Publicado el: 24 Ago 2022

La última morada del cantero

La ruina y el olvido caen sobre la casa de Villamar que fue morada familiar a finales del siglo XVIII del cantero Francisco de Ordiera Caso, ejemplo de arquitectura popular capaz de resistir los envites del tiempo

Casa Franc

Casa del cantero Francisco de Ordiera Caso en Villamar de Abajo, en Salas/ Javier Fernández Granda

Javier F. Granda / Salas

Al hablar de los franceses, Frank Harris, en su libro ‘Vida y amores’, escrito hace unos cien años, nos dice que “lo que primero me convenció de aquella gente fue su profundo sentido histórico y su amor y admiración por sus poetas, artistas y guías. Nunca podré describir la emoción que me produjo encontrar en una casita pequeña una placa de mármol que recordada que el pobre De Musset (poeta, novelista, autor dramático, del siglo XIX) había vivido allí algún tiempo, y había otra en la casa donde murió”.

Esto en España es aún impensable y mucho menos en lugares alejados de los grandes centros de poder, donde se destaca la alta Cultura y se le otorga escaso o nulo mérito a la cultura popular. Lo dijo Harris como lo han dicho otros, pero puede ser visto por cualquiera. Un mal asimilado progreso nos ha hecho olvidar que somos receptores y transmisores de un legado cultural y un pasado que nos precede y nos rodea por todas partes, sin que seamos en muchos casos conscientes, respetuosos y sensibles a ello.

Como ejemplo de todo esto, para hablar de construcciones y de arquitectura popular y de sus hacedores que idearon formas que aun perviven, me centraré en la casa que habitó a finales del sigo XVIII, hasta su muerte en 1809, Francisco de Ordiera Caso en el barrio de Los Campinos, en Villamar de Abajo, conocida por El Fuexo.  Una casa que hoy veríamos como humilde y destartalada, que responde a la tipología tradicional de casa asturiana, levantada en piedra (sillarejo y mampostería) sobre una planta baja destinada a cuadra, planta primera con cuartos y llariega y corredor entre muros que se abre al este, que hace de distribuidor a las piezas de habitación, y otro corredor hoy extinguido en voladizo hacia el sur. Se complementa con un forno exterior adosado en su fachada norte donde se ubica el acceso principal desde el camino de la Llouría. Edificación que resiste los envites del tiempo pese a un abandono de décadas, pero que será olvidada, y seguramente destruida por la insipiencia o desconocimiento sobre las tipologías vernáculas caracterizadas por emplear materiales locales y formas de construcción autónomas, o alterada irreversiblemente por una intervención agresiva que desvirtúe la esencia de esta arquitectura sencilla pero sumamente importante en el conjunto de la arquitectura tradicional asturiana. Esta edificación se encuentra sin mayor descripción en el Catálogo Urbanístico del Ayuntamiento de Salas con un grado de protección ambiental que es menor de lo que debiera corresponderle.

¿Y por qué la importancia de esta casa? Dos razones: su tipología y estado fósil, tal cual fue concebida en origen. Además de estas razones, por haber sido morada familiar de Francisco de Ordiera Caso y Francisca Álvarez, oriunda ella de la casa, y lugar donde ambos fallecen.

Fue Francisco de Ordiera (1748-1809) maestro cantero que tiene en su haber entre otras, la notable intervención en las iglesias de Linares y Villazón, según lo corroboran numerosa documentación e inscripciones en ambas. La vida de este maestro de obras que habitó primero La Devesa, ha sido poco estudiada si exceptuamos lo investigado por el historiador Alberto Fernández Suárez, y que con seguridad se ampliará próximamente dada la importancia de su intervención en la parroquial de San Miguel de Linares.

Francisco de Ordiera y Francisca Alvarez se habían casado en Madrid, el 11 de mayo de 1774 en la parroquia de los Santos Justo y Pastor, actual barrio de Malasaña, y posteriormente se instalarán el Villamar en la casa del Fuexo.

Se debiera prestar atención a esta edificación no solo por su tipología constructiva sino por todos sus valores culturales asociados que debieran ser estudiados y protegidos con máximo cuidado, antes de lamentar una pérdida irreparable.

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