Ni con Grado ni con Oviedo: «hay que salirse de la ratonera»

Trubia impulsó en los años 20 del siglo pasado su emancipación administrativa e intentó tener un Ayuntamiento propio, en un momento en el que tenía 10.000 vecinos y una intensa actividad social y cultural, pero apenas recibía inversiones de la capital

Panorámica de Trubia

Roberto Suárez / Trubia

[Cuando Trubia quiso declarar su independencia]

Aprovechando la entrada en vigor del nuevo Estatuto municipal (publicado en la Gaceta de Madrid, núm. 69 de nueve de marzo de 1924, pp. 1.223-1.302) elaborado por José Calvo Sotelo. Bajo su artículo 19, resurgieron viejas aspiraciones de varias localidades asturianas como Caborana y Moreda (Aller) y los vecinos de Turiellos (Langreo).

Por su parte, en el mes de mayo de 1926 salió a la palestra la lucha por la independencia municipal de Trubia. La prensa regional, como La Voz de Asturias, opinaba, después de examinar los papeles que habían elaborado los iniciadores de «tan plausible idea vemos que, además de la conveniencia personal y ética, al pueblo de Trubia, administrativamente, le conviene la disgregación». Trubia tenía unas condiciones excepcionales como muy pocos pueblos para ello. De esa misma opinión era Región, reconociendo que «los que ayer conocieron este pueblo, no salen de su asombro al verlo hoy. Es grande su progreso material, pero es aún más el cultural. Sigue la marcha rápida y segura de las zonas asturianas absolutamente obreras; aumenta su población; fomenta sin cesar su urbanización; y se consagran energías incontables a la cuida moral e intelectual de los trabajadores» [sic]. «La Trubia de hoy en un pueblo de casino, y biblioteca, y teatro, donde en las horas de calma se compensen las horas de sudor con las horas de lectura, de conferencia, de estudio (…). La Trubia de hoy es todo fortaleza, inteligencia y sensibilidad».

Desde la prensa se animaba a los «jóvenes muy honorables» que componían la Comisión Pro Ayuntamiento a luchar por el engrandecimiento de Trubia, atendiendo a que no perjudicaba a nadie y el movimiento debía seguir adelante «con los arrestos y ánimos que para coronar tan importante mejora se precisa por parte de los gestores, a los que todos debemos ayudar con el mayor entusiasmo y decisión para que no desmayen o abandonen esta gran empresa de redención local». La mayoría de los distintos periódicos, en sus razonados artículos, miraban con simpatía este asunto. La deducción que de ellos se extrae es la conveniencia de su disgregación, teniendo en cuenta que con ello se llevarán a efecto, según se pronosticaba, grandes mejoras en la vida local.

Por Trubia se repartieron infinidad de folletos que rezaban así: «A los vecinos de Trubia, Godos, Pintoria y Udrión. Acudid todos a la magna asamblea que se celebrará mañana domingo, nueve de mayo, en el Teatro Casino Obrero, a las diez de la mañana para tratar de la separación, de las cuatro parroquias, del Ayuntamiento de Oviedo». En dicha reunión se explicó a los asistentes que con las propias tarifas actuales tenía suficiente capacidad económica para cubrir con esplendidez y abundancia todas cuantas cargas y obligaciones municipales le correspondían, entre las que principalmente se destacaban por su importancia, traída de aguas, urbanización, higiene, pavimentación y reparación de todos los caminos vecinales, grupos escolares de nueva creación con toda clase de adelantos, mercado de ganados, que tanto realce y dinero dejaba en los pueblos que se celebran. Se llegó a afirmar en la asamblea vecinal que «Oviedo no puede sentir como los que aquí vivimos y que tampoco puede resolver, porque son tan directos que no siendo por propio estímulo y sentimiento, no es posible sacarlos a flote». Se habló de las molestias y lo caro que resultaba depender de Oviedo. Para resolver los mil detalles y necesidades que exigía la vida oficial, necesitaban acudir a la capital y allí, para despachar cualquier asunto de Ayuntamiento, Juzgado Municipal, Registro Civil, pago de Contribuciones, etc., era indispensable perder mucho tiempo y gastar dinero y eso cuando salían bien las cosas, que en muchos casos solucionar asuntos de tal índole, por desconocimiento o por desorientación, exigía el acompañamiento de personas que les ayudasen para no eternizarse en su despacho y de tener en Trubia Ayuntamiento, esta población, que en su mayoría era obrera, para cubrir los menesteres citados no tendrían que perder jornales, tiempo ni gastar un céntimo. La Comisión estaba convencida que a Trubia le convenía grandemente administrarse por sí sola, creando el Municipio que se perseguía, y «a Oviedo no solamente no se le perjudica, sino que se le beneficia por el engorro que supone atendernos en todas cuantas necesidades han quedado apuntadas, no vemos gran dificultad para dar cima al intento traducido en una esperanza realizable, con lo llegaría la hora de nuestra mayoría de edad entonces fomentando una nueva era de personalidad propia hasta entonces desconocida.

