Viento y nueces, igual que otras veces

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Luis G. DONATE

Bienvenidos todos un mes más al humilde rincón de este vuestro contertulio, el más excéntrico o el más pesado, depende a quién preguntéis. El caso es que estáis aquí de nuevo y aparentemente bien que es lo importante en estos tiempos tan revueltos en los que vale más no ver el telediario. Basta de dramas o nos pareceremos a ellos, acomodaos y demos comienzo si os place.

Mientras escribo estas líneas está el día confuso, no sabe si entregarse al viento, a la lluvia o al sol, parece un niño al que le nacen los dientes, con la salvedad de que en este caso el aceite con azafrán en hebra no sirve para calmar absolutamente nada. Llama la atención ver a los fresnos, tan altaneros el resto del año, que no dejan crecer a nadie a su sombra, ahora deshojados y calvos aguantando obsequiosos y serviles lo que va a venir, otra metáfora más sobre que no se puede escupir hacia arriba. Otras que en esta época y con este viento liberan de mala gana sus frutos son las nogales, más tarde lo harán los castaños. Una época laboriosa para ardillas y humanos, más de lo que parece, pero un consejo para los que os de rabia agacharos a recoger nueces, si os agacháis tendréis casadiellas, así que supongo que podríamos decir (entre bocado y bocado, claro) que la moraleja de nuestro presente artículo es que el trabajo duro tiene recompensa y que cuando todo se desmorona, la naturaleza sigue igual, es un refugio.

Muchísimas gracias por venir a escucharme como cada mes, algunos desde lejos, ya somos una pequeña multitud y os estoy enormemente agradecido. Cuidaos y como siempre quedo a vuestro servicio, hasta la próxima.

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