o tractores, cuando estamos en plena temporada de la recogida de la yerba, y precisamente en esa zona se concentran las mejores fincas de Proaza y Santo Adriano. Amén del riesgo de dejar incomunicado por teléfono e internet, a Serandi y San Martín, cuando el cable termine rompiendo por el peso de la catenaria, y del propio poste que la debería sostener.
¡Llueve sobre mojado, así que no pongamos el grito en el cielo, deberíamos estar acostumbrados!
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