Desde luego quien más se extendió en la noticia, con opinión favorable, fueron La Voz de Asturias, El Correo de Trubia y La Voz de Trubia. Este último explicaba sus motivaciones y que si los vecinos de aquel entonces estuvieran hoy entre nosotros estarían viviendo un déjà vu porque la razón que une a los trubiecos es que no quieren ser la «puerca cenicienta que trabaja día y noche para que la hermana ciudad se engalane y engrandezca, mientras ella no tiene aguas potables, ni red de alcantarillado, ni defensa contra las grandes riadas, ni socorros para los damnificados, (…) ni medios para evitar y remediar los públicos males, ni libertad para que sus aportaciones contributivas sean exclusivamente destinadas a satisfacer sus más perentorias necesidades». Detallaba el acaudalado industrial y concejal del distrito José Fuente Díaz-Estébanez (1883-Trubia, 4 de septiembre de 1938) en la sesión plenaria que «las calles y caminos hace mucho tiempo que no ven la grava, además aquellos carecen de acera; la Casa de Socorro la sostiene la Fábrica, que incluso ha habilitado local para ella; el servicio de serenos es ridículo, pues gracias a la guardia civil se puede vivir con alguna seguridad en el pueblo; de alcantarillado, fuera de unos metros en la calle del Monte, carecen en absoluto de este servicio, ¿y a qué seguir?. De Trubia se ha dicho muchas veces, por los concejales de aquel distrito, que era la puerca cenicienta del Ayuntamiento de Oviedo, y es verdad». En la reunión se quejaron amargamente que, aunque Oviedo, la capital del concejo, estaba a 13 km., ni siquiera sabía de los esfuerzos materiales de los vecinos de Trubia, ni de las cuantías de las aportaciones contributivas ya que englobados todos los datos administrativos de las diferentes puertas de entrada al Concejo era considerado este pueblo por el Ayuntamiento de Oviedo a tales efectos, como Colloto, La Corredoria, Buenavista, La Manjoya. «Y Trubia, dicho sea, con todo el cariño y respeto que siente hacia Oviedo y sus citadas zonas rurales, es algo más, en realidad, que una zona rural, merece ser más que una simple zona rural».

Le responde el presidente de la Comisión de Policía Rural, el señor Bances mostrándose «sorprendido con la enmienda y dice que él siempre tuvo para Trubia muchas atenciones y más hoy que es teniente de alcalde de aquel distrito, pero no puede admitir que se signifique a Trubia con perjuicio de las demás parroquias rurales». Propone este último que la enmienda pase en forma de moción a la Comisión de policía rural y luego la Comisión estudiará lo que procediese. Replica el Sr. Fuente diciendo que «en el Ayuntamiento se ha lanzado siempre la especie de que era una carga para este municipio y que, por lo tanto, sin perjuicio de que hoy se le concedan las 50 mil pesetas que solicita, se le conceda la autonomía administrativa». Fue bastante tensa esta sesión y en la que la mayor parte de los concejales asistentes expresaron en alto: «¡Todo no!, ¡o uno u otro!». Por su talante de hombre de honor, un gran emprendedor y un excelente celador de su pueblo José Fuente aclaraba que «no se tome por egoísmo lo que por mediación de este modesto concejal pide el pueblo de Trubia, y mucho menos se crea que hay deseo de perjudicar a la capital o al resto de las demás parroquias; antes, al contrario, pero lo que ocurre es que aquello está tan abandonado, que con lo que con lo se solicita, apenas hay para empezar lo mucho que se precisa llevar a cabo. Por lo demás, el pueblo de Trubia para que no sea gravoso al resto del concejo, estaría dispuesto a aceptar la autonomía para su administración; vea la Corporación si este ensayo sería conveniente».

¿Y cuál era la razón para pensar así?: Trubia era una población completa, industriosa, comercial y populosa, en la cual diez mil personas convivían hermanadas; sobre la cual el Estado vertía diariamente muchos miles de duros en pago al trabajo de sus brazos humanos y de sus claras inteligencias; «donde los cerebros se ilustran, la voluntad se encauzaba y el arte se plasmaba en sorprendentes producciones industriales».

En El Correo Trubia escribía César González, secundando lo expresado por La Voz de Trubia «si creemos las ventajas y mejoras que nos anuncian no son engañosas, entonces debemos oírles y creerlos porque tienen decisión y coraje, los hombres muy honorables que integraban la Comisión». Añadía que muchas más cosas necesitaba Trubia y era consciente que el pueblo tenía «verdadera ansia de transformación, dado que comprende que si quiere cubrir sus necesidades públicas, habrá para ello que contar con el factor administrativo director para que de ese modo nuestros sacrificios queden a favor de nosotros mismos y sepamos qué y cómo se emplean».

Por eso, en la sesión ordinaria del Ayuntamiento Pleno de seis de octubre de 1924, el Sr. Fuentes somete al pleno del Excmo. Ayuntamiento de Oviedo una enmienda para la distribución del presupuesto extraordinario. Exponía que «se asignan a toda la zona rural 50.000 pesetas, y esta cantidad, exigua ya en si, por lo menos debería destinarse íntegra a Trubia, con el fin de atender a las más perentorias necesidades».

Al final, nada se supo sobre esta tentativa de emancipación de Oviedo, aunque el resultado final está a la vista y lo conocemos perfectamente.

Redacción

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  • Que tiempos aquellos en 1885 y 1924, donde un territorio podía plantear políticamente su segregación de otro ayuntamiento, cosa impensable y en la práctica casi imposible en la democracia actual.

